HA VENCIDO EL HOMBRE A DIOS?
Este es uno de los problemas interesantes de la época actual; la razón es sencilla: la época contemporánea vive un profundo desencanto. Desencanto del liberalismo, del pseudosocialismo, del cristianismo. El hombre actual es un ser desencantado.
Pero los períodos de desencanto son breves en comparación a aquellos en que el ser humano se deja impactar por alguna ilusión.
Hay varias razones para pensar que Dios no ha vencido al hombre, pero que el hombre tampoco lo ha vencido. Es una guerra de guerrillas en la que el hombre estratégicamente parece tener las de ganar en la afirmación total y radical de su autonomía. Procuremos desenvolver estas razones.
Religión y actitud moderna
La actitud moderna ha sido políticamente muy clara: la emergente burguesía europea necesitaba disputarle el monopolio político a la iglesia católica. Para esto inventó un Dios personal. Es decir, que el hombre para comunicarse con Dios no necesita de ningún intermediario. Si la iglesia católica tenía el monopolio de esta intermediación, entonces, políticamente, era a ella a quien se estaba golpeando y a nadie más.
Cuando las facciones clerical católica y protestante comenzaron a guerrear, tras ello se escondían intereses concretos, la concepción y poder feudal encarnado en el catolicismo versus la concepción y poder de la burguesía encarnada en el protestantismo. La imposición del principio de la tolerancia religiosa en realidad constituía una victoria protestante y liberal.
Pero practicar este principio no implicaba pasar por alto que, si políticamente se usaba el púlpito para agitar a la gente, entonces el estado se reservaba el derecho de actuar y reprimir al agitador que incitase a la sedición; oficialmente se asumió que el asunto religioso no debía afectar los asuntos del Estado: el Estado se declaraba formalmente neutral. Bajo esta regla el Estado controlado por la burguesía se libraba de la presencia católica, pero sería ingenuo suponer que no protegía a los protestantes; lo hacía desde el momento que se declaraba neutral.
Esta posición neutralista, en la práctica golpeaba a la iglesia católica. Después de todo eran católicos los que habían gozado del favor del Estado feudal, en la etapa en que los asuntos de la Iglesia se confundían con los políticos.
Que esta posición neutralista era una hipocresía, es fácil de demostrar. Cuando los liberales tomaron el poder en Inglaterra por obra política y militar de O. Cronwell se permitió la confiscación de tierras y propiedades de aquellos comprometidos con el bando católico; de las que el honorable y muy creyente señor O. Cronwell salió bien forrado. Tal hecho no supuso, ciertamente, delicadeza con el bando perdedor.
Así que en esta película de guerras religiosas entre facciones, que escondían netos intereses políticos y de las facciones religiosas contra los que, bajo manto religioso, apuntaban a intereses políticos divergentes a los que estaban en conflicto no peleaban buenos contra malos. Ambos, católicos y protestantes, eran negativos.
Otro ángulo del problema radica en la perspectiva científica presente en este cambio político. La emergente burguesía hacía de la naturaleza objeto central de su preocupación, en oposición, como era de esperar, a los objetivos clerical-católicos. Para el científico se reforzó la famosa doble verdad. Una cosa es la verdad divina y otra la verdad científica.
La actitud de la iglesia en los inicios de la ciencia moderna no fue tan represiva como cuando esta ciencia comenzó a cobrar fuerza; y, sobre todo, cuando de sus datos comenzaron a sacarse consecuencias que afectaban, de forma integral, el sistema general de creencias que sostenía la ontología general del ser fundado en la física medieval, y se derivaron los cuestionamientos hacia el ángulo político. La ciencia implicó un cuestionamiento bifronte: ontológico y político.
Y esta actitud represiva no fue sólo de los cristianos-católicos, en ellos se nota más porque estuvieron en la mira de la tormenta política de la época. Como que eran los protagonistas. Pero los clerical-protestantes no fueron mejores. Su actitud también fue represiva. Aunque en estos se notase menos.
La actitud de los científicos, también fue problemática; la más de las veces tuvieron que mimetizarse o utilizar un lenguaje escondido para evitar las represalias, o declararse fervorosos creyentes, o salir del país para imprimir clandestinamente sus trabajos. En suma, les fue muy difícil hablar con tranquilidad de sus investigaciones y logros.
Otro mecanismo de separación de la feligresía católica con el aparato eclesiástico-católico fue el que se manejó en las esferas protestantes en materia de fe. La fe católica exigía obras para que se plasmase en hechos esta. El aparato eclesiástico-católico era usualmente un gran beneficiado de ello. La fe protestante reducía el problema a una relación de feligrés protestante con Dios basado en la sola fe. Excluía el elemento de las obras. Este aspecto significaba también un rudo golpe al aparato eclesiástico-católico.
En síntesis, la emergente burguesía postuló que la religiosidad popular no tenía que estar univocamente relacionada con el aparato eclesiástico-católico. Se podía creer en Dios prescindiendo del aparato católico. Y para el científico, proclamó la doble verdad. Podía creer en Dios pero la esfera de la creencia en Dios no intervenía en su trabajo científico. Eran esferas distintas. Finalmente, estableció que podía haber fe sin obras.
La religiosidad popular
Este problema es interesante. Según el razonamiento cristiano-católico la existencia de la religiosidad popular prueba la existencia de Dios.
El concepto de religiosidad popular, o mejor, de religiosidad, remite necesariamente a un sentimiento
religioso. El problema que se suscita sin embargo es este ¿el sentimiento religioso tiene un contexto únicamente relacionado con Dios?. Me parece que no. Se comete un error de unilateralidad.
El sentimiento religioso no es privativo de la relación con Dios. Existe desde el momento en que el sujeto es capaz de afirmar cotidianamente de forma delicada, fresca y alegre su relación con un ideal moral. Para decirlo de otra manera, desde el momento que vivencia un ideal moral. La religiosidad puede ser canalizada en un sentido religioso-confesional relacionado con Dios y vivir conforme a las exigencias de la divinidad definido por la iglesia correspondiente. Pero la religiosidad es un concepto más amplio, engloba toda relación con un ideal moral y/o vivencial entre los cuales Dios es uno más. No el único, ni el mejor o superior.
El sentimiento de solidaridad que nos inspira el prójimo, por cualquier razón, es un sentimiento religioso si se vivencia correctamente. Por este sentimiento de solidaridad se puede vivenciar de distintas maneras. Que este sentimiento esté contenido en la interpretación cristiana, sea cual fuera la iglesia confesional, bajo la forma general de "amor al prójimo", es una interpretación legítima, pero no es la única. Pero resulta, si, erróneo, pretender que la forma cristiana de interpretación sea la única legítima. Y que sea superior porque se habla de Dios para ello. Igual cosa podría decirse de otros sentimientos que forman parte de la religiosidad laica, no-clerical, del ser humano.
La religiosidad popular que vivencian las personas sencillas se mueve con pureza de sentimiento, pero está asociado únicamente a Dios, aunque podría no estarlo y ser, igualmente, una religiosidad legítima.
Y de aquí procede el otro ángulo del mismo problema. Así como existe una religiosidad popular que suponemos invívito en la gente sencilla porque lo asociamos a Dios, podría pensarse en la irreligiosidad de esa misma gente, también presente en ellas. En efecto, la irreligiosidad presente en la gente sencilla significa, simplemente, que su religiosidad no se vincula exclusivamente con la idea de Dios. Son irreligiosos para los clerical-creyentes, o para aquellos que han canalizado su religiosidad por alguna forma clerical de interpretación. Pero desde nuestra posición, son irreligiosos del tipo clerical-creyente, pero no los inválida para tener una religiosidad ligada a alguna moral no relacionada con Dios. Y ser igualmente legítima.
En síntesis, Dios no es privativo de las iglesias confesionales. Y, en segundo término, el sentimiento religioso no está únicamente relacionado con Dios, sea cual sea el tipo confesional, lo está en general con cualquier ideal moral, entre las cuales Dios es uno más.
El mundo moderno y el primer embate: anticlericalismo
La actitud de la emergente burguesía con respecto a la religión desde el lejano siglo XVII a la actualidad ha pasado por diversos momentos.
El primer momento radica en la enorme influencia de la posición de la burguesía emergente en amplias capas sociales e intelectuales de la sociedad inglesa, y europea. Expresado en una discreta indiferencia a la cuestión religiosa, o, por lo menos, desplazándola al orden privado. Sin embargo esto no niega el que junto a esta influencia estuviese presente también la católica.
Un segundo momento, más complejo, ocurre cuando la burguesía afincada en el poder necesita adiestrar a la fuerza de trabajo productiva, para aumentar su capacidad y elevar su productividad. Esto genera que otro fuerte y organizado sector social se vaya familiarizando con la ciencia y la técnica, y en particular, con las formas de pensar objetivas.
El conocimiento, en particular el objetivamente fundado, el científico, durante un largo período de la historia de occidente, jugó importante función destructora, mejor sería decir socavadora, de la idea de Dios en el ámbito de las fuerzas laborales y del proletariado.
Un tercer momento se da cuando la idea de Dios se debilita severamente. El proletariado, como clase, entra en la arena histórica. En general, el socialismo premarxista, si bien políticamente utópico en el orden moral era filantrópico. Y, respecto a Dios, su posición era pre-atea --es decir pre-atea porque no había una conciencia filosófica que fundamentase un ateísmo doctrinal-- por lo doctrinal y atea práctica por lo vivencial.
Un cuarto momento corresponde al enfoque de la religión desde el marxismo. El marxismo refleja la madurez del proletariado europeo. Y es archisabido que a su filosofía materialista dialéctica, le es fundamental el ateísmo doctrinal. En el siglo XX este ateísmo se expande a otras clases a través del programa político marxista, aunque es una condición secundaria respecto a ese programa. Su momento más alto es cuando el ateísmo se impone a nivel de Estado.
Pero hay aquí un ángulo sobre el cual llamar la atención. El marxismo es una síntesis que se lleva a cabo en el seno de la clase obrera, que favorece estos intereses. Abierta y radicalmente aboga por el derrocamiento por vía revolucionaria del Estado burgués. Esto significa que, en sentido estricto, el proletariado asuma una posición no pre-atea sino abiertamente atea. Política y moralmente es antiliberal y, por el enfoque relativo a Dios, ateo por la filosofía materialista.
El orden demoliberal cumplió su tarea histórica de quitar de en medio el poder de la feudalidad, material y espiritualmente, respecto a Dios se quedó en la indiferencia religiosa reduciendo la cuestión a lo privado. Pero una vez que su enemigo político el proletariado aparece para disputar el poder, por necesidad política cambia de actitud respecto a la religión. Así como antes era su enemiga, se une a ella para combatir al socialismo marxista revolucionario. Uno ataca el ateísmo y el otro la política del socialismo. La religión es antimarxista por antimaterialista. Los liberales son creyentes por antimarxistas en política.
El mundo contemporáneo y el segundo embate: ateísmo
Las ideas religiosas fueron fuertes mientras tuvieron el poder del Estado, pudieron con ello teñir las relaciones sociales de religión. Los liberales comprendieron esto y lo enfrentaron. El mundo contemporáneo es la extensión del mundo moderno al presente. El orden contemporáneo es y sigue siendo el orden demoliberal ya no en su fase heroica y revolucionaria, pero si en su fase de bombero, cuando teme hasta de su sombra.
Veremos al mundo contemporáneo desde varios ángulos: el desarrollo de la ciencia natural; el desarrollo de la ciencia social; de las perspectivas de la filosofía de carácter objetivo y no objetivo; de la educación de las amplias capas sociales; de lo político.
Desde el ángulo de la ciencia natural se asume lo que se denomina un materialismo metodológico aunque no necesariamente ontológico. La ciencia natural en materia ontológica se declara agnóstica. Aunque hay una minoría que asume científica y ontológicamente el materialismo filosófico en la variedad naturalista y dialéctica, Y otra minoría que saca conclusiones idealistas religiosas de las evidencias científicas en el orden ontológico.
En esta posición de científicos que sacan conclusiones ontológicas idealistas-religiosas de los datos de la ciencia natural, hay que distinguir la posición protestante-evangélica y católica.
Tienen en común ambas posturas en que se oponen terminantemente a que los científicos y filósofos materialistas saquen conclusiones materialistas de datos de la ciencia. El argumento es que no "tienen derecho" a ofender la dignidad de Dios. Pero es el caso que ellos si pueden hacerlo en nombre de la "salvación del hombre". La pregunta razonable es: ¿y quién les da a ellos el derecho de prohibir?. La doble vara para medir, más parece cosa del hombre que de dioses.
Pero hay una diferencia entre las posturas protestantes-evangélicas y la católica.
En términos generales los protestantes-evangélicos son biblistas. Asumen literalmente La Biblia. Mientras que los católicos son pragmáticos, dicen simplemente que los científicos tienen un límite, y ese límite es Dios. Si La Biblia es adaptable se le da la interpretación correspondiente. Y si hacerlo genera problemas entonces se matiza apropiadamente. Los protestantes-evangélicos hacen jurar a los científicos que respetarán las escrituras para pertenecer a sus sociedades religiosas. Los católicos no llegan a tanto, pero tienen dos maneras de hacerlo discretamente: 1) sintiendo "pena moral" por los científicos, 2) teniendo su propia academia de ciencias en El Vaticano con fines de interpretar y concluir de los datos de la ciencia cosas que no afecten la existencia y dignidad de Dios. Tarea que no hacen los teólogos sino los científicos, en colaboración estrecha con los teólogos. Lo que confirma la doble vara para medir.
En síntesis, las confesiones religiosas le dicen a los científicos y la ciencia: no más allá. Y la ciencia y los científicos, como es natural y correcto, no les hacen caso. Desde la ciencia natural, se pueden inferir conclusiones no favorables a la existencia de Dios y sí a su inexistencia. La ciencia natural camina a la expulsión definitiva de Dios y la religión.
En el orden de la ciencia social, las interpretaciones que abogan por la divinidad se puede decir que son completamente nulas. La filosofía de la historia ha pasado de interpretaciones ontológicas idealistas-religiosas a interpretaciones ontológicas empíristas, hasta concluir en las ontológicas de base materialista. Y, desde el punto de vista historiográfico, la variable Dios ni se conoce. En sentido estricto, Dios y la religión han sido expulsados de la ciencia social.
Algunos afirman que Dios por sus misteriosos caminos permite que el hombre se independize de él, y, además, se vuelva contra él. Pero no hay misterio alguno. Así como somos capaces de usar las leyes de la naturaleza para nuestros fines constructivos/destructivos, igualmente las leyes de la historia y la sociedad las usamos para nuestros fines constructivos/destructivos. No hay dioses, hay regularidades. Y es cosa estrictamente humana.
Y esta posición trae aparejada una cuestión moral, y es que como especie no necesitamos arrastrarnos ante nuestros temores humanos y divinos. La posibilidad de conocer las regularidades nos libera de esos temores, aún cuando como individuos podamos sentir que ellos pueden ser más fuertes. En este ámbito las morales laicas contemporáneas de diversa índole prescinden de dioses.
En el orden de las filosofías objetivas diremos esto Ontológicamente se puede afirmar que el neotomismo es en occidente la única filosofía masiva y seria que aboga por dioses. El neopositivismo y positivismo se declaran agnósticos o negadores, aunque hay posturas individuales favorables. Su culto a los hechos, pese a su filosofía, se contradice con los datos de la ciencia y colisiona con el materialismo metodológico. Sin embargo, pese a esto, ontológicamente los ubico más en el campo materialista, pues parten de un ser dado, no creado. Del marxismo ni que decir. Aclaro que este enfoque es ontológico, de ninguna manera gnoseologizante (el dogma de la gnoseología es querer reducir la filosofía a teoría del conocimiento).
En el orden de la educación de masas es clara la secularización del pensamiento. Generación tras generación se incorporan a los centros de formación y aprenden allí otro enfoque de las cosas, un enfoque más objetivo del mundo natural, social y conceptual, inevitablemente ligado a un criterio general transformador. Este proceso masivo pero conciente comienza recién en este siglo XX.
Se une este aspecto el de la poderosa socialización de la información. Información objetiva de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento. Lo religioso se torna un hecho más. O, en su defecto, se comercializa. Pierde con ello la religión uno de sus elementos más sustanciales, el elemento de misterio. Y se dispersan en múltiples quimeras. Pierde, asimismo, la forma feudal de cómo el ser humano interioriza y reflexiona sobre sí mismo. es decir, una interiorización en que el individuo se asume o se inserta en lo social de manera no-antagónica externamente, porque la religión y la iglesia unían externamente lo que era una contradicción antagónica, propiedad privada, relación social, política y moral. Con el liberalismo esta relación aflora en su real naturaleza. Este es el ámbito en que occidente liberal ha golpeado despiadadamente a los creyentes, a los aparatos religiosos.
Lamentablemente los liberales no supieron generar y autoasumirse desde su orden un nuevo orden moral colectivo más centrado. Cuando la economía de libre concurrencia genera el monopolio una superestructura imperialista, crea en el individuo un correlato moral que se asume diferente a lo social y contra lo social. Produce así las formas del individualismo liberal en sus dos momentos históricos: la una creativa, la otra degenerada. A estas formas degeneradas, herencia de la sobrevalorización del individuo por parte del orden demoliberal, es a lo que llaman "materialismo" "hedonismo" y otras cosas más. Y este "materialismo" moral degenerado es moral pragmática, vulgar, monetarizada.
El orden demoliberal propicia así una monetarización de las relaciones humanas, de las relaciones sociales en sus dos fases históricas. Y el culto de lo que se puede obtener. No es negativo aspirar a vivir bien, es malo cuando a esa aspiración le acompaña la injusticia.
El Occidente contemporáneo y liberal ha perdido la brújula de forma total. No sólo vive de cabeza sino quiere hacernos creer que su podredumbre es buena, justa, positiva, humana. Y, lo que es peor, que ha sido así siempre, así es, así será. Su teleologismo dogmático es bastante estrecho. Además uno de los rasgos más típicos de la actual mentalidad liberal en la fase de los monopolios, la mentalidad consumista.
La mentalidad consumista -definiendo provisionalmente- es el lento proceso de cómo se entiende el ser humano en su relación con otro ser humano en la producción y a través de ella. La mentalidad consumista no es de ahora, viene desde la instauración y desarrollo del orden demoliberal y está estrechamente vinculada a la relación: libertad, propiedad, derecho natural; trilogía característica de las primeras formas de como los liberales se enfrentaban al aparato eclesiástico político de la Iglesia católica.
La libertad de los liberales era la libertad del individuo situado frente a la sociedad y, principalmente, frente a la propiedad. Era la libertad del individuo de obtener propiedad según su capacidad para hacerlo. Tal ideario era el de la emergente burguesía. Era el individuo frente a la sociedad, o, mejor, era el individuo enfrentando a la sociedad por el asunto de la propiedad. Era la libertad de la naciente burguesía.
Esta mentalidad basada en la posesión de propiedad privada de medios de producción engendró la mercantilización de las relaciones sociales. Las relaciones sociales se entendían como la capacidad de tener. Y quien no tenía, simplemente, no era nadie. Está aquí la raíz de suponer el dinero la máxima aspiración del ser humano. Es la moral y valoración descarnadamente mercantil. No hay más valor y moral correctas que tener dinero, es una forma de pensar, de actuar y sentir. Es una forma de pensar, un patrón de valoración y una moral. Así como Dios podía ser en la sociedad medieval el eje de todo lo cotidiano, en la sociedad liberal el eje de lo cotidiano es la propiedad privada e individual. Su expresión más elevada e ideal es el culto al dinero.
Cuando se ingresa a la era de los monopolios esta mercantilización de las relaciones sociales cobra todo su esplendor. Ya no hay pretexto para endiosar la propiedad privada y poner el lucro como un ideal justo, correcto, bueno y humano cuando no lo es. Ni siquiera puede ser considerado como un ideal moral positivo, (ni menos como una matriz valorativa).
Y esta loca y desesperada carrera por tener, por lucrar como sea, donde sea y a costa de quien sea, hunde al ser humano en una loca carrera individualista. El individualismo de la fase monopolista es una ideologización negativa del individuo; es el egoísmo del orden demoliberal que se cubre las espaldas. La consecuencia práctica es que en esa loca carrera vive volcado al mundo como cosa. No es solamente que el ser humano en el extrañamiento, que deja muy claramente estipulado K. Marx, cobre vida, este extrañamiento adquiere autonomía relativa. Tiene una dinámica propia, involutiva, sobre el mismo individuo. Perdido en ello se pierde a sí mismo cuando deja de vivenciar su mundo interior, cuando su mundo interior se deja dominar por la lógica del lucro. Es más o menos como el sujeto que queriendo alimentarse bien, desde su infancia, se alimentase sólo de lo rico en proteínas. Consecuencia práctica, enfermedad. El organismo para alimentarse requiere no sólo proteínas. También requiere otros alimentos, un alimento balanceado. El individuo enloquecido por lucrar sufre un desbalance lógico - espiritual. Enloquecido por lucrar mutila los otros ámbitos de su mundo valorativo. Le cambia el diseño valorativo, que potencia y actualiza en una actitud negativa ante lo social y el projimo. Así se desarrolla, así vive, así muere. Es otra forma de patología de lo normal: adicción al yo, narcoyoísmo. Es individualismo enfermizo.
De esta manera sedimenta el otro lado de la cara exitosa, junto al exitismo va la enfermedad que aplasta a la sociedad monopolista: el temor, la soledad, la angustia, el aislamiento. Es la neurosis de nuestra época. Es su calvario, su cadena, su tortura, su condena, es, en suma, su infierno.
Y este problema espíritual y psicológico no es un problema filosófico, ni moral, ni religioso. Es un problema centralmente político. Es el orden político demoliberal quien desde el Estado potencia todos estos ámbitos, que subyacen tras la relación social política. El orden político demoliberal engendra sus propias relaciones sociales, edifica su propia superestructura espiritual, y políticamente las defiende. Y es esto lo que proyecta a la sociedad. Relaciones sociales y moral pútrida; consecuencia práctica, hombres putrefactos. Somos el producto, como esencia humana, de nuestras relaciones sociales, sostenidas políticamente por el Estado, estando mal éstas, el hombre también lo estará.
De allí que la posición de las iglesias confesionales sea declarativa. Según esta teoría cuando el corazón del hombre cambie, cambiará todo (efecto multiplicador de la bondad). Lo que significa que cuando el hombre deje de ser egoísta cambiará todo. Pero el egoísmo está potenciado por el Estado, protegido por el sistema político. Es un egoísmo político liberal. Ellos edifican el orden social, han modelado el estado a su imagen y semejanza y según necesidad. Es un egoísmo impuesto. De nada servirá el cambio del corazón del hombre si se olvida este hecho real. Coactivo. No es el individuo el que modela al Estado, es el Estado el que modela al individuo.
Otro elemento a tomar en cuenta es que ha existido la experiencia del socialismo (URSS: 1917-1955; China: 1949-1976). Es decir, Estados que proyectaban a todas las clases sociales el ateísmo. Globalmente este trabajo no ha sido vano, en estas sociedades hay, en general, escepticismo en todo lo relativo a Dios. Pero no olvidemos tampoco que hay fuertes bolsones de creyentes. Lo que significa que la experiencia de ateísmo en ellos ha supuesto, en la práctica, una anemización de la religión. No su desaparición.
En síntesis, el embate ateísta primero anticlerical por parte de la burguesía; ahora ateísta política y filosóficamente socialista, está en mejores condiciones de anemizar esta idea de la existencia de Dios.
El ateismo práctico
Definiremos provisionalmente el ateísmo práctico como aquello consistente en vivir la vida cotidiana sin tener a la divinidad como eje de ésta. Es vivir cotidianamente sin ningún tipo de exigencia valorativo cristiana, o, con una exigencia valorativa cristiana mediatizada.
El ateísmo práctico viene a ser la manera como concilian el cristianismo y el liberalismo en lo cotidiano. Las relaciones sociales de tipo liberal llenan todos los poros de la sociedad. Mientras que los valores cristianos se cultivan en el seno familiar. El problema es que llega un momento de choque entre uno y otro. Chocan las exigencias reales de las relaciones sociales liberales con las exigencias valorativas cristianas provenientes del hogar. El conflicto antagónico entre lo objetivo y subjetivo se resuelve mediatizando valorativa desigualmente, ritualizando y privatizando lo subjetivo.
Mediatización valorativa desigual, significa que se exige lo cristiano para ciertos ámbitos de lo personal y que adopta el ambiente, es decir, se exige más cristianidad en ciertos temas que socialmente se consideran muy sensibles, moral, familia, sexo, erotismo, hijos, etc; ritualización, cumplimiento de las formas; privatización, es decir, horizonte reducido a lo privado - individual, lo privado-familiar, lo privado-amical, lo privado-grupo social, privado-clasista. Así, en el cristianismo del Perú si bien hay estas grandes corrientes: protestante - evangélico y católica, los problemas que menciono sugieren que hay tendencias y matices.
El cristianismo, en síntesis, está inficionado de liberalismo, fragmentado clasistamente y sin poder controlar ni remontar el liberalismo. La iglesia misma, con su permanente afán de "situarse" en el mundo, pierde su esencia pero al no hacerlo la perdería también, la razón es simple: no es la iglesia feudal la que subordina al mundo liberal, es el mundo liberal el que subordina a la iglesia feudal.
Finalmente se hace necesario investigar el nexo entre las relaciones sociales objetivas y el mundo subjetivo entendido como patrones y modelos de valoración. En otros términos, las relaciones sociales, en particular la política en relación con las matrices valorativas, costumbres, hábitos, etc, actuantes en lo cotidiano.
¿Debemos entronizar al hombre como un nuevo Dios?
La respuesta es simple, de ninguna manera. El hombre que pertenece a la especie más arrogante de la naturaleza pretende ocupar el lugar de Dios. No es correcto. La idea que propongo es que no necesitamos de ningún Dios llámese hombre, Dios, economía, ciencia, etc. Basta que sepamos realizar nuestra individualidad en lo social, no al margen de él o contra él. No necesitamos el individualismo sea cual fuera su naturaleza, necesitamos un nuevo individuo. Así como es posible realizar el egoísmo desde el Estado, es posible realizar el antiegoísmo también desde el Estado. Después de todo el egoísmo es un producto cultural, no consustancial al ser humano.
En esta larga lucha contra el teísmo es claro que se le vence de a pocos. Históricamente se va enfrentando el problema según la dinámica de la lucha política. Es una batalla estratégica. Y la estrategia utilizada parece ser la de socavarla de a pocos, anemizarla, poco a poco ir arrancándole las garras.
Esta larga lucha contra el teísmo parece mostrar que se irá ampliando la base del ateísmo, sino bajo forma doctrinal, si, vivencial. Un neto y claro ateísmo práctico. Y esta es la segunda cuestión que se nota, el cada vez más amplio ateísmo práctico. Una cada vez más mayor indeferencia hacía lo religioso de tipo clerical.
Y, parece claro también, que, mientras mayor sea la capacidad de entrenamiento conceptual de los sectores productivos, será mayor la potencia para que el ateísmo se encuentre en sólidas posiciones.
Finalmente, el asunto del teísmo y cómo resolver este problema indica a todas luces que más que ser un problema estrictamente religioso, es más un problema centralmente político. En última instancia es el problema de qué tipo de orden político es el que lo potencia o no. Después de todo la politización de lo subjetivo, que está bajo control de determinadas relaciones sociales y de ella nutre su subjetividad el individuo, normativiza su existencia y se autorregula, no es abstracción.