En abril mi cerebro se hundirá en agua, hasta que comience a hervir. Para el día del niño pensaré con el cerebro tibio. Los cerebros rancheros son, quizá, la mejor opción para festejar en la tranquilidad de la provincia el mes de mayo. Debo aceptar que, a pesar de nuestros esfuerzos, es muy probable que encontremos de qué pelear y en junio, la salsa roja en tu cerebro y la salsa verde en el mío nos distanciarán. Mas no hay de qué angustiarse, los cerebros divorciados son mejores que los que están peleados.
El principal problema, en las relaciones, es la soberbia y el orgullo ante los errores que cometemos. Si queremos evitar esto hay que preparar nuestros cerebros al albañil, siendo sencillos para el mes de julio.
Ahora que si ni así nos entendemos, tal vez sea mejor que cada quien se dedique un rato a su propia vida. Haremos nuestros cerebros volteados en agosto.
Ya sé que sin comunicación es difícil convivir pero no, por eso, hay que ignorar los festejos nacionales; me parece que para septiembre picaremos un poco de jitomate, cebolla y chile para preparar nuestros cerebros a la mexicana.
Estoy seguro que el éxito en nuestra relación se conseguirá después de un poco de reflexión. Al final de este mes querremos estar nuevamente juntos y así lo haremos con unos exquisitos cerebros cocidos en octubre. Llegando los fríos del invierno y reconciliados tú y yo, supongo que podremos hacer cerebros montados en noviembre.
Terminaremos el año con una gran pachanga.
La falta de tiempo en este atareado mes de diciembre,
además de los numerosos brindis,
me indica que sin más remedio tendremos
cerebros crudos al final del año.
Podemos variar los demás festejos,
como cumpleaños, aniversarios y días especiales
con cerebros motuleños, estilo Toluca, Benedictine o ahogados;
acompañados por frijoles, totopos, bolillo, o tortilla según
nuestro humor.
Seremos una pareja de huevos.
Junio de 2000
David Moreno Guinea