Hace calor, el atardecer es bonito. Entras y sales preparando la mesa del jardín y yo te observo sin que te des cuenta.
-David, me duele la cabeza.
-Ya, ya se te pasará.
El café se termina de calentar, pero lo dejas en la jarra mientras terminas de preparar el pastel de queso con mermelada (para acompañar el café).
-Me duele la cabeza.
-¿Viste televisión?
-No.
-¿Estuviste en el sol?
-No.
Te sigo espiando, enamorado de ti. Sacas el tenedor que habías olvidado y buscas las servilletas.
-Me estoy preocupando.
-¿Porqué?
-Es que ya diario me duele la cabeza.
-No es nada, tranquilízate.
-¿No será un tumor?
-Mejor arregla tu mente y solita te vas a curar.
Guardas la mermelada en el refrigerador. Vuelves a salir y entras con un trapo húmedo. Es un día tranquilo, normal, aunque muy bonito.
-Vámonos afuera, ya está.
-Voy.
Nos sentamos a platicar en silencio.
-¿Has comido bien?
-No te burles, soy una marrana.
El sol empieza a bajar y el cielo se vuelve rojizo; bello pero agresivo.
-David
-¿Mm?
-Me duele la cabeza.
El teléfono suena.
Número equivocado.
Estás muerta.
Ya no te duele la cabeza.
19 de julio de 2000
David Moreno Guinea