Trabajo y Sociedad Indagaciones sobre el empleo, la cultura y las prácticas políticas en sociedades segmentadas Nº 3, vol. II, agosto-octubre de 2000, Santiago del Estero, Argentina ISSN 1514-6871 |
MAS ALLA DE LA TASA DE DESOCUPACION:
OTROS PROBLEMAS
DE EMPLEO EN SANTIAGO-LA BANDA EN LOS NOVENTA
Cambios y sesgos distributivos en dos
formas de subutilización *
Ramón
Antonio Díaz
Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales
Universidad Nacional de Santiago del Estero
rad@unse.edu.ar
Numerosas
exposiciones públicas y un variado listado de indicadores socio-económicos,
ubican a la provincia de Santiago del Estero entre las más rezagadas del país.
Esto resulta así no solamente atendiendo a su nivel de producto per-cápita[1], sino por la propia
composición sectorial del empleo y del producto, caracterizada por la
baja participación urbana de la actividad industrial y un sector agropecuario
con extendidos bolsones de
improductividad.
Estos rasgos conforman una provincia carente de las bases mínimas de competitividad y de concentración de capital privado en actividades de escala y potencial suficiente como para encarar un sostenido proceso de crecimiento. No obstante, en muchos indicadores sociales la posición retrasada que ocupa Santiago del Estero en el concierto nacional, es menos desfavorable en virtud de un generoso proceso de transferencia de recursos recibido por diferentes vías desde el Gobierno Nacional, cuyos efectos se sintetizan en la evolución de hogares y personas con Necesidades Básicas Insatisfechas, que favorecieron a la provincia durante la década del 80.
Enmarcado
por este contexto provincial, el aglomerado urbano Santiago del Estero-La Banda,
cuyas bases económicas son esencialmente burocráticas, concentra dos terceras
partes de la PEA urbana de la provincia de Santiago del Estero (el 66,1%),
según el Censo de Población `91). Por lo tanto, el estudio del mercado laboral
urbano provincial puede encararse con un grado razonable de representatividad
cuantitativa a través de dicho aglomerado, para el cual, por otro lado, se
cuenta con los datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) que el Instituto
Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) realiza en los principales centros
urbanos del país.
Este trabajo se propone analizar la evolución de dos formas de
subutilización de la fuerza de trabajo, en base a la información provista por
el mencionado relevamiento estadístico: la desocupación abierta y la
subocupación visible[2]. Además de examinar su nivel, evolución y composición de estas dos
formas de subutilización con la evidencia estadística disponible, se procura,
como objetivo adicional, identificar los sesgos que cada una de ellas puedan
presentar, en el sentido de perjudicar o no a ciertos y determinados estratos
de ingreso de los hogares o de los ocupados. Este abordaje, a su vez, significa
un aporte al conocimiento parcial de la influencia de algunos fenómenos
provenientes del funcionamiento del mercado laboral sobre los patrones
distributivos vigentes y sus cambios.
El análisis se extiende a lo largo de la década del 90, período
atravesado por algunos cambios significativos a nivel de la economía nacional,
desde los picos hiperinflacionarios de 1989-91, pasando por la aplicación del
plan de convertibilidad y la crisis recesiva de 1994-95 generada a partir de
los desequilibrios externos de la economía mexicana (el denominado efecto tequila). Quedan excluidas, en lo
fundamental al menos, las consecuencias de la recesión de los años 1998-99
provocada por los impactos de las crisis de pago externo de las economías del
Este y acentuada a partir de la devaluación brasileña de 1999.
Asimismo, es pertinente
fundamentar el abordaje, para Santiago del Estero-La Banda, de una problemática
exhaustivamente tratada en diversos trabajos, generalmente referidos al Gran Buenos Aires. En esencia, el propósito
de sus autores se ha centrado en el análisis de los impactos producidos por los
profundos cambios en las reglas del juego y en las reformas introducidas en
América Latina desde la crisis de la deuda de comienzos de los 80, e
intensificadas en nuestro país desde inicios de la siguiente década[3].
Sin embargo, en
el aglomerado bajo estudio las reformas o transformaciones se instalan en el
marco de una estructura económica cuyo “sector moderno” no puede caracterizarse
en términos de empresas o grupos de ellas tecnológicamente o de alta
productividad, productora de bienes predominantemente destinados a mercados
externos o nacionales cuyas fluctuaciones pudieran servir como elementos
transmisores al interior del sector urbano provincial de auges o de crisis
originadas fuera de la provincia.
En su sector
económico urbano más formalizado, el aglomerado presenta una alta incidencia
del sector público, donde las variables de cantidad (ocupados estatales) o de
precio (salarios) son determinaciones institucionales que introducen una
componente de fuerte rigidez al mercado laboral. De manera que tanto el
desempleo de origen tecnológico, como las alteraciones de precios relativos de
origen cambiario no impactan de un modo directo en el ingreso o empleo urbano.
No puede decirse lo mismo de las coyunturas
recesivas que emergieron de situaciones de incertidumbre y de corte de
la cadena de crédito que se extendieron por toda la economía nacional y que
afectaron también los componentes internos de la demanda urbana (p.ej.: durante
del efecto tequila de 1994-95).
Esto no
significa, sin embargo, que el aglomerado no registre la incidencia las
reformas económicas operadas en la economía argentina durante la década. Así,
por ejemplo, es previsible que la estabilidad de precios haya dinamizado la
actividad e introducido un elemento de progresividad en la distribución. En
cuanto a la política salarial, se advierte que por primera vez se aplican
reiteradamente reducciones nominales de sueldo en la administración pública en
los niveles superiores y medios del escalafón (en 1994-95), estrechándose
considerablemente la brecha de remuneraciones.
En cuanto a la
creación neta de empleo, es evidente que si bien perdió capacidad de absorción,
el estado provincial no actuó como una
fuente de expulsión de personal muy importante. A favor del desplazamiento de
la fuerza de trabajo hacia el sector privado se pueden mencionar medidas como
las jubilaciones anticipadas y los retiros voluntarios del período 1994-95, y
las privatizaciones encaradas tardíamente, recién desde 1994, y no se produjeron despidos masivos de la
planta administrativa. Aunque en
términos netos pudieran haber contribuido a acumular problemas de empleo, es
improbable que la incidencia de estas medidas hayan sido muy significativas en
términos cuantitativos.
En el ámbito
privado, la globalización y las reformas económicas de los 90 trajeron consigo,
como consecuencia del proceso de concentración económica resultante, la
presencia de capitales en algunos sectores orientados al sector servicios.
Además de los ligados a la privatización de los servicios públicos
(electricidad, gas, agua) se registró su presencia en el comercio minorista y
los servicios (instalación de super e hipermercados, venta de
electrodomésticos, seguros, administradoras de fondos de jubilación y pensión,
medicina prepaga, tarjetas de crédito, etc.). Esto, en el segmento más formalizado y concentrado del
sector privado.
Además, la
liberalización de los mercados y las nuevas formas de consumo asociadas al
avance tecnológico, abrieron también un
margen o espacio para la movilización de capitales locales de mediana o
pequeña envergadura (farmacias, remises, locutorios, estaciones de servicio,
etc.).
Adicionalmente,
en un tercer nivel que abarcó las esferas pública y privada, las modalidades de
empleo promovido y los planes oficiales traducidos en ocupación transitoria y
subsidiada de la mano de obra junto con la flexibilización de hecho, fueron
inductores de precarización del trabajo y de deterioro en la calidad de los
empleos.
En la década, entonces, pueden
distinguirse algunos factores de dinamismo y de cambio en
el mercado laboral
de Santiago del
Estero-La Banda; en este trabajo
se pretende arrojar elementos de juicio sobre las posibles implicancias de
los mismos la estructura, nivel y sesgo distributivo de las dos formas de
subutilización de la fuerza de trabajo consideradas.
Desempleo abierto
Es el rostro más visible de los problemas de empleo; a menudo la atención y las expectativas públicas se concentra en el indicador que lo mide, la tasa de desocupación abierta, que sólo proporciona una visión parcial e insuficiente, que ha llevado con frecuencia a esperar una asociación inversa entre su nivel y el grado de desarrollo del ámbito geográfico correspondiente[4], sin tener en cuenta la existencia de otros mecanismos de ajuste del mercado laboral (variaciones de la tasa de actividad , las migraciones, la flexibilidad de las retribuciones o la calidad del empleo). Suele también dejarse de lado la sensibilidad de la demanda de trabajo a las fluctuaciones del nivel de actividad que se desprende de la estructura sectorial de la ocupación y del producto del área en cuestión. Las mencionadas omisiones han impedido resolver la aparente contradicción de una tasa baja de desempleo en un contexto de subdesarrollo económico.
Precisamente, en el cuadro 1 figuran, para la década del 90, las series de la tasa de desocupación del aglomerado Santiago del Estero-La Banda, vis a vis los promedios nacionales.
(En porcentajes)
Año |
Aglomerado |
Promedio nacional |
||
Mayo
|
Octubre
|
Mayo
|
Octubre
|
|
1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998(*) 1999(*) |
4,2 4,1 2,8 4,0 2,7 8,6 11, 11,1 9,8 7,2 |
2,8 3,2 2,3 3,9 4,6 8,6 12,4 9,4 4,8 8,7 |
8,6 6,9 6,9 9,9 10,7 18,4 17,1 16,1 13,2 14,5 |
6,3 6,0 7,0 9,3 12,2 16,6 17,3 13,7 12,4 14,2 |
Fuente: Encuesta Permanente
de Hogares (INDEC). (*) En los años 1998/99 se relevó una onda
adicional en agosto Los datos fueron: en 1998, 10,6 y 13,2 %; en 1999, 6,0 y
14,5% (aglomerado y promedio del total de aglomerados del país,
respectivamente) |
Las cifras permiten confirmar que en una de las provincias más rezagadas del país según lo reflejan diversos indicadores socioeconómicos, la tasa de desocupación se mantuvo durante toda la década por debajo del promedio nacional, lo cual ha sido una constante histórica[5]. Sin embargo, es evidente que el quiebre que se produce en 1994-95, marca el comienzo de una escalada de la tasa que alcanza su nivel récord en octubre
de 1996 (12,4%). Este abrupto ascenso, que ubica la tasa en un nivel superior[6], se corresponde -con algún desfasaje relativo al promedio nacional- a las consecuencias que en materia de destrucción de empleos se atribuye al efecto tequila. Posteriormente, dicho indicador experimentö variaciones bastante compatibles con el comportamiento del ciclo a nivel país, con algún descenso en el período 1997-98 y un nuevo repunte durante la fase recesiva de 1999.
Como dato complementario al nivel y evolución de la tasa, es menester
examinar los indicadores sobre la duración del desempleo que se exhiben en el
cuadro 2. La tendencia que se verifica es consistente con en los movimientos de
la tasa, en el sentido de mostrar un profundo deterioro entre 1994-96, con una
reducción en 1998 que no permite retornar los valores iniciales de la década.
Cuadro 2
Indicadores de duración del desempleo
Año |
Duración del desempleo (en meses) |
% desocupados por 6 meses y más |
1992 1994 1996 1998 |
3,3 2,8 7,0 5,5 |
17,0 12,5 53,0 42,2 |
Fuente:Elab. propia,
en base a EPH (INDEC), ondas de octubre. |
De modo
coincidente, Murmis y Feldman (1997a) han destacado, en el marco de un proceso
creciente de fragmentación social, la agudización del desempleo de larga duración
para el Gran Buenos Aires durante la década del noventa, considerándolo un
verdadero “núcleo duro” de desocupación de difícil remoción para algunas áreas
sin diversificación productiva. Por su parte, en torno de la misma cuestión,
Pessino (1996) [7] afirma:
“Los largos lapsos de desempleo ocasionan costos sociales altos, puesto que la capacitación y la motivación pueden depreciarse durante largos lapsos sin trabajo y pueden surgir efectos de estigma por parte de los empleadores que se resisten a contratar personas que llevan mucho tiempo desempleadas.”
Para caracterizar la estructura del desempleo abierto y su evolución
durante el período, se han escogido los indicadores adicionales presentados en
el cuadro 3[8], cuyas cifras insinúan algunas tendencias importantes a lo largo de
una serie de cuatro ondas representativas, que permiten distinguir:
a.
Una período de desempleo abierto muy
reducido, con tasas de actividad y de empleo relativamente elevadas en función
de lo que históricamente predominó en el aglomerado, y que registra los efectos
iniciales del plan de convertibilidad, sobre todo los derivados de la
estabilidad de precios (1992-94).
b.
Un bienio donde se manifiesta plenamente el
impacto negativo del efecto tequila, con un ascenso muy fuerte de la desocupación,
y caída de las tasas de empleo y actividad (1994-96).
c.
Un lapso caracterizado que con altibajos
donde la tasa se ubica a niveles inferiores al pico de 1996, pero notoriamente
mayores a los pretequila (1996-98).
A lo largo de la
serie expuesta, se pueden apreciar algunos cambios importantes en la estructura
del desempleo. En este sentido, desde 1994 se observa una mayor
expansión de las desempleadas mujeres, una suerte de sesgo de género en
el fenómeno, lo que se ha mantuvo a lo largo del subperíodo de fuerte
crecimiento de la tasa acompañado por recesión
y persistió, más tarde, con la reducción de la misma. Por su parte, el
considerable ascenso en la proporción de jefes desocupados, agrava las
consecuencias de la desocupación independientemente del valor de la tasa. Esta
proporción se muestra en 1998 estabilizada y próxima a los niveles de 1996, a
pesar del descenso de la tasa.
Indicadores |
1992 |
1994 |
1996 |
1998 |
|||||
Sexo Varones Mujeres |
68,3 31,7 |
56,3 43,7 |
60,0 40,0 |
59,0 41,0 |
|||||
Relación de parentesco Jefes No jefes |
7,4 92,6 |
21,3 78,7 |
40,7 59,3 |
41,5 58,5 |
|||||
Edades Varones 15-19 20-34 35-49 50-64 15-64 |
24,9 64,5 10,6 --
-- |
22,2 53,3 22,2 2,3 -- |
15,9 52,5 20,9 9,9 0,8 |
19,2 49,9 20,0 10,9 -- |
|||||
Mujeres 15-19 20-34 35-49 50-64 15-64 |
7,6 69,1 23,3 -- -- |
25,7 54,3 17,1 -- 2,9 |
9,9 68,6 15,3 2,5 3,7 |
26,1 55,0 18,9 -- -- |
|||||
Educación ( 1 ) Varones Sin instrucción Primaria Secundaria Terciaria
o
Universitaria
|
10,8 64,1 25,1 -- |
6,7 59,9 33,4 -- |
15,6 58,0 26,4 -- |
10,6 53,6 31,4 4,4 |
|||||
Mujeres Sin instrucción Primaria Secundaria Terciaria
o Universitaria |
-- 30,5 69,5 -- |
11,4 45,7 42,9 -- |
9,9 51,6 32,1 6,4 |
3,0 32,3 52,0 12,7 |
|||||
Trabajo anteriorCon
trabajo anterior Sin
trabajo anterior (nuevos
trabajadores) |
78,0 22,0 |
71,3 28,7 |
55,4 44,6 |
78,6 21,4 |
|||||
Rama de actividadComercio Indust.
Manufacturera Servicios (Sector Público) Construcción Tpte.
y comunicac. Otros
|
37,4 15,6 22,0 (3,1) 18,8 6,2 -- |
28,0 5,3 36,8 (8,8) 21,0 5,3 3,6 |
20,3 11,9 25,7 (9,2) 28,7 7,3 6,1 |
28,8 -- 36,6 (11,5) 17,7 11,9 5,0 |
|||||
Categ. ocupacionalPatrón
o empleador Cuenta
propia Asalariados Trab. sin salario |
-- 25,1 74,9 -- |
-- 36,9 63,1 -- |
1,8 31,5 65,8 0,9 |
-- 24,2 75,8 -- |
|||||
Calificación
( 2 ) Profesional Calificados Semicalif.
y no calific. |
6,3 43,9 49,8 |
5,3 43,8 50,9 |
|
|
|||||
Calificación
( 3 ) Calificac. profesional Calificac.
técnica Calificac.
operativa No calificados Otros |
|
|
-- 11,1 59,0 29,1 0,8 |
-- 22,0 43,5 34,5 -- |
|||||
Fuente:
Elab. propia en base a EPH (INDEC), ondas de
octubre. (1) – Los niveles de instrucción incompletos fueron incluidos en el nivel
completo anterior. (2)– Según “Clasificación de
Ocupaciones” para EPH. (3) –Según
Normas de Codificación Actividades 024/91. |
|||||||||
En lo que se
refiere a la distribución de la desocupación por edades, se advierte entre los
hombres una mayor concentración en los tramos superiores a los 34 años; pero es
esto algo que se remonta al período previo al de altas tasas y que ya era
visible hacia 1994. Desde ese año, se
nota un cierto “estiramiento” del tramo afectado. En cuanto a las mujeres, desde 1992 más de la mitad de las
desempleadas se han ubicado en edades entre 20 y 34 años, llegando a
proporciones cercanas al 70% en coexistencia tanto con tasas generales de
desocupación muy bajas como con tasas muy altas (1992 y 1996, respectivamente).
Como contraparte, la proporción de las mujeres jóvenes desempleadas ha oscilado
fuertemente y en sentido inverso al de las trabajadoras de mayor edad.
Al examinar la
desocupación según niveles educativos, se puede apreciar para todo el período
que, sin diferenciar por sexo, los trabajadores más afectados fueron los de
educación primaria. Lo llamativo es cómo, desde 1996 comienzan a aparecer entre
los datos de desempleados varones y, sobre todo, mujeres con nivel educativo
superior (terciario o universitario). Para el Gran Buenos Aires, se ha
encontrado también la pauta de un crecimiento del desempleo, inicialmente entre
los trabajadores con menor capital humano, hasta afectar progresivamente a los
de educación secundaria y, finalmente,
terciaria. Esta tendencia, surgiría como resultado de la obsolescencia
que en dicho capital experimentan los trabajadores más educados a raíz del
acelerado proceso de reestructuración productiva y tecnológica[9]. Este proceso,
por cierto, poco tendría que ver en Santiago-La Banda con el comportamiento de
su casi inexistente industria manufacturera, lo cual limita sus alcances
explicativos en el caso objeto de estudio[10].
Del cuadro 3,
también se desprende que las variaciones del desempleo producen alteraciones en
la estructura educativa de los desocupados, básicamente a través de las mujeres
con educación primaria, con ocupaciones muy vulnerables (servicio doméstico).
Como balance neto de los años de la serie, se nota una mayor presencia de desocupados más
instruidos.
El análisis por
rama de actividad revela que la rama de la Construcción está claramente
sobrerepresentada respecto de su incidencia entre los ocupados[11], pero esta
sobrerepresentación se acentuó en el subperíodo de fuerte aumento de la tasa,
lo que es indicativo de la importancia de su contribución al desempleo,
confirmándose la sensibilidad de esta actividad al ciclo, máxime en una
estructura productiva con exigua presencia industrial[12].
El comercio,
otra rama presuntivamente generadora de empleo precario y, por lo tanto, de
desocupación, atenuó su preponderancia durante la fuerte suba de tasas y la
acrecentó nuevamente con la caída posterior, de donde se deduce que la cantidad
de trabajadores que el comercio arroja al desempleo exhibe cierta rigidez en
relación a los movimientos cíclicos.
En lo que se refiere
a los servicios, es constante su
subrepresentación a lo largo del período. En especial, las evidencias
disponibles sugieren el rol moderador que ha jugado el sector público pese a su
participación ligeramente ascendente en el desempleo, ya que la distancia con
la que tiene sobre los ocupados se mantuvo muy pronunciada.
Tal es, en
consecuencia, el panorama que ofrecen las principales ramas de actividad en lo
que hace a su contribución al desempleo en un aglomerado carente de una
actividad industrial significativa; ello supone la exclusión de una rama
caracterizada por fuertes fluctuaciones en materia de producto y empleo a la
cual se atribuye una significativa incidencia en la destrucción de puestos de
trabajo en los centros más industrializados y desarrollados del país, sobre
todo hasta 1994[13].
Debido a la dificultad de establecer correspondencias estrictas entre
las calificaciones que surgen de los dos criterios de codificación utilizados
por la EPH durante el período, sólo
puede decirse que entre 1992-94, lapso que debería registrar los cambios
estructurales derivados de la convertibilidad con crecimiento paralelo del
producto, la estructura de calificaciones de los desempleados no experimenta
alteraciones. Con posterioridad, en la onda de mayor tasa, la de 1996, se puede
observar que el desempleo afecta con
más fuerza a los trabajadores que ocupan los dos tramos inferiores de la
jerarquía, sobre todo a los de calificación operativa. La disminución posterior
de la desocupación incide en este tramo, en tanto que los más calificados
(calificación técnica) y los no calificados, no fueron reabsorbidos en igual
proporción, con lo que crece la importancia relativa de estas dos categorías.
Por lo tanto, en todo el período no se percibe un sesgo final definido en la
estructura del desempleo atendiendo al nivel de calificación.
La incidencia de
la precariedad y de las causas de la desocupación sobre el desempleo abierto
puede analizarse con datos que, para el aglomerado Santiago-La Banda y dentro
de las ondas tomadas como referencia, sólo permiten evaluar la evolución
1996-98[14] (cuadro 4).
Cuadro 4: Desocupados según estabilidad de la ocupación anterior. Santiago del
Estero-La Banda
(En porcentajes)
Trabajo anterior |
1996 |
1998 |
Permanente Otros: Temporario Changa Inestable Total |
26,4 46,5 3,6 23,5 100,0 |
23,1 31,6 11,3 34,1 100,0 |
Fuente:
Elab. propia, en base
a EPH (INDEC) |
La lectura del cuadro 4 ,
permite advertir una leve disminución en la
influencia de la destrucción de los puestos de trabajo permanentes entre 1996 y
1998. Sin embargo, dentro de las formas de trabajo no permanentes, adquieren
mayor importancia las ligadas a las formas “inestables”, en detrimento de los
trabajos “temporarios” , que son
característicos de actividades como las de la construcción, típicamente
discontinuas. Consecuentemente, el cambio apuntado puede atribuirse a que en
1998 la rama de actividad mencionada, principal generadora de los trabajos
temporarios, pierde significación en su contribución al desempleo frente a los
trabajos propiamente inestables.
Cuadro 5: Desocupados según causa de la
desocupación
Santiago del Estero-La
Banda
(En porcentajes)
Causas desocupación
|
1996 |
1998 |
Renuncias
(1) Despidos Falta
de trabajo Finalización
trabajo temporario Otras(2) Total |
5,6 28,3 20,0 40,0 6,1 100,0 |
3,5 36,2 19,2 28,7 12,4 100,0 |
Fuente: Elab. propia,
en base a EPH (INDEC). (1)- Incluye las respuestas 1, 2 y 3 de la preg. 42 del
cuestionario. (2)- Incluye las preg. 7,8 y 9 de la preg. 42 del cuestionario. |
En cuanto al origen
de la desocupación (cuadro 5), la gravitación que adquieren los despidos en
1998, se corresponde con la mayor importancia del trabajo asalariado en la
estructura de la
desocupación (es decir: mientras que los desocupados cuenta propia acompañan,
en su descenso, a la desocupación
total, los asalariados lo hacen en mucho
menor medida). Ahora bien,
en este último año, las causas de desocupación que no reflejarían de un modo
directo la insuficiencia de la actividad económica para absorber mano de obra
(renuncias o abandonos “voluntarios” y jubilaciones) ganan en peso relativo.
Por último, no necesariamente los datos de este cuadro son indicativos de mayor
intensidad de la precarización, tomada como factor impulsor de desocupación[15].
Subempleo visible
Esta forma de
subutilización , cuya tasa es sistemáticamente publicada por la EPH, registra
la existencia de puestos de trabajo cuya extensión horaria, inferior al límite
de 35 semanales, no se corresponde con
los deseos o expectativas laborales por una mayor extensión en las actividades
semanales manifestada por los entrevistados[16]. Por cierto,
también en la estructura del empleo se crean puestos que, con similares
características, se adecuan perfectamente a la disposición al trabajo de los
oferentes.
Este tipo de subempleo, en consecuencia, significa que la tasa de
empleo, utilizada como indicador del dinamismo de las unidades productivas en
lo que hace a la generación de empleo, puede ser ajustada para reflejar
únicamente la creación de puestos de trabajo “plenos”, o que llevan adscripta
una extensión horaria que satisface al trabajador.
Algunos comentarios son pertinentes a este segmento del mercado
laboral. En primer lugar, es una magnitud sensible a cambios en arreglos institucionales;
por ejemplo, cuando por disposición gubernamental hacia mediados de la década
del 80 la jornada laboral se en la administración pública (cuya incidencia en
el segmento de los subocupados fue del 45,8% en 1996) se redujo de 35 a 30 hs.
semanales, automáticamente esta tasa tendió a aumentar; durante la década del
90 no se produjeron modificaciones generales en la extensión horaria del sector
público.
En segundo
lugar, el concepto expresa un tipo de subutilización que no debe interpretarse
como sinónimo de informalidad o de baja calidad de empleos; si bien puede
coincidir o superponerse parcialmente con alguno de estos segmentos e incluso
participar de alguna de sus características, denota un fenómeno de naturaleza
diferente que, por esa razón, se trata por separado y no debe ser identificado
totalmente con el de baja calidad del
empleo. Aquí lo que se privilegia es el desajuste entre los atributos horarios
del puesto y los deseos o necesidades de quienes lo ocupan;
En tercer
término, la categoría se construye en base a una pregunta un tanto laxa; en
consecuencia, la cuantificación por la EPH de su valor “bruto” o total carece
de una consistencia equivalente a la del desempleo abierto (para el cual se
requieren indicios ciertos de búsqueda activa) y tiende a presentar una visión
algo sobreestimada de disponibilidad. Por esa razón resulta más robusta la tasa
que se obtiene en base a los subocupados que han buscado activamente modificar
su situación, es decir, trabajar más horas (subocupados demandantes),
identifica el núcleo de subocupados que revelan una actitud de disponibilidad
más decidida.
(En porcentajes)
Año |
S.del E.-La
Banda |
Promedio
nacional |
||||||
Mayo
|
Octubre
|
Mayo
|
Octubre
|
|||||
Tasa
total |
Deman-dantes
|
Tasa
total |
Deman-
dantes |
Tasa
total |
Deman-
dantes |
Tasa
total |
Deman-
dantes |
|
1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998(*) 1999(*) |
8,5 12,7 13,3 9,7 12,9 12,7 10,9 17,5 10,4 12,9 |
1,8 7,5 6,4 11,4 4,0 7,4 |
13,9 8,8 12,8 14,7 17,1 16,2 7,7 11,3 13,5 11,1 |
2,5 12,1 5,7 5,3 6,0 8,6 6,6 |
9,3 8,6 8,3 8,8 10,2 11,3 12,6 13,2 13,3 13,7 |
4,8 7,0 8,1 8,4 8,2 8,9 |
8,9 7,9 8,1 9,3 10,4 12,5 13,6 13,1 13,6 14,3 |
4,1 5,4 7,7 8,5 8,1 8,4 9,1 |
x90-94 (tasa
total) x95-98 “ x90-98 “ x94-99 (demandantes) |
12,4 12,9 12,7 7,4 |
|
|
9,0 13,0 10,7 8,0 |
Fuente: Encuesta
Permanente de Hogares (INDEC) (*) En los años 1998/99 se relevó una onda
adicional en agosto Los datos fueron: en 1998, 13,4 Y 13,7%; en 1999, 11,1 y 14,9%
(aglomerado y total de aglomerados del país, respectivamente) |
En el cuadro 6, se confronta la tasa de
subempleo visible de Santiago del Estero-La Banda con el promedio nacional. Se
advierte que, dentro de una mayor variabilidad de la tasa en este aglomerado,
que acusa picos pronunciados, quedan demarcadas dos etapas en la relación con
la media: en la primera, que se extiende entre 1990-94, la tasa del aglomerado
supera con claridad al promedio; entre 1995-98, las diferencias desaparecen por aumento del promedio nacional. Pero es necesario advertir que
si se tiene en cuenta al núcleo crítico de este subempleo, esto es a los
subocupados visibles demandantes (información disponible para la segunda mitad
de la década), la situación cambia: mientras en el promedio nacional este
subconjunto se correlaciona fuertemente con la tasa total (r = 0,98), esto no
ocurre en el aglomerado (r = 0,34). Además, las medias son mayores en el primer
caso (aglomerado=7,4% vs. promedio= 8,0%), con una variabilidad superior al
doble (CV del aglomerado=0,32 vs. 0,12 para el promedio)[17].
En el cuadro 7 se vincula la evolución del
subempleo con la de la tasa de empleo, obteniéndose la tasa de empleo corregida
considerándose sólo aquellos puestos ocupados por quienes no están subempleados:
(En
porcentajes)
Año |
Tasa de empleo |
Empleos
plenos/pob.total
|
||
Mayo
|
Octubre
|
Mayo
|
Octubre
|
|
1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998(*) 1999(*) |
33,0 33,8 33,4 32,7 32,5 29,9 28,9 29,2 30,2 29,4 |
34,1 33,0 34,3 32,3 32,6 30,2 28,3 29,4 29,4 |
27,1 29,3 28,8 29,4 28,2 25,7 26,0 26,4 27,9 25,3 |
29,4 30,1 29,9 27,4 26,8 24,0 26,8 28,2 27,0 |
Fuente: Elaboración propia, en
base a la Encuesta Permanente de Hogares (INDEC) |
Con respecto a la tasa de empleo, se perfila un descenso en cierta
medida monótono: un tramo de tasas elevadas (para el aglomerado) que transcurre
entre 1990- 92, seguido por un lapso al
que podría llamarse de transición, con tasas algo menores (1993-94), para pasar
finalmente a la fase de tasas bajas (1995-98), es decir, la que sigue al efecto
tequila.
Por su parte, la tasa corregida,
que mide la creación de empleos plenos, presenta una trayectoria más
irregular, sólo en parte coincidente con la anterior; así, se aprecia un cierto
repunte de la tasa en 1997-98. Para constatarlo, se incluye el cuadro 8, en el
cual las cifras de población
(necesarias para calcular los valores absolutos de trabajadores
ocupados) fueron ajustadas a través de las proyecciones del INDEC para el
aglomerado:
Cuadro 8. Evolución tasa de creación de puestos de trabajo total, empleos plenos y
empleos parciales (subocupados).
(En porcentajes)
Período
|
Tasa de creación
empleo (total) |
Tasa de creación de empleos plenos |
Tasa de creación empleos parciales |
1990-92 1992-94 1994-98 |
10,5 0,1 -0,8 |
14,2 -4,9 8,9 |
-3,7 5,0 -9,7 |
Fuente: Elaboración
propia en base a EPH (INDEC) y a “Proyecciones provinciales provisiona-les 1990-2010
(INDEC-CELADE). |
En cada uno de
los tres períodos es diferente el aporte realizado por los empleos parciales a
la creación total de empleos. Así, en el primero de ellos, de fuerte expansión
de la ocupación total, hay una disminución
de los empleos parciales, pero que es más que compensada por la fuerte
creación de puestos full-time[18]. Entre 1992-94,
las tasas son muy similares pero de signo contrario, así que puede decirse que
el empleo se mantiene en virtud del crecimiento de los subocupados, en tanto
que en el último de los períodos consignados, 1994-98, es la destrucción de las
plazas de trabajo parcial la que, al no ser neutralizada totalmente por el
incremento de los empleos plenos, “explica” la ligera reducción de la tasa
general. En resumen: al desplazar el análisis desde el comportamiento del
empleo total al de los empleos plenos –tomada como una expresión más “genuina” del dinamismo de la
economía- se aprecia que las conclusiones en cuanto a la aptitud de creación de
empleos pueden modificarse o, por lo menos, ponderarse (por ejemplo, en el
segundo y tercer período).
La distribución del ingreso
en el aglomerado[19]
A efectos de
evaluar los cambios distributivos a lo largo de todo el período, cuyas
modificaciones proporcionan evidencias de las repercusiones de los procesos de
ajuste y de los sectores sobre los cuales recae el peso de las transformaciones
económicas, se puede recurrir a tres conceptos de ingreso relevados en la EPH:
ingreso de los ocupados, ingreso total del hogar e ingreso per-cápita del
hogar. En el primero de ellos, se reflejan las consecuencias del funcionamiento
del mercado laboral propiamente dicho, en tanto que el ingreso total de los
hogares recoge la influencia de las ocupaciones múltiples, de las nivel de las
pasividades y, en general, de la distribución de los perceptores entre los
hogares (que a su vez incluye la distribución de la desocupación, y de la inactividad, con las variaciones que se
producen de onda a onda en los flujos entre estas categorías). Por último, el
ingreso per-cápita refleja fundamentalmente la incidencia de variables
demográficas (tamaño de los hogares, edades de sus integrantes).
Sobre esta
base, se encontraron las siguientes tendencias en el aglomerado Santiago del
Estero-La Banda:
a.
Ingreso de los
ocupados.
Los cambios más
significativos acontecen entre comienzos de la década y 1992. En efecto,
partiéndose de una estructura distributiva sumamente regresiva que acusaba aún las
consecuencias de las crisis hiperinflacionarias de los años previos, la
distribución mejora sustancialmente. Con algunos altibajos, los indicadores
muestran luego, hasta 1996, una suave tendencia hacia una mayor equidad, hasta
el punto de que en este año se ubica el dato que señala una menor desigualdad
para el período considerado.
El movimiento
señalado, hasta la crisis del tequila, se produce en el marco de un ingreso
medio real creciente para el aglomerado; desde la crisis mexicana, esta
variable decrece ligeramente y se encontraba estancada hacia 1996. Es decir que
el efecto tequila no habría generado consecuencias distributivas especialmente
negativas, pero precipita el curso de un proceso que tuvo como trasfondo
ingresos medios que revelan una situación general de estancamiento. En los años
1997-98 se verifica que tanto el indicador de la brecha como el de la
participación se mueven en dirección de una distribución más regresiva, aunque
medidos entre puntas sigan arrojando un balance neto favorable para el período
1990-98.
b.
Ingreso total
de los hogares.
En líneas
generales puede notarse que cuando la brecha de ingresos se refiere a los
ingresos totales de los hogares, el movimiento hacia la equidad supuesto por la
convertibilidad es menos marcado y que además se aprecia un incremento en la
desigualdad en el período post-tequila. Desde allí , la tendencia a la
reducción es similar a la de la brecha de los ocupados. De esta manera, en 1996
esta brecha representaba un 88% de su
nivel de 1990 (entre los ocupados, la reducción de la misma fue del 43%, es
decir que fue más pronunciada).
Es obvio
entonces que los factores adicionales que hasta 1996 jugaron en la distribución
del ingreso total de los hogares, se combinaron de modo tal que neutralizaron
parcialmente los efectos hacia una menor desigualdad de la estructura de
ingreso de los ocupados. En los dos años siguientes, el comportamiento de los
dos indicadores adoptados también exhibe para este concepto de ingreso el
deterioro de la distribución, y concluyó hacia 1998 con una resultante neta de
menor equidad que a comienzos de la década.
Ingreso per-cápita de los
hogares.
Con este
criterio de ingreso, el indicador de la brecha de ingreso refleja
sistemáticamente una mayor desigualdad que la de las otras definiciones;
además, la tendencia es, con alta variabilidad, levemente creciente durante el
período. Esta diferenciación es menos notoria cuando se adopta el indicador de
participación en el ingreso total del aglomerado. Coincidentemente con los conceptos
de ingreso anteriores, la desigualdad medida por el ingreso per-cápita de los
hogares desmejora en los años 1997-98, hasta arrojar un balance final negativo.
A modo de
conclusión general, puede afirmarse que los factores originados en el mercado
de trabajo no profundizaron la desigualdad hasta 1996. Las evidencias sugieren
que, contrariamente, ni por el lado de las retribuciones, ni por el del aumento
de la desocupación visible hasta 1996, el funcionamiento de dicho mercado
contribuyó a ampliar la inequidad. Especialmente en materia de retribuciones
parece haber jugado un papel “igualador” importante, ya que la brecha disminuyó con llamativa persistencia. En
los últimos dos años del período, sin embargo, actúa en sentido regresivo; pese
a ello, esta involución relativa no alcanza para retornar el estado de profunda
desigualdad prevaleciente en 1990, al que ciertamente no puede reputarse como
una referencia normal.
En lo que
respecta a la brecha medida a través de los ingresos de los hogares, su comportamiento
es más acorde al consignado en algunos estudios realizados para el Gran Buenos
Aires, que señalan los efectos distributivos adversos derivados del tequila que
acompañan a la desocupación creciente pero, en el caso del aglomerado Santiago
del Estero-La Banda, la escalada más empinada en la tasa de desocupación es acompañada por un suave descenso en la
brecha de ingresos totales del hogar.
Por otra parte,
a medida que se introducen en la medición el elemento demográfico o la
distribución de los perceptores, la desigualdad se acentúa y la tendencia a su
disminución se mantiene, lo que señala que los cambios derivados del mercado de
trabajo se insertan en una matriz o estructura que en buena parte los diluye,
hasta 1996, y no modifica sustancialmente su evolución regresiva en 1997-98.
Los ingresos
reales medios del aglomerado, a su vez, responden más ajustadamente al patrón
de un comportamiento francamente progresivo hasta la crisis de 1994-95 que
interrumpe esa expansión, lo que es seguido por su caída y posterior
estancamiento hasta 1998.
Desocupación, subocupación y
distribución del ingreso
Una desocupación creciente da lugar a una disminución en la cantidad de perceptores de los hogares; de ese modo, los cambios que se producen en la distribución de los desocupados entre los diferentes estratos de ingresos de los hogares a los que pertenecen, indica el sesgo que se puede atribuir al desempleo, en cuanto a saber si afecta en mayor o menor medida a los hogares que ocupan una posición distributiva más rezagada.
De las cifras
que figuran en el cuadro 9, puede inferirse que ni durante la etapa de fuerte
suba de tasas (1994-96), ni en la que se observa la caída de las mismas, la
desocupación habría perjudicado más intensamente a las familias de menores ingresos,
y esta observación resulta más clara o rotunda en función del ingreso
per-cápita. Esto es, las proporciones suben en ambas etapas para los estratos
de medios y altos ingresos[20].
Cuadro 9: Desocupados, según estrato de ingreso del hogar de pertenencia(*)
(En porcentajes)
Estrato de ingreso
|
1992 |
1994 |
1996 |
1998 |
a) Ingreso total de
los hogares Bajo Medio Alto s/d Total |
41,4 43,7 14,9 100,0 |
48,7 37,5 6,3 7,5 100,0 |
39,6 39,6 16,2 4,6 100,0 |
38,4 37,2 15,4 9,0 100,0 |
b) Ingreso per-cápita
de los hogares Bajo Medio Alto s/d Total |
58,4 36,7 4,9 100,0 |
62,5 27,5 2,5 7,5
100,0 |
58,4 28,0 9,1 4,5 100,0 |
48,2 40,2 2,6 9,0 100,0 |
Fuente:
Elaboración propia, en
base a EPH, INDEC. (*) – Estrato bajo: deciles 1 a 4;
medio: deciles 5 a 8; alto: deciles 9 y 10. |
Dada la
condición de segmento de la población ocupada, el subempleo ejerce influencia directa
sobre la distribución del ingreso de los trabajadores ocupados; en este
sentido, en el cuadro 10, pueden advertirse dos etapas dentro de los años
noventa. La primera de ellas, es la que corre entre los años 1992-94 (la
post-convertibilidad), en la cual la
subocupación comprende, en mayor medida que antes, a trabajadores de estratos
medio o alto. Posteriormente, hasta 1998, se produce un retroceso que lleva a
una nueva concentración de la subocupación en los deciles inferiores. Los más
afectados por el subempleo visible son, en su mayor parte trabajadores que se
sitúan en una posición inferior de la escala de ingresos de los ocupados en
general.
Cuadro 10. Distribución de los subocupados según
estrato de pertenencia
en la distribución de
los ocupados
(En
porcentajes)
Estrato de ingreso |
1992 |
1994 |
1996 |
1998 |
Bajo Medio Alto S/D Total |
48,3 31,2 8,1 12,4 100,0 |
40,1 43,1 12,1 4,6 100,0 |
50,1 39,8 9,0 1,1 100,0 |
52,0 33,6 7,0 7,4 100,0 |
Fuente: Elaboración propia, en base a datos de
la EPH (INDEC), ondas de octubre. (*) – Estrato bajo: deciles 1 a 4; medio: deciles 5 a 8; alto: deciles 9 y 10. |
Relacionando
las cifras de los cuadros 11 y 12, pueden inferirse algunas razones del comportamiento
señalado. Entre 1992 y 1994, los ingresos medios de los subocupados, relativos
a los del conjunto de los ocupados mejoran considerablemente reduciéndose
fuertemente la brecha entre ambos. Esto, forzosamente, los desplaza “hacia
arriba” dentro de la escala distributiva general.
De 1994 a 1996,
se advierte que mientras entre los subocupados y el promedio la brecha vuelve a
ampliarse (aunque ligeramente), se produce un corrimiento ascendente de los
deciles inferiores de la distribución (el ingreso medio de los mismos crece
2,3%, en tanto que el promedio general desciende 6,1%). Por lo tanto, muchos
subocupados quedan “atrapados” entre los deciles inferiores.
Esta situación
se mantiene en 1996-98, pese a que la intensidad con que se mueven los ingresos
medios, según lo consignado en el cuadro 12, resultaría contradictoria con ese
comportamiento. La única explicación posible para que los subocupados
permanezcan en los deciles inferiores, es que la distribución interna de este
segmento se haya alterado, concentrando en el estrato de bajos ingresos una
mayor cantidad de subempleados, cuya distancia con los de más altos ingresos
del subconjunto se acrecentó.
Cuadro 11. Relación ingreso medio subocupados con ingresos medios
de ocupados (formales y totales) y perceptores.
Año |
I. medio subocup. / |
I. medio subocup. / I. medio perceptores |
I. medio subocup. / I. medio ocup. formales |
1992 94 95 96 97 98 |
0,68 0,87 0,73 0,81 0,76 0,84 |
0,69 0,86 0,72 0,81 0,74 0,82 |
0,53 0,69 0,56 0,65 0,62 0,65 |
Fuente:
Elaboración propia, en
base a EPH (INDEC), ondas de octubre. |
Cuadro 12. Modificaciones en la
distribución del ingreso de los ocupados
Santiago del Estero – La Banda
Años |
Participación bajos ingresos |
Tasa de cambio ingresos medios reales |
|
Estrato bajo |
Total ocupados |
||
1992 1994 1996 1998 |
17,1 17,4 18,9 16,7 |
+11,0 +2,3 -13,3 |
+9,1 -6,1 -0,9 |
Fuente:
Elaboración propia, en
base a EPH (INDEC), ondas de octubre. |
Conclusiones
A modo de
síntesis, en relación a la desocupación abierta pueden identificarse tendencias
que atraviesan prácticamente toda la década, al margen del comportamiento del
ciclo, que a partir de las consecuencias inmediatas a la convertibilidad (sobre
todo las que se derivan de la estabilidad de precios), determinan cambios en la
composición de los desocupados que tienden a consolidarse, algunos de ellos de
carácter francamente negativo.
En tal sentido
pueden mencionarse la preeminencia alcanzada por el desempleo de larga
duración, así como la de los jefes de familia. Otras, son susceptibles de interpretación
diversa, como el que insinúa la extensión del desempleo hacia segmentos de
mayor instrucción que, de consolidarse, instalarían, al igual que en los
aglomerados desarrollados, la actual cuestión del desempleo profesional. Merece
subrayarse asimismo la nueva orientación en la composición por género que se
advierte en el fenómeno a lo largo de la serie, que parece estabilizarse.
Por otra parte,
se encuentran aquellos otros
comportamientos más ligados a las alternativas del ciclo; se hicieron evidentes
en las fases de ascenso de la desocupación y luego se diluyeron, hasta retornar
a posiciones cercanas a las iniciales cuando la tasa decreció. Entre ellos,
corresponde ubicar a la categoría ocupacional, lo que se relaciona con la
sensibilidad del autoempleo o trabajo
cuenta propia a la coyuntura económica.
Otro tanto puede decirse de la incidencia de ciertas ramas de actividad,
como la de la construcción (fenómeno correlacionado con el anterior), así como
también acerca de la fuerte componente cíclica observada en la participación de
los nuevos trabajadores en el desempleo. Todos estos factores tuvieron una
marcada incidencia durante el período 1994-96.
La situación
observada en 1998 en la desocupación, por las causas que la generaron y por la
naturaleza del trabajo previo, reflejaría una menor incidencia de la
precarización del empleo asalariado y cambios compensatorios que se neutralizan
en la composición del desempleo proveniente del trabajo no permanente, junto
con cierto incremento de los abandonos de naturaleza más voluntaria de los
puestos de trabajo ocupados previamente, lo que indicaría una ligera pérdida de
importancia en la desocupación de aquellas causas que descansan más
estrictamente en la pérdida de capacidad de la economía para absorber empleo.
En cuanto al subempleo visible, lo más destacable es la importancia de
este segmento dentro del empleo total, aspecto que se remonta a comienzos de la
década y que de algún modo se “anticipa”, a su crecimiento en el orden
nacional, visible recién desde mediados de la década del 90.
En segundo lugar, cabe señalar la lectura diferente que se puede
efectuar sobre el comportamiento de la tasa de empleo (cuyas oscilaciones son un
argumento importante de los aumentos de la tasa de desocupación abierta que se
producen en el aglomerado desde 1994-95) una vez que se tiene en cuenta la
distinción entre empleos plenos y aquellos con horario recortado que no
satisfacen las expectativas de los trabajadores (subocupados visibles). En este
sentido, por ejemplo, la fuerte caída de la tasa global de empleo adjudicada al
efecto tequila, se revierte en gran parte del período 1997-98 una vez depurada
la tasa general mediante la sustracción de los puestos cubiertos por
subocupados, que se reducen de modo ostensible en ese lapso, y neutralizan la
creación de empleos con duración satisfactoria, expansión que es un hecho
positivo a destacar[21].
En lo que
respecta a la gravitación de estas dos formas de subutilización de la fuerza de
trabajo en las tendencias distributivas del aglomerado, las evidencias reunidas
sugieren que sus respectivas influencias no fueron uniformes –ni mucho menos
convergentes- en el transcurso del período.
Entre 1992-94,
el subempleo no afectó a los trabajadores de menores ingresos; el
comportamiento de los subocupados no contribuyó a la reducción de la
desigualdad, ya que justamente se observa un desplazamiento de estos
trabajadores a estratos superiores. Entre los desocupados se advierte un
movimiento inverso, es decir, una concentración en los deciles de ingresos
inferiores, lo que indica que, a igualdad de otras condiciones, el desempleo
jugó en forma adversa a una mayor equidad distributiva entre los hogares. Esto
se compensó con otros factores que determinaron, incluso, una ligera caída en
los indicadores adoptados para cuantificar la desigualdad en la distribución
del ingreso total de los hogares.
Entre 1994-96,
los subempleados vuelven a correrse hacia los deciles de bajos ingresos. Esta
etapa es, precisamente, de una caída en los índices que marcan la participación
o el nivel de ingresos medios reales de los estratos superiores (con el
correspondiente ascenso de los inferiores); observando las tasas de cambio de
los ingresos medios, el desplazamiento mencionado es consistente con – y
posiblemente refuerza- una disminución en el grado de desigualdad. Los
desocupados, por su parte, tienden a
ubicarse en mayor medida entre los hogares de mayores ingresos, de
manera que tampoco contribuyen a acentuar problemas de naturaleza distributiva
entre los hogares.
De allí en
adelante, hasta 1998, la distribución empeora; mientras la desocupación abierta
no pareciera haber coadyuvado en esa dirección, un incremento de la desigualdad
interna del segmento de los subocupados se habría desplazado en forma
compatible con esa tendencia general y así, el subempleo visible continuaría
sesgado hacia los individuos que ocupan una posición distributiva inferior .
Referencias Bibliográficas
BULMER THOMAS, Víctor (1997): “Conclusiones”,
en “El nuevo modelo económico en América
Latina”, Ed. Fondo de Cultura Económica, México.
DIAZ, Ramón Antonio (1999): “Indicadores del mercado laboral de Santiago
del Estero-La Banda y cambios distributivos en el período 1990-96” (en
prensa); Instituto de Estudios para el Desarrollo Social, Universidad. Nacional
de Santiago del Estero.
MONZA, Alfredo (1996): “La situación ocupacional argentina:
diagnóstico y perspectivas”, en “Desigualdad
y Exclusión”, Alberto Minujin (editor); Ed. UNICEF/LOSADA, Buenos Aires.
MURMIS, Miguel y FELDMAN, Silvio
(1997a): “De seguir así”, en “Sin Trabajo”, Luis Beccaria y Néstor
López (comps.); Ed. UNICEF/LOSADA, Buenos Aires.
MURMIS, Miguel y FELDMAN, Silvio
(1997b): “La heterogeneidad social de las
pobrezas”, en “Cuesta Abajo”,
Alberto Minujin (comp.); Ed. UNICEF/LOSADA, Buenos Aires.
PESSINO, Carola (1996): “La anatomía del desempleo”, en “Desarrollo Económico”, Número especial
1996; IDES, Buenos Aires.
SALVIA, Agustín y DONZA, Eduardo
(1999): “Problemas de medición y sesgos
de estimación derivados de la no respuesta a las preguntas de ingresos en la
EPH (1990-98)”, en “Estudios del
Trabajo”, Nº 18, ASET, Buenos Aires.
THOMAS, Jim (1997): “El nuevo modelo económico y los mercados
laborales en América Latina”, en “El nuevo modelo económico en América
Latina”, Ed. Fondo de Cultura Económica, México.
* Trabajo basado en la ponencia presentada en el XXII Congreso Internacional de la Latin American Social Studies Association (LASA), 16 al 16-03-00, Miami, Florida, EEUU, bajo el título: “Subuti-lización y distribución del ingreso en Santiago del Estero-La Banda en los noventa”.
** Investigador
del CICYT; Instituto de Estudios para el Desarrollo Social (INDES), Facultad de
Humanidades, UNSE –Av. Belgrano (S) 1950-S. del Estero-%(0385)-4509570, int.1440/1- E-mail: rad@unse.edu.ar.
[1] Entre 1992-96, según cifras provisorias disponibles, el producto bruto geográfico per-cápita de Santiago del Estero, se ubicó entre el 22 y algo menos del 30% del producto bruto per cápita del país.
[2] Este trabajo, es parte de uno más amplio en curso, en el que se contemplan las principales formas de subutilización de la fuerza laboral urbana identificadas en Monza (1996), a saber: la desocupación abierta, el desempleo oculto, el subempleo visible, el sobreempleo en el sector público, el servicio doméstico y la informalidad. En la mayoría de los cuadros se procesó la información recién a partir de 1992 que es el primer año para el cual se cuenta con información de detalle de la EPH para el aglomerado.
[3] Estas
reformas pueden ser sistematizadas o agrupadas en: apertura comercial y
financiera externa, reforma fiscal (incluyendo privatizaciones), reformas en el
mercado laboral y liberalización de los mercados, para luego evaluar cada uno
de estos aspectos en función de sus posibles efectos sobre la evolución de la
distribución del ingreso y la pobreza; tal el planeo que
figura en Bulmer Thomas (1997).
[4] Sin embargo, en un plano más teórico, se han desarrollado argumentos para explicar una asociación directa. Así, Kritz y Ramos consideran que dicha relación puede estar justificada por la importancia adquirida en economías subdesarrolladas por el trabajo cuenta propia (autoempleo), el que es visto como una alternativa al desempleo abierto particularmente “resistente” . En el mismo sentido, operaría la ausencia de un sistema de seguro por desempleo (cit. en Thomas, 1997). De todas maneras, en el contexto argentino, el aglomerado bajo estudio no presenta una incidencia particularmente elevada del cuentapropismo.
[5] La excepción está dada por el episodio hiperinflacionario de 1989 en los que las tasas prácticamente se igualan.
[6] Podría decirse que su ubicación relativa a los otros aglomerados, salvo en la onda de octubre 96, no se alterado tan sustancialmente y que Santiago del Estero-La Banda continúa estado en el tercio de aglomerados con menor tasa, aunque ocupando, dentro de esa fracción, una posición más alta que la histórica.
[7] La misma autora, encuentra para el Gran Buenos Aires similar comportamiento ascendente de lo que denomina “duración incompleta de lapsos corrientes” a partir de 1992, pero en el aglomerado S.del E.-La Banda, dicho incremento fue considerablemente mayor, y estuvo acompañado por un crecimiento de los flujos anuales hacia la desocupación que, de todos modos sólo llegan a alcanzar un 1,0% de la PEA en la onda de tasa más alta, mientras que en el Gran Buenos Aires dicho porcentaje asciende al 4,2 % en la onda de mayo 95.
[8] Debe destacarse que el análisis de este punto se refiere a la composición del desempleo; para la evaluación completa de sus efectos, debe ser combinado con la evolución del nivel de la tasa y, lo que se omite en este artículo, con el comportamiento de las tasas de actividad específicas de las distintas categorías de los atributos personales (sexo, edad, nivel educativo), tal como se hace en Pessino, op.cit..
[9] Ver, por ejemplo Pessino (op.cit.). También Murmis y Feldman (op.cit., y 1997b), ligan este sesgo del desempleo contra los trabajadores menos instruidos o calificados a la reestructuración y al cambio tecnológico en el sistema productivo.
[10] Como hipótesis alternativa, podría plantearse la sobreoferta en algunos niveles superiores de instrucción, unida a mayores y crecientes dificultades de absorción en el sector público, o a restricciones al ingreso de personal calificado, dado la preeminencia alcanzada por los criterios de reclutamiento ligados a la militancia o a las recomendaciones políticas.
[11] Desde el punto de vista del personal ocupado, el rango de participación de las principales ramas de actividad varió a lo largo de las ondas consideradas en el análisis conforme a los siguientes rangos: Industria de 7,3 a 12,1 %; Comercio de 22,5 a 25,2 %; Construcción de 9,2 a 13,2 y Servicios en general de 43,6 a 49,8%. Respecto del empleo público, pudo ser estimado con precisión sólo para las ondas de 1996 (26,6%) y 1998 (23,9%)
[12] En 1996, casi dos tercios de los desocupados de la construcción fueron cuenta propia. Debe tenerse en cuenta que entre los ocupados esta categoría participa, con casi la mitad de la ocupación de la rama de la construcción, lo que implica entonces que los desocupados de esta categoría (ligados a la construcción privada y a la refacción de viviendas) fueron los que más sufrieron el desempleo.
[13] Pessino (op.cit.) destaca la importancia que en la generación de desempleo adquiere el sector servicios a partir de la recesión de 1994 (en Sgo. del Estero-La Banda también puede decirse que desde 1994 los desempleados por los servicios exhiben una tendencia a una participación creciente).
[14] En propiedad, para realizar inferencias más contundentes sobre la precariedad de los empleos desde los datos de las causas de la desocupación sería menester que existiera una cierta estabilidad en el valor de las tasas. Lo que se pretende sugerir es en qué medida esa precariedad aporta al desempleo o se traduce en desempleo.
[15] Así por ejemplo, entre los desocupados ex-asalariados de 1998, podría inferirse, respecto de 1996, una precarización relativamente inferior porque descendía el porcentaje a los que en sus anteriores empleos no se les practicaban descuentos jubilatorios de un 78% a un 70%.
[16] Para la EPH, los subocupados visibles son aquellos entrevistados que trabajaron involuntariamente menos de 35 horas en la semana tomada como referencia.
[17] Estos comportamientos estadísticos podrían, al menos en parte, ser reflejo de los problemas de diseño del cuestionario de la EPH que hacen que la pregunta sobre subocupación sea poco exigente, en el sentido de que, al no requerir en una primera instancia mayores precisiones, induce a respuestas circunstanciales; todo ello conducirían a una cierta sobreestimación a través de la tasa total. Sin embargo, al nivel de los promedios, podrían jugar elementos compensatorios que determinen mayor constancia en los datos. Los estadísticos citados en el texto para los demandantes, son calculados a partir de las tasas de octubre de 1994, desechándose las dos ondas anteriores por los valores anormales que asumen en Santiago-La Banda.
[18] Lo de parcial y full-time, siempre en referencia a los puestos cubiertos, respectivamente, por subocupados y por el resto de los ocupados, en la acepción de la EPH.
[19] Este punto se desarrolla en base a las conclusiones obtenidas para
el período 1990-96 en Díaz (1999). Los indicadores adoptados fueron, por una
parte, la participación en el ingreso por los estratos “alto” (20% superior) y “bajo”
(40% inferior) de perceptores u hogares según correspondiera y, además, por la
“brecha de ingresos” entre los quintiles superior e inferior de perceptores
ocupados u hogares.
[20] El análisis de este acápite se relaciona
con la distribución en sentido amplio, desde que está referido a los estratos
y, en consecuencia, excluye la distribución interna de los estratos. Por otra
parte, las diferencias que existen entre las ondas respecto de los hogares para
los cuales no se cuenta con información, no invalidarían la afirmación del
texto, desde el momento que esos hogares suelen corresponderse en su mayoría
con los estratos de ingreso superiores (ver Salvia y Donza, 1999).
[21] Debe consignarse que este comportamiento parece haberse interrumpido en 1999 según se puede ver en el cuadro 8.
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