Trabajo y Sociedad Indagaciones sobre el empleo, la cultura y las prácticas políticas en sociedades segmentadas Nº 3, vol. II, agosto-octubre de 2000, Santiago del Estero, Argentina ISSN 1514-6871 |
La Sociología del
Trabajo hoy: la genealogía de un paradigma
Juan José
Castillo
Universidad
Complutense de Madrid
jjcastillo@cps.ucm.es
Una versión
de este texto fue publicada en el
Tratado
latinoamericano de sociología del trabajo, Enrique de la Garza (comp.),
El Colegio
de México-FLACSO-FCE, 2000.
Se reproduce
con autorización del autor
I. Introducción.
Una ciencia
social se constituye, reformula sus paradigmas 'normales', se adapta a las
circunstancias, en virtud de múltiples influencias. Y desde luego, no sólo como
consecuencia de las demandas sociales que se le formulan, de los avances
teóricos y metodológicos logrados en su propio seno. También lo hace por la hibridación conceptual que le pueden
facilitar otras ciencias, sean 'sociales' o no. E incluso por la importación de conceptos y abordajes más
desarrollados, que ponen a prueba su capacidad para asumir, integrar, 'digerir'
o adoptar sus marcos complejos.
Ahora
bien, teniendo presentes esas y otras influencias en la constitución del
conjunto de saberes que denominamos 'Sociología del Trabajo', nuestro énfasis
principal para abordar la constitución
del campo, pensando especialmente en América Latina, ha de ser el propio
trabajo y su evolución. Para poder
explicar científicamente el conjunto de relaciones sociales, cuya punta del iceberg
es lo que llamamos 'trabajo' la Sociología del Trabajo debe, en primer lugar,
ajustar sus lentes, enfocar la mirada, hacia el trabajo realmente existente en
cada sociedad.
Obviamente,
otros puntos de mira son posibles, y el debate sobre la constitución de la
Sociología del trabajo, también en América Latina, tiene una vitalidad que no
se agota en nuestros días (Rojas y Proietti, 1996). Pero, la corriente principal de este saber parece hoy en día
decantarse por asumir su definitiva constitución en los últimos diez años
(Abramo y otros, 1997), sin perjuicio de reconocer sus orígenes, sus
evoluciones, su ida y vuelta a los procesos de trabajo concretos, su
vinculación con los actores sociales, su inserción en los vaivenes tantas veces
dramáticos de la situación política en cada país.
El
II Congreso Latinoamericano de Sociología del Trabajo, celebrado en Aguas de Lindoia, Brasil, en
diciembre de 1996, ha culminado toda una serie de iniciativas personales e
institucionales que han condensado una actividad importantísima de los años
recientes, con sus otros dos epicentros en el I Congreso Latinoamericano,
celebrado en México en 1993, y en el I Encuentro también Latinoamericano
celebrado en Puerto Rico en 1994, y a su vez alimentados por las secciones
sobre trabajo incluidas en los congresos de la Asociación Latinoamericana de
Sociología, el primero de ellos en el arranque de esta etapa de consolidación,
el celebrado en La Habana en 1991. Y no
menos importante ha sido la entrada de la sociología del trabajo
latinoamericana, con fuerza y personalidad propia, en las instituciones
internacionales : desde el congreso mundial de sociología del Bielefeld, en
1994, su presencia y protagonismo son destacados.
Precisamente
las ponencias, materiales, debates y apuestas del Congreso de Lindoia, sirven
de pórtico y entorno de un abordaje como el que aquí vamos a proponer: porque
son, simultáneamente, una buena muestra de la riqueza de enfoques, de la
amplitud de miras que se ha dado la Sociología del Trabajo, de la complejidad
de su mirada hacia la realidad del trabajo en America Latina; y por otro,
porque revelan también los cambios en los propios estudios del trabajo, porque
son un buen muestrario de las tareas que hoy tiene ante sí esta disciplina,
precisamente en relación con lo que más arriba indicábamos, si quiere ajustar
sus lentes, su capacidad de ver e interpretar, a la realidad cambiante del
trabajo. Tareas que se recogen en cada
uno de los capítulos que componen este Tratado, que no es sino un paso
más, de gigante, en la consolidación de esta disciplina, con una particular
riqueza que le da el campo propio al que se aplica, como hemos dicho, sí, pero,
también el que quienes forman este colectivo de mujeres y hombres, dedicados a
analizar, interpretar (e intentar cambiar...) la realidad social del trabajo,
sean hoy en día, más que nunca miembros prominentes del colegio invisible, de
la comunidad científica internacional. Con ello queremos subrayar que, siendo esta una obra pensada para América
Latina, lo es, desde luego, desde la participación y adecuación de los
paradigmas que se discuten hoy en día en la escena internacional.
Por
ello, en las páginas que siguen recuperamos algunos de los jalones que, a
nuestro juicio, fueron poniendo las bases sobre las que hoy está constituida la
Sociología del Trabajo en su corriente principal, de la que este Tratado
forma parte[1].
II. La situación 1960: la consolidación de un paradigma de la
Sociología del Trabajo.
La segunda
postguerra mundial conoce una gran implantación de la producción de masa, de lo
que se ha convenido en denominar fordismo, en los países más desarrollados, los
que hoy podríamos llamar 'centrales'. En ese contexto productivo, la sociología
trata como preocupación fundamental, y especialmente la sociología
norteamericana, de cómo adaptar al obrero común, al que en Europa se denominará
el "especialista", a una tecnología que, en modo alguno, se considera
modificable: el progreso técnico es ineluctable[2].
En 1946, la American Sociological Association consagra una sesión especial, por
vez primera, a la sociología industrial. Según Touraine, que habla de las
"ambigüedades" de esta sociología norteamericana, la investigación se
organiza en torno a los problemas psicosociológicos, y no en torno al trabajo
mismo, que a su juicio, será la característica de la sociología europea,
también 'industrial' en aquél momento, y pronto del trabajo. Según esto la Sociología del Trabajo parte
"del trabajo y no del comportamiento del hombre en el trabajo, de las
relaciones reales de los diversos aspectos del trabajo y de los diversos
niveles de valorización y no de su impacto sobre el trabajador, de su
unificación en el comportamiento del trabajador" [3].
Sólo
hoy parece reconocerse ampliamente que la confusión lingüística ha dominado
muchos debates estériles, fundados, en parte, en el poco fondo de quienes los
emprendían. Uno de esos debates era,
precisamente, el que creía que la 'Sociología Industrial', debía está
denominación a haber nacido aplicada a la industria manufacturera, como hoy la
entendemos. Y algunos han creído romper una lanza de modernidad diciendo que
las 'industrial relations' eran,
también una denominación marcada. Hoy, como decimos, se reconoce que
'industria', lo mismo en sus orígenes ingleses, que en francés o en buen
castellano, significaba cualquier actividad industriosa, en la que se aplica el
ingenio y la capacidad de las personas para transformar la naturaleza o las
cosas. O ambas a la vez: ya no se descubre el Mediterráneo de que los 'industrial
districts' de Alfred Marshall, obviamente, no solo podían referirse a la
'industria' de hoy en día[4].
Volver
a los clásicos ilustra y esclarece los problemas. También los falsos debates. En un número monográfico del American
Journal of Sociology, en marzo de 1952, titulado "The sociology of work", Everett Hughes plantea así la
cuestión:
"All
of this issue of the Journal treats of people at work; not all of it has
to do with industry, even as currently defined. People nowadays do indeed speak of the 'restaurant industry', the
'advertising industry', and even of the 'amusement industry', although I am not
sure they would include boxing in it.
No one has yet, so far as I know, talked of the medical, educational, or
labor-union industries, but I suppose someone will".
Y continúa diciendo que
"the extension of the term 'industry' to include so much more than
manufacturing is itself an interesting datum", quizá en la medida en que
se toma el modelo de la industria como referente, y que, por ello, "it is not surprising that sociologists
who study people at work should go along with the trend and call themselves
'industrial sociologist'.
Algunos
podrán discutir si realmente la Sociología del Trabajo se desarrolla de forma
consistente, esto es acumulando y superando
una masa crítica de saber y reflexión sobre ese saber, pero desde luego lo que
nadie discute es que los años 1959-1961 condensan y son testigos de una serie
de acontecimientos, publicaciones, creación de revistas, y cambios de rumbo en
los estudios vinculados con las ciencias sociales del trabajo. Este conjunto de
hechos hace que pueda tomarse la situación
1960 como el momento de inflexión o cambio que, junto a otros desarrollos
que tendrán lugar en los años inmediatamente siguientes, y prácticamente hasta
el final de la década, constituyen un auténtico paradigma hegemónico, con todas
sus modulaciones y variantes, en la comunidad científica, en muy distintos
países. Así lo recoge el excelente informe-estado de la cuestión de Franco
Ferrarotti, redactado en 1959, que destaca la influencia de la II Guerra
Mundial en el fortalecimiento de la Sociología del Trabajo, y que da cuenta, a
nuestro juicio con sagacidad, de los logros conseguidos y de los retos por
venir: la "función social de la investigación social"; el naciente
papel de la ergonomía: no hay dos obreros iguales; la necesidad de la
interdisciplinariedad; la participación de los agentes sociales; el problema
número uno del margen de maniobra del científico social, etc.
En
Estados Unidos, el influjo
fundamental de Everett Hughes y sus discipulos, con un enfoque de estudio de
campo directo que vale la pena recuperar hoy, dejará trazas profundas: "we
are not merely applying sociology to work; we are studying work by sociological
methods", dirá y hará[5].
Tras
la publicación del novedoso e impresionante estudio de Ralph Bendix, Trabajo
y autoridad en la industria, en 1956, comienzan a llevarse a cabo algunos
estudios que han sido recuperados con posterioridad, a partir de un paradigma
que entonces no era el dominante. Tal como el libro de Bright, Automation
and management, de 1958, cuyas
tesis iban en contra del optimismo del desarrollo tecnológico y de las fuerzas
productivas y sus beneficiosas consecuencias
sociales.
En
lo que estos estudios innovan es en partir
del trabajo mismo, del análisis primero de lo que la persona en el trabajo
hace, para intentar, desde ahí, inferir o explicar los comportamientos o las
consecuencias.
Según
un buen conocedor del asunto, la demanda ha generado varias nuevas sociologías,
y entre ellas, la sociología del trabajo: en 1959 se puede decir que "los
sociólogos invaden los talleres" en Estados Unidos[6]. Y no pasará mucho tiempo para que la
reflexión sobre la práctica de como fruto una crítica del "uso de la ciencia
social en la industria americana", bajo el significativo título The
servants of power[7].
En
el Reino Unido, el cambio se
ejemplifica bien con los artículos y debates contenidos en un número
monográfico del British Journal of Sociology, en 1959. Los "nuevos caminos" de la
sociología industrial, que para algunos, como ya dijimos, comienza con los
'experimentos Hawthorne', conducen con seguridad hacia una renovación,
provocada por la inadecuación -se argumenta[8]-
de los métodos usados a los problemas planteados: "the breadth of the
approach depends on the nature of the problem". Resumiendo, se dice,
"el énfasis se ha desplazado de las actitudes individuales a (...)'la
estructura de la situación misma', es decir, el complejo de instituciones que
rodean al individuo y a su grupo de trabajo.
La era de Mayo ha terminado"[9].
En
Francia, con los sólidos fundamentos
de la obra de Georges Friedmann como punto de partida[10],
es sobre todo la fundación en 1959 de la revista Sociologie du Travail
lo que va a imprimir un giro innovador, que influirá más allá de las fronteras
nacionales francesas.
Y
la que fuera la "primera preocupación de la sociología francesa, el
estudio de los efectos profesionales sociales de las transformaciones técnicas
del trabajo industrial" es, también, el horizonte que se fija la nueva
psicología industrial que plantea su porvenir en este año de 1961[11].
Por
entonces se publica, también en 1961, y bajo los auspicios de la UNESCO, una
suerte de "situación de la sociología industrial en la enseñanza
superior", debida al mismo Smith que dos años antes propugnaba la apertura
de "nuevas vías". Con una
perspectiva realmente amplia, el cuestionario
que recababa la información no restringía el campo de interés ni la
disciplina de enfoque: desde la antropología del trabajo, hasta las ciencias de
gestión son convocadas a informar[12].
El
mismo año 1961 se publica el que habrá de ser el Tratado de Sociología del
trabajo de más larga, amplia y duradera influencia: lo mismo en Italia que
en España, o en América Latina, además, obviamente, de en Francia y los países
de lengua francesa. Editado por Georges Friedmann y Pierre Naville, y traducido
al castellano en 1963, no ha mucho tiempo que continuaba siendo libro de texto
en distintas enseñanzas universitarias, y reúne en sus dos sólidos volúmenes a
las que entonces eran, casi sin hipérbole, todas las orientaciones y
perspectivas posibles. Un clásico con
todos los honores[13].
El
caso es que, nos dice uno de los principales protagonistas de esta historia en
1962, "se hablaba más bien, hace unos pocos años, de sociología
industrial. El cambio de vocabulario parece explicarse solamente por el deseo
de extender los estudios a los trabajos no-industriales, primarios o
terciarios. Pero indica trastornos más profundos", hay más pluralidad, más
enfoques, y la noción de trabajo se usa para conjurar esa diversidad[14].
Pero
una parte de razón asiste a quienes ven, en la ampliación de los objetos
materiales de análisis una primera voluntad de cambio: la Sociología del
trabajo se ocupa, según Friedmann, de
"toda
colectividad de trabajo con ciertos rasgos mínimos de estabilidad (que
trataremos a propósito de los conceptos de estructura y organización)(...): una
empresa industrial lo mismo que un trasatlántico o una lancha de pesca, una
gran explotación de agricultura intensiva o la finca del pequeño agricultor
donde trabajan algunos empleados con la familia del agricultor, una gran tienda
de departamentos o un pequeño comercio que sólo emplea a algunos vendedores, un
taller de artesano y la oficina de una delegación de policía, el equipo de un
avión que se reconstituye a intervalos regulares en una línea aérea o el
personal de una automotriz de la SNCF"[15].
La
definición que se da entonces de la Sociología del Trabajo será:
"el estudio de colectividades
humanas muy diversas por su tamaño, por sus funciones, que se constituyen para
el trabajo, de las reacciones que ejercen sobre ellas, en los diversos planos,
las actividades de trabajo constantemente remodeladas por el progreso técnico,
de las relaciones externas, entre ellas, e internas, entre los individuos que
las componen"[16].
Pero,
las bases ya están sentadas y en el discurrir de los años 60, la revista Sociologie
du Travail tomará una posición que
influirá notablemente en nuestra comunidad científica, al menos en Europa y
América Latina:
"la noción de trabajo por la
cual fundaba [mos nuestra] especificidad se entendía en un sentido fuerte, la
actividad por la cual los hombres dominan y crean su sociedad (...),
definiéndose no por un terreno ,sino por una perspectiva. Frente al análisis
formal de los hechos sociales, Sociologie du Travail defiende una
orientación socio-histórica: estudiar la sociedad como obra de los
hombres"[17].
En
Italia, y en 1962, nace Quaderni
Rossi, la mítica revista, vinculada al movimiento obrero y a la mejor
sociología académica del momento, que va a hacer de la encuesta, en
"uso operaio", el punto de
partida de una reflexión crítica que, al decir de algunos está en la base del
resurgir de la sociología del trabajo aplicada italiana. Y que, años más tarde
estallará en muy distintas corrientes de pensamiento y acción, cuyas trazas son
aún detectables.
Además
de la 'recuperación' de las mejores investigaciones del momento,
norteamericanas o inglesas, por ejemplo, los Quaderni 'operacionalizan'
la "Encuesta Obrera" redactada por Marx para la Revue Socialiste,
y ponen en marcha un proyecto que, a nuestro juicio, ha sido el sello de
fábrica de la Sociología del Trabajo italiana, en sus distintas escuelas de
pensamiento. Con tres características: 1) ser un proyecto ilustrado, que da
fundamental importancia a la socialización, esto es a la difusión y asunción
por los propios sujetos investigados, de los resultados de la investigación. Lo
que no dejará de tener muy importantes consecuencias en la forma de
presentación de los resultados finales, en la manera en que se plantea la
relación entre investigadores e investigados: el papel del técnico, cuando lo
que se propone es, en suma la unidad sujeto-objeto de investigación. Lo
que en la jerga del movimiento sindical se denominara "non delega". Los trabajadores son,
tendencialmente, sus propios sociólogos del trabajo, sujetos y objeto de
análisis.
Un
segundo rasgo marcará esta impronta: se descubre y privilegia la "cientificidad
de la experiencia obrera".
Un
tercer rasgo, y este, creemos no se ha destacado suficientemente, es el impulso
que se dará, desde entonces, a la
realización de investigaciones, a veces encargadas a la Universidad, por
los propios sindicatos, que, en Italia, se convierten en uno de los primeros 'comitentti', demandantes, de
investigaciones sociológicas, algunas de ellas han dejado trazado el camino
hasta el presente. Tal las encuestas
sobre L'ambiente di lavoro, la primera, masiva, de 1969. O, más tarde, sobre el 'decentramento
produttivo', en 1974.
El
antes y el después de Quaderni Rossi se puede evaluar comparando el
'estado de la cuestión' que hace en 1966 Franco Ferrarotti, con la
impresionante documentación y análisis presentado por Federico Butera sobre
"la investigación no académica" en 1980, tanto la llevada a cabo por
los sindicatos, como por las empresas[18].
Por
otro lado, estos primeros años sesenta ven reverdecer un enfoque ya señero en
las ciencias sociales del trabajo europeas, pero que, en esta década colocará
los jalones de una posterior influencia decisiva en el paradigma dominante en
la investigación del trabajo. Se trata de la ergonomía, que a partir de la vieja Psicotecnia de los primeros
años de este siglo, y sobre todo del desarrollo de la fisiología del trabajo
tras la Primera Guerra mundial, cobra un importante desarrollo tanto por su
presencia en las empresas (ejemplos son la Renault en Francia o los
'laboratorios' de la Olivetti en Italia), como por la institucionalización en centros
de investigación (como el Laboratoire de Physiologie et d'Ergonomie, en el CNAM
de Paris, el Conservatoire National des Arts et Métiers).
Un
número monográfico de la prestigiosa revista Le Travail Humain, puede
tomarse como señal del cambio de orientación, en 1962, bajo el título "la adaptación del trabajo al hombre"[19]:
el 'hombre estándar', el 'hombre medio' sobre el que razonaban las ciencias
sociales del trabajo no existe en esta perspectiva, quebrando la base principal
del enfoque ingenieril y taylorista.
Con
cuanto hemos venido argumentando, la situación
en la década del 60 consolida un paradigma de análisis marcado aún por
un determinismo tecnológico apenas matizado, que ha sido felizmente bautizado
como el "optimismo de las fuerzas productivas". Basta esperar el
desarrollo de las capacidades productivas, porque ellas traerán los cambios en
las relaciones sociales. Si el taylorismo había sido una etapa necesaria para
la sociedad (e inevitable...), aunque perjudicial para los individuos, la automatización
en curso iba a devolver las posibilidades de recomposición de las miettes o los frantumi, las migajas,en que se había convertido el trabajo. Más
aún, y esta es una de las señas de identidad de los productos de investigación
de esta época, como consecuencia de esos cambios automáticos, una nueva clase obrera estaba emergiendo
(en algunos casos se la veía ya en acción), capaz de implicarse en un
sindicalismo de nuevo tipo, de gestión, y de ampararse de los sistemas
productivos, en la fase C para decirlo con la terminología tourainiana que se
generalizará en la época[20].
Quizá,
en perspectiva europea, el libro que recoge "la orientación
dominante" en esos años sea el editado por la OCDE, en 1965, Los trabajadores y la evolución técnica,
una suerte de balance crítico, con perspectivas de intervención práctica, sobre
las investigaciones de "los sociólogos", durante los veinte años
anteriores, sobre "las actitudes de los trabajadores frente a los
cambios". Como Salomon Barkin
indica en el prólogo el motto de
fondo era éste:
"el progreso técnico y el
progreso económico se reflejan claramente en los lugares de trabajo, donde se
manifiestan por la modificación, la supresión o la adición de puestos entre los
de los trabajadores manuales y no manuales, en los talleres y en las
oficinas. La facilidad con la que
podrán operarse esos cambios depende en parte de la actitud que los
trabajadores adopten a su respecto"[21].
No,
desde luego, de distintas o alternativas opciones tecnológicas, negociables,
por lo tanto.
Y
sin embargo, ya otras investigaciones están abriendo la brecha en este
paradigma consolidado. En el Reino Unido, las tesis sobre los sistemas
socio-técnicos, difundidas por el Tavistock Institute, y ya aplicadas,
especialmente en la minería del carbón desde los primeros años 50, son caldo de
cultivo de rupturas conceptuales sonadas. El también muy influyente estudio de
Joan Woodward, Industrial organisation, de 1965, sostendrá que 1),
existe una correlación entre tecnología y organización de la empresa, pero no
de causa a efecto, sin márgenes de maniobra.
Y 2), que, siendo así, no hay, sin embargo relación entre éxito
empresarial y aplicación de las teorías organizativas, pues, los mismos
principios pueden producir resultados diversos en circunstancias diversas.
Cuando,
con posterioridad se reflexione sobre los veinte años que transcurren desde
éste de 1959, Marc Maurice señala el momento del fin de esta primera etapa, que
va, en las denominaciones, de la
sociología industrial a la sociología del trabajo, con una pregunta
retórica:
"el fin del paradigma del
evolucionismo tecnológico, a la vez ideología y cultura de la 'sociedad
industrial',¿no significa, también el fin de un tipo de sociología industrial? Sin que eso signifique, en consecuencia, la
desaparición de una sociología que, desde su origen, ha considerado la noción
de trabajo como 'la actividad por la cual los hombres gobiernan y crean
su sociedad'"[22].
III. La crítica de la organización del trabajo y la vuelta al proceso
de trabajo: el fortalecimiento del paradigma del estudio de las situaciones
reales de trabajo.
El 'ciclo de
las luchas', los años de contestación obrera a la organización científica
del trabajo, especialmente fechados entre 1968 y 1972, abren a los sociólogos
nuevas perspectivas, nuevos problemas, nuevos retos. Las publicaciones,
profesionales o de divulgación, que ponen al "taylorismo en
cuestión", que propugnan un trabajo "más humano", compiten en
los escaparates de las librerías y en los kioskos de los aeropuertos[23].
A
la crítica del paradigma del determinismo tecnológico, se añaden nuevas
perspectivas, retorno a los clásicos, para descubrir lo que había sido
descubierto años atrás, incluso, como ya recordábamos, nuevos sujetos,
protagonistas de la investigación irrumpen en la escena de las ciencias
sociales del trabajo. En torno a 1974, por fechar el cambio con la publicación
de dos obras que hacen de piedra miliaria, un nuevo paradigma está
prácticamente establecido, y con él dialogan, discuten o lo siguen, quienes
integran la corriente principal de nuestra disciplina. Trabajo y capital monopolista. La
degradación del trabajo en el siglo XX, la obra publicada en Estados Unidos
por Harry Braverman es el buque insignia de esta corriente. Pero no menos emblemática, influyente y perspicaz,
moviéndose en una orientación semejante, pero, si se quiere, aún más sólida, es
La división capitalista del trabajo, de Michel Freyssenet, escrita y
difundida en 1974, pero sólo publicada comme il faut un par de años
después, en Francia.
El
enfoque con el que se abordará el trabajo, desde esta nueva perspectiva,
incluye:
1)
el regreso al estudio directo, teniendo en cuenta a los propios trabajadores,
del proceso de trabajo. Lo que
supone, también una renovación de métodos, una revalorización de la observación
directa, de los estudios antropológicos, de la observación participante. Las situaciones reales de trabajo, en
primer lugar serán el objeto de estudio, para poder, a partir de ellas, saber
con más propiedad las tendencias de evolución del trabajo, las vivencias de los
trabajadores.
2) En segundo lugar, esta perspectiva se
identificará, y especialmente en la sociología italiana, por lo que se llamará centralidad de la fábrica. "La
fábrica -se dirá incluyendo cualquier centro de trabajo en tal denominación- es
el lugar donde las relaciones de clase existentes en la sociedad se revelan más
claramente", y, por ello, "fijar la atención sobre lo que sucede en
la fábrica sirve para entender la línea de la evolución de la sociedad en su
conjunto". Para ello, "hace
falta sacar a la luz las condiciones generales por las que la organización del
trabajo en la fábrica está determinada así"[24].
De hecho, en un momento de notoriedad de la presencia tanto
científico-académica, como práctica, de la Sociología del Trabajo, los puntos
que se consideran centrales en el análisis del proceso de trabajo, servirán
para obras sociológicas de carácter más general, como será el caso, por poner
también un influyente ejemplo, con Regulación y crisis del capitalismo
de Michel Aglietta[25].
En
la no menos influyente 'escuela de Warwick', en el Reino Unido, el rastro de la
obra de Braverman, y con él el retorno al Libro Primero de El Capital de
Marx, con seguidores y detractores, proporcionó "una base de elucidación
de problemas teóricos". Así recuerda dos de ellos Richard Hyman, desde una
perspectiva 'materialista':
"de una importancia crucial,
contribuye a deshinchar la ideología de la tecnología como fuerza neutra,
autónoma e irresistible, haciendo aparecer la organización técnica de la
producción como una baza en la lucha por el control de la producción"; y,
"además, la atención prestada al proceso de trabajo hace aparecer la
necesidad de un análisis de los cambios en las profesiones obreras en relación
con la base material de la producción, en lugar de referirse a epifenómenos del
tipo 'cuellos blancos'"[26].
El
paradigma dominante en la Sociología del Trabajo se caracterizará, resumiendo
cuanto antecede, a mediados de los 70, por ser un enfoque dirigido hacia el
estudio de:
1) Las situaciones reales de trabajo, dentro y fuera de la
fábrica, del centro de trabajo, de los concretos puestos de trabajo y del
trabajador colectivo que lleva a cabo los procesos de trabajo y los procesos de
producción concretos.
2) Los hombres y mujeres en el trabajo no aislados, sino en una
relación, en un sistema, en el que actúan e interactúan con los sistemas de
máquinas y el entorno o ambiente.
3) Los hombres y mujeres como miembros de un grupo de trabajo, un
grupo homogéneo, esto es, sujeto a las mismas condiciones de trabajo a lo largo
del tiempo. Identificar este grupo de trabajo es una tarea de investigación no
siempre evidente.
4) Los hombres y mujeres en el trabajo se estudiarán no en un momento,
lo que supondría un "corte fotográfico", sino en su devenir, en su
constitución, en su historia, como grupo, incluyendo la evolución del proceso
de trabajo y los sistemas técnicos que lo sostienen y condicionan.
5) Se deben estudiar las estrategias reales de los
trabajadores, con una visión ergonómica, etológica o antropológica. Cómo
adaptan su actividad real a las tareas prescritas, formales. Con la consecuente
necesidad de utilizar no sólo nuevos conceptos, sino también nuevos
instrumentos de recogida y tratamiento de la información.
6) Las formas de adaptación, resistencia de los trabajadores y nuevas
formas disciplinarias y de control del trabajo.
7) La inteligencia de cuanto antecede sólo puede emprenderse
estudiando las estrategias y políticas industriales, empresariales y estatales,
en el contexto de la división internacional del trabajo.
8) Es imprescindible, para comprender el trabajo, desde esta
perspectiva dominante en los años 70, estudiar el dentro y fuera de la fábrica,
las "huellas del trabajo", hacia fuera. Los cambios culturales y el
papel del valor trabajo, o la situación del mercado de trabajo, por ejemplo,
hacia adentro.
9) Por necesidades del marco científico y de las propuestas de
investigación indicadas, así como de las estrategias metodológicas implicadas
en ellas, los que hasta ahora eran objetos de investigación, los trabajadores,
mandos medios o empresarios, han de participar en la investigación, también
como sujetos. Sus saberes pueden así pasar a formar parte del conocimiento
construido por la Sociología del Trabajo.
IV. Los cambios en los marcos sociales del trabajo, y del trabajo
mismo: la renovación de la Sociología del Trabajo.
Con un brillante argumento, y en un libro que
hizo época en 1977, Tre Italie, Arnaldo Bagnasco recomendaba algo tan
sencillo, a su entender, como el tomar la empresa, el centro de trabajo, como
punto de partida de cualquier análisis que se pretendiera innovador en el
estudio del desarrollo económico. Su boutade de que, su espléndido y
renovador libro era, simplemente, un comentario al cuadro sobre la distribución
de empresas en Italia y su evolución que figuraba hacia el final del mismo,
estaba, en el fondo, llena de sentido: había que tomar en serio los centros de
trabajo, las empresas, y explicar las relaciones entre ellas, el origen de los
empresarios, las condiciones de trabajo de los y las trabajadoras, la
dependencia estructural entre unas empresas y otras... Un verdadero programa de
investigación que se articula en torno a dos ejes de reflexión que parten del
centro de trabajo para reconstruir las bazas, los retos de la Sociología del
Trabajo dentro y fuera de la fábrica.
IV.1. La crisis del taylorismo.
Para
muchos analistas, la principal razón de la tan divulgada 'crisis del
taylorismo', en la literatura posterior a 1975, tenía una razón fundamental, si
no única: "la renovación de los
métodos de resistencia obrera en los lugares de producción es el indicio de una
crisis larvada de legitimidad del modo de ejercicio del poder patronal sobre la
disposición de las fuerzas productivas"[27].
Desde luego, es la resistencia de los trabajadores la explicación última más
argumentada cuando se analiza, contextualiza y explica el auge, en esos años,
del énfasis, que casi se vuelve un monotema, de las condiciones de trabajo como
objeto de estudio: "es notorio que la resistencia obrera al trabajo
taylorizado está ampliamente en el origen de su puesta en cuestión; se
repiensan las formas de organización del trabajo allí donde ya no son
socialmente viables: Volvo no tenía emigrados para hacer funcionar sus cadenas.
La crisis del taylorismo no es una crisis tecnológica, sino una 'contestación'
del 'poder jerárquico de las cadenas'"[28].
A
plantear cómo llegaron a ser un problema
social en esos años las condiciones de trabajo dedicamos una parte de
nuestro trabajo de investigación (y de
docencia), cuyo resultado está plasmado en el libro Condiciones de trabajo.
Hacia un enfoque renovador de la Sociología del Trabajo, analizando tanto
los comportamientos colectivos, y fundamentalmente los cambios en el contenido
reivindicativo de las huelgas en la década de los sesenta, como los
comportamientos 'individuales', que no por ello, y al ser masivos o
generalizados, dejan de tener repercusiones y características semejantes a los
colectivos: absentismo, rotación, lo que se llamó 'alergia al trabajo', e
incluso, en la terminología de la variante de la 'autonomía' italiana, rifiuto
del lavoro.
Unas
veces, esa resistencia se constata como un dato a partir de las
transformaciones de la fuerza de trabajo disponible, sean estos cambios
culturales, de expectativas, o de otro tipo.
Así, cuando Volvo prepara el diseño y lanzamiento de la que será su
insignia, a mediados de los años 70, su fábrica de Kalmar, la dirección de la
empresa se remitirá a un estudio demográfico y sociológico prospectivo, según
el cual, piensan entonces, para 1980, el 90% de la juventud sueca tendrá
estudios de bachillerato superior, y es entre esa población donde habrá de
buscar los obreros de sus fábricas, poco dispuestos, creen, a llevar a cabo un
trabajo repetitivo, jerarquizado y monótono: unos "jóvenes trabajadores
[que están] más preparados que cuanto les servirá para trabajar". Un
analista contemporáneo lo presenta con toda claridad: "entre las
motivaciones que han desembocado en la concepción de la fábrica de Kalmar, una
es esencial: hacer el trabajo aceptable para una mano de obra nacional cada vez
más instruida"[29].
Se
trata, teniendo presente este dato, de paliar la resistencia por una adecuación
entre la formación recibida y los requerimientos de los puestos y sistemas de
trabajo, intentándose colmar un desfase tendencial que se estima es una razón
importante del descontento obrero.
El horizonte, entonces, es que se tiende a difuminar la distinción entre la
situación del trabajador y la del ciudadano o del consumidor, y a hacer menos
tolerables condiciones de trabajo que no han seguido la progresión de las
condiciones de vida.
En
otros análisis, la resistencia obrera se tomará como punto de partida de
la génesis de nuevas actitudes empresariales, y sobre todo, se dirá, de nuevas prácticas
organizativas, de transformaciones, siempre lentas, de la 'cultura industrial'.
Se pronosticará -y se fomentará simultáneamente, hay que decirlo- la necesidad
de un comportamiento 'racional' del empresario, sin pretender alejarlo del fin
de obtener más producto con menos costo, más beneficios, sin salir del marco de
la lógica empresarial. Las condiciones de trabajo, objetivamente, y
subjetivamente, esto es, en su propia materialidad, por un lado, y tal y como son vividas y los comportamientos
que 'provocan', por otro, se analizarán como costes económicos indirectos.
Sobre
la magnitud de estos costes -evitables- se insistirá con el fin de convencer a
los empresarios de que no se les convoca a una obra filantrópica proponiéndoles
el desarrollo de nuevas formas de
organización del trabajo.
Esta
tesis es formulada con toda claridad por el funcionario de la OIT, Georges
Spyropoulos: "la mejora de las condiciones de trabajo contribuye a una
mayor eficacia del sistema de producción". Por ahorros en a) costes
relacionados con la garantía de la integridad física del trabajador; b) costes
relacionados con el comportamiento de la mano de obra (absentismo, rotación),
que provocan necesidades de planificación y disposición de trabajadores extra[30].
Los
sindicatos se suman a esta perspectiva. Así el Instituto Sindical Europeo, que
depende de la Confederación Europea de Sindicatos, tras analizar detalladamente
las 'nuevas formas de organización del trabajo', concluye que las
"reacciones ante el trabajo y la organización del trabajo",
"todas esas reacciones tienen al menos un factor común: todas tienen
consecuencias económicas, a saber, aumento de costes". Y los sociólogos
sindicales basan su argumento en casos reales y en declaraciones de managers
y empresarios[31].
Para explicar el desarrollo -o lo conveniente
que sería...- no faltan otros argumentos, y algunos de ellos de peso. Sobre todo porque se acabarán convirtiendo
en la razón que ni siquiera hay que explicar, taken for granted, de los
cambios de la década siguiente.
Uno
de ellos es especialmente relevante, recitado desde fuera del centro de
trabajo, o desde dentro. Son las imposiciones que supone al 'productor de
mercancías' los cambios acaecidos en el mercado, en la demanda de productos, menos
previsibles que en el pasado, y, por ser variables, menos soportables por un
aparato productivo rígido y costoso, con grandes inversiones en inmovilizado
material. Y, en el mismo movimiento argumentativo, los límites organizativos
que supone un sistema cuyos dos pilares son Taylor y Ford: la parcelización de
las tareas y la cadena de montaje.
La
eficacia e inevitabilidad para la producción de masa es puesta así,
radicalmente en cuestión desde dentro. Aquí la razón principal de
fomentar los cambios organizativos no es 'humanista' o 'política', dos
adjetivos con los que se descalificarán muchas iniciativas venidas desde los
sindicatos, sino 'ingenieril': hoy los grupos
semiautónomos son tan necesarios e inevitables como antes lo
fuera la degradación y división del trabajo. La cadena de montaje, símbolo por antonomasia de la producción
tradicional, plantea -dicen- graves problemas técnicos para su uso óptimo. Y el
ejemplo utilizado de forma más convincente y repetida, tanto en la prensa
profesional empresarial, como en los 'libros de texto', o en la enseñanza a los
nuevos ingenieros, y futuros organizadores de la producción, es el de
las pérdidas de tiempo por equilibrado
e imposibilidad de saturación. Suele
repetirse en la literatura un porcentaje del 25% de tiempo perdido en las
cadenas de montaje en los Estados Unidos por desigualdad en las cargas de
trabajo de los distintos puestos que componen ese proceso de trabajo, aunque lo
cierto es que esa mítica cifra se viene arrastrando en la cita, sin cotejo ni
verificación, desde 1963[32]. Lo cierto es que, tanto esas pérdidas como
la necesidad de suplentes (los 'comodines' en España), supervisores y mandos
intermedios, máquinas y herramientas de sustitución para evitar la
vulnerabilidad del sistema que puede ser fácilmente 'saboteado' pesarán con
fuerza en el eventual desarrollo de las nuevas formas de organización del
trabajo de la segunda mitad de los años 70, que dejarán, por otro lado un poso
de reflexión y experiencias, sin el cual no se comprende la posterior evolución
de la organización del trabajo, y mucho menos las perspectivas y problemas
actuales[33].
IV.2. La nueva organización productiva.
Pero
quizá la huella más relevante de la llamada 'crisis del taylorismo', de las
'nuevas formas de organización del trabajo' haya sido la de crear las
posibilidades técnicas y organizativas para una fragmentación de los procesos
productivos, propiciando así una tendencia enormemente significativa y de peso
en el proceso de reestructuración de los procesos productivos, lo que comenzará
llamándose 'decentramento produttivo', y acabará en la 'nueva
organización industrial', según el dictum del Instituto Internacional de
Estudios Laborales, el centro de investigación de la OIT[34].
Un complejo de transformaciones a las cuales aún estamos asistiendo y que se
basará en innovaciones organizativas de trabajo en grupo, en las posibilidades
introducidas por las nuevas tecnologías de la información disponibles, en el
papel primordial atribuido al diseño de los productos, bienes y servicios, en
una vinculación literalmente casi directa entre producción, distribución y
consumo, y en la voluntad de desplazar el peso político-organizativo que tenía
el 'obrero-masa' en la gran fábrica[35]
.
Los
'grupos de producción' suponen un cambio organizativo diseñado para una nueva
gestión de la fuerza de trabajo que utilice las capacidades más altas de los
sujetos, o la 'profesionalidad colectiva'; que recurra a una oferta de trabajo
más amplia y con menos capacidad de negociación. Y es perfectamente compatible y combinable con la introducción
de nuevas tecnologías, que, a su vez fomentan el trabajo en grupo, o en
pequeñas unidades productivas físicamente separadas entre sí, pero coordinadas
con redes electrónicas de información.
Lo que, a su vez, encaja con nuevos diseños de productos especialmente
pensados para poder ser fabricados en módulos autónomos.
Se
trata, en suma, de un cambio organizativo que facilita el desarrollo de la
fragmentación del proceso productivo, la transformación del sistema basado en
la gran fábrica, hacia las "pequeñas unidades de producción independientes
y coordinadas": "la innovación tecnológica de la informática y de la
electrónica permite lograr la máxima flexibilidad respecto a los procesos
productivos y a los tipos de herramientas que pueden utilizarse, integrar
procesos distintos por su naturaleza y localización, descentralizarse en
lugares diferentes las fases del proceso productivo sin perder la posibilidad
de centralización de las funciones de control"[36].
Del
conjunto de investigaciones disponibles hoy en día, tanto como resultado de
programas internacionales, como de los balances o estados de la cuestión por
países, incluida América Latina[37],
parece que puede afirmarse que, al final de la década de los años noventa tenemos
ya, ante nosotros, el resultado de un proceso de cambios que, tomando como
punto de partida los últimos años sesenta, se viene calificando como tiempos de
una 'nueva organización industrial', o de la 'empresa-red', tras haber pasado
por otras denominaciones que han intentado aprehender la nueva realidad
productiva que emergía ante nuestros ojos, habituados a mirarla con las
anteojeras de los viejos paradigmas de las ciencias sociales, evolucionismo y
determinismo tecnológico principalmente [38].
Y
estas transformaciones no parecen deberse a rasgos o influencias coyunturales,
sino que, por el contrario, encarnan y manifiestan tendencias duraderas, al
menos desde principios de la década de 1970: no otra cosa ilustran los estudios
sobre el decentramento produttivo en Italia, perfectamente detectable ya
a mediados de la década[39].
Para
el caso español -al igual que para otros países 'centrales'- podría
identificarse una evolución en U, descenso del número de pequeñas empresas
hasta finales de los sesenta y crecimiento de las mismas en los años setenta y
ochenta: los datos estadísticos confirman esa tendencia[40].
Pero
ese retorno de las pequeñas unidades de trabajo y de producción señalado
por el incremento de las pequeñas empresas dice poco si nos quedamos en agregados
estadísticos que, lógicamente, no hablan por sí mismos. Por ello es
imprescindible, para poder entender cuáles son los significados de la
reestructuración productiva actual, tener 'un ojo en la realidad y otro en la
teoría'.
Sólo así, observar es,
ya, en cierta medida, teorizar.
Y
conviene recordar esta primacía de la interpretación, pues, desde el lado de la
gran empresa, una nueva tesis de la convergencia se abre paso con fuerza en la
literatura internacional. Según ella, las grandes (y las medianas...) empresas
estarían inmersas en una profunda reorganización interior con inmediatas
repercusiones en el 'exterior', como fruto de tendencias de largo plazo: algo
que podría simplificarse diciendo que se 'pequeñizan' en su estructura
funcional y organizativa.
Tal
reorganización comprendería una serie de rasgos tales como:
1) Una tendencia de las unidades funcionales a
tener mayor autonomía, hasta el punto de que se pudiera pensar, con Alfred
Marshall que "una fábrica grande no es más que la reunión de diversas
fábricas pequeñas".
2) Como consecuencia de esa mayor autonomía, la
cultura empresarial cambia (o debe cambiar...), hasta permitir que cada vez
niveles más amplios, y más cercanos al trabajador directo, puedan tomar
decisiones en contextos de incertidumbre, y, a la vez, actuar dentro de una
orientación global, de empresa única.
3) Estos cambios en la cultura industrial,
interna a la gran empresa, se transfieren y extienden a la red de
subcontratistas, a la red de empresas o centros de trabajo que componen el
proceso de producción de un bien o servicio, tendiendo a ceder más
responsabilidad e inciativa, y por ende, capacidad de innovación. En suma,
introducen más confianza en el mercado. Y más mercado en la organización
interna de la empresa.
Buena
parte de estas 'conclusiones' se han desarrollado sobre la base de pruebas
empíricas no sólo italianas, alemanas, norteamericanas, japonesas o francesas,
sino también españolas y latinoamericanas, donde se encuentran, en los
estudios, aún escasos, pero sobre todo en la práctica organizativa de las
empresas, esa mayor autonomía funcional, bajo el nombre de "unidades
elementales de trabajo", o semejantes; estructuras matriciales en la
organización con dependencias jerárquicas compartidas, externalización de
funciones, reducción de niveles jerárquicos, etc.[41]
La
evidencia empírica de la reorganización de los tejidos productivos tiene, por
otro lado, confirmación en el conjunto de estudios que, habiendo partido, de la
descentralización productiva, la economía sumergida o informal, ha pasado por
los estudios de 'desarrollo local', y hoy nutre un programa de investigación
amplio y complejo que arranca de la constatación de que nos hallamos ante una nueva división del trabajo entre empresas.
El
trabajo en este contexto, en los países 'avanzados', se define, como lo ha
hecho con un hallazgo feliz Luciano Gallino, por ser el trabajo en estado fluido. Cuyos rasgos fundamentales consistirían,
entre otros que aquí ahora nos interesa menos destacar:
1) Una 'liofilización organizativa':
descentralización y dispersión en el territorio, 'empresas-red', funciones
expulsadas de la (gran) empresa, subcontrata; constitución de empresas por
funciones empresariales que "venden" a las restantes funciones de la
empresa, etc.
2) "Un gran desarrollo de redes de
comunicación, físicas e informáticas", necesarias para integrar los
fragmentos productivos y las funciones dispersas, junto con la emergencia, bajo
forma de empresas, de sistemas de integración de las partes de la
(antigua) empresa, de las distintas funciones.
3) Una producción en tiempo real, que quiere
plegarse más a la demanda. Se da por
hecho la necesidad del Justo a Tiempo, por ejemplo.
4) Un constante deterioro de los sistemas de
garantías para los (cada vez menos) trabajadores sólidos, fijos, con capacidad de contratar y negociar, con declive
de contratos indefinidos, etc.
En
resumen, el punto de partida, en este momento teórico-interpretativo, es que
"gran parte del trabajo necesario para la producción en la neoindustria ha
perdido, en distinta medida, visibilidad, localización, densidad y límites
temporales". Y, por ello mismo, sin herramientas conceptuales y teóricas
adecuadas, sin método,
"resultará casi imposible establecer de manera exhaustiva quién, dónde y
cuándo ha procedido a las miles de operaciones necesarias para concebirlo,
diseñarlo, fabricar los componentes, montarlos, probarlo, terminarlo,
confeccionarlo, contabilizarlo, transportarlo, distribuirlo a los usuarios
finales"[42].
V. Qué trabajo, qué sociología.
Como lo ha
formulado de manera sucinta y clara, Frank Heller, uno de los portavoces de la
mejor tradición británica de estudios del trabajo, el enfoque sociotécnico,
"el término 'trabajo' y la manera en que es utilizado por los científicos,
al igual que la persona corriente, ha distorsionado seriamente nuestra manera
de pensar sobre aspectos básicos del vivir"[43].
Nosotros
partimos de considerar como posibles objetos materiales de estudio "todas
las formas de trabajo y actividad", usando una expresiva caracterización y
desarrollo conceptual de Ray Pahl, lo que delimita o señala, si se nos permite
una paráfrasis de una vieja formulación de Lucien Goldmann, el máximo de
conciencia posible de la Sociología del Trabajo[44].
Jacques Delors lo había expresado en 1980, también con la amplitud necesaria
para poder comprender los fenómenos entonces socialmente preocupantes, de
integrar tiempo de vida y tiempo de trabajo en un sólo movimiento cognoscitivo:
"pensamos el trabajo como toda forma de actividad que permite transformar la
naturaleza en bienes y servicios útiles, o crear relaciones interpersonales y
sociales más ricas"[45].
El
futuro del trabajo delimita la evolución posible de su sociología. A menos que
se haga arqueología, futurismo
tecnológico o utopías: prescripción en lugar de descripción e interpretación.
Desde luego, podría afirmarse que a
tal trabajo (tal concepción de lo
que sea considerado trabajo), tal sociología.
Basta mirar a la historia reciente de la disciplina para detectar como el
objeto material y teórico de la misma condiciona métodos, alcance, técnicas de
investigación... Así, basta ampliar el estudio del trabajo, del trabajador
colectivo, al proceso completo de producción de un bien o servicio, para
generar una concepción de la Sociología del Trabajo con un particular perfil epistemológico.
Hoy
parece ya un conocimiento adquirido, de sentido común... científico, la
afirmación reciente, haciendo balance de muchos años de investigación, del
maestro Jacques Leplat: "la historia del análisis del trabajo depende, en
una parte importante, de la del trabajo y de las condiciones en las cuales este
trabajo se ejerce". A lo que añade, poco antes, "estas reflexiones
sobre el trabajo tienen una incidencia muy directa sobre la concepción del
análisis"[46].
Y
basta, a su vez, un perfil o abordaje
teórico particular para encontrar el trabajo allí donde tantos aseguran que ya
no existe, o al menos que ya no es lo que era. Como ejemplo, el trabajo borroso,
de ocasión, crepuscular. Ese trabajo, si somos capaces de hallarlo, con un
conjunto de dispositivos de investigación que se atrevan con la complejidad de
nuestros días, nos mostrará que no es
una economía distinta, como la antaño llamada 'oculta', o 'informal', sino que
está absolutamente vinculada y
entretejida a la vida, experiencias y
expectativas de los trabajadores estándar, o que al menos así lo fueron en el
pasado[47].
Sea
como fuere, la mejor Sociología del Trabajo, en la comunidad científica
internacional, parte hoy -y digamos que hoy son los últimos diez años- del
amplio reconocimiento de que, desde luego, el trabajo a estudiar por la
sociología es mucho más que la "relación social de empleo":
"Perhaps
the most important single change [en la Sociología del Trabajo] has been the
widespread recognition that the study of work cannot be restricted to
activities within the social relations of employment; domestic work, voluntary
work, communal work, are all 'work', with considerable economic and social
importance, related in a variety of ways to paid work in the 'formal economy,
and requiring investigation and explanation just as employment does"[48].
Un
balance de la sociología del trabajo británica, que ha costado a su autor varios años de elaboración, en una
espléndida summa, condensa nuestra propia visión de cuál debe ser el
trabajo objeto de la sociología: "trabajo significa cualquier actividad
física o mental que transforma materiales en una forma más útil, provee o
distribuye bienes o servicios a los demás, y extiende el conocimiento y el
saber humano (...); una definición de trabajo, por tanto, incluye referencias
tanto a la actividad como al propósito para el cual la actividad es llevada a
cabo"; "el mundo del trabajo es construido activamente por los actos
interpretativos de los agentes implicados"[49].
La
Sociología del Trabajo, persiguiendo la explicación de su objeto, que se
dispersa y esconde, se transforma y se construye socialmente, ha evolucionado
hasta llegar a la complejidad de su abordaje actual. Hacia su complejidad de abordajes, habría que decir. Su campo se ha ampliado así hasta
constituirse en una disciplina cuyos objetivos son "mostrar el conjunto de
relaciones colectivas por las cuales se realiza la producción de bienes y
servicios" [50].
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C.; PECAUD, D.; WILLENER, A.: Los trabajadores y la evolución técnica,
Barcelona, Editorial Nova Terra, 1970.
VALDÉS PIZZINI,
Manuel: "Etnología crítica del trabajo en las pesquerías de Puerto Rico y
el Caribe insular", en Caribbean Studies, tomo 23, n. 1-2, 1990,
pp. 61-82.
VOLVO-KALMAR
(Dossier): "Volvo-Kalmar: bilan nuancé d'une expérience pilote", in Intersocial,
n. 22, diciembre 1976, pp. 3-12.
ZAPATA, Francisco:
"Hacia una Sociología del Trabajo latinoamericana", en Nueva
Antropología, vol. 8, n. 29, abril 1986, pp.2-27.
[1] Hemos recogido aquí, adaptado y resumido
para la ocasión, una parte de los materiales que componen nuestro libro Sociología
del Trabajo: un proyecto docente, Madrid, Centro de Investigaciones
Sociológicas-Siglo XXI, 1996.
Remitimos al lector interesado a la bibliografía más completa y
detallada allí recogida.
[2] Veáse el número especial del American
Journal of Sociology, vol. LIV, n. 4, enero de 1949, presentación
editorial, "Industrial
Sociology".
[3]Touraine, 1952, p.141.
[4] Algo así se 'descubre' en un reciente Tratado
de Sociología del Trabajo. De
Coster, in De Coster y Pichaut,1994, p.11: "La distinction, parfois opérée
entre sociologie du travail et sociologie industrielle, procède
fondamentalement d'une ambigüité de traduction". Veáse el excelente análisis de los orígenes de estos vocablos,
'industria' y fábrica', en Maravall, 1991.
[5] Veáse Men and their work, del
mismo Hughes,1958.
[6] "Sociologists
invade the plant", es el título de un artículo de Business Week, 21
de marzo de 1959, citado por E.Chinoy, 1969, p.396.
[7] Baritz, 1960. El título marcará otras "sociologías de la sociología del
trabajo", como en el caso de M.
Rose, con Servants of post-industrial society..., sobre Francia; y
también su contenido, como en el caso de Rozzi, 1975, para Italia.
[8] Quien defiende este argumento es Allen,
1959. La siguiente cita en el texto, en
p. 191. Una "sociology of
labour", de los trabajadores, de las "actividades individuales y
colectivas de trabajo", cuya institución central son los sindicatos, se opone
a la Sociología Industrial, tout court, por estar ésta "empresarialmente
orientada", pero también por su precariedad teórica y su practicismo.
[9] Smith, 1959, p. 252.
[10] Quizá quien mejor detalle estos comienzos
sea Lajoinie, 1973, "Sociologie du travail: vers de nouvelles
frontières", en el Hommage a Friedmann.
[11] Lo primero es de Touraine, 1962, nota
crítica sobre el libro de Pierre Naville, L'automation et le travail humain,
en Sociologie du Travail, 3, 1962, p.291. L'avenir de la psychologie
industrielle, es un libro de Pierre Jardillier,1961.
[12] J.H. Smith, 1961.
[13] Veáse Friedmann y Naville, 1963 [1961].
[14] A. Touraine, 1962, "Bilan...",
p.279.
[15] Georges Friedmann, Tratado..., Vol.
I, p. 28. La SNCF son los ferrocarriles franceses.
[16] G. Friedmann y P. Naville,Prólogo al Tratado...,
1963, tomo I, p. 7.
[17] Comité de Rédaction de Sociologie du
Travail, "Liminaire"[Editorial], en Sociologie du Travail,
4, 1966, p. 337.
[18] Veáse Federico Butera, 1979, "Le
ricerche non disciplinarie..."; los textos de Ferrarotti en Alberoni,
[1966], 1971.
[19] Le Travail Humain fue creado en
1933. En el número 1 de 1984, al cumplirse 50 años, se reproduce el editorial
del primer número, junto con un balance de Ph. Resche-Rigon, "Histoire
d'une revue: évolution d'une discipline", pp.5-17.
[20] Quizá la mejor presentación de las
"fases", esté en A. Touraine, La conscience ouvrière, 1966,
pp. 46-51 y 305-356. De 1963 es la primera edición de La nouvelle classe
ourvrière de Serge Mallet.
[21] S. Barkin, prólogo a A. Touraine y
otros,[1965], 1970, p. 9.
[22] Marc Maurice,1980, texto citado en nota
anterior. La referencia es del "Liminaire" de la misma revista, que
ya mencionamos, de 1966.
[23] Pizzorno y otros, 1978; Sociologie du
Travail, n.4, 1974, "Le taylorisme en question".
[24] Lichtner, 1975, L'organizzazione...,
pp. 35 y 36.
[25] Michel Aglietta,1976. Su mención de esos puntos
centrales en el análisis del proceso de trabajo, en pp. 91-93.
[26] Hyman, 1979, p.428 y 429.
[27] M. Aglietta, 1981, p.66.
[28] Claude Durand: "Avant propos" a
'L'enjeu de la rationalisation', número monográfico de Sociologie du
Travail,1,1979, p.3.
[29] El primer entrecomillado es de
Accornero,1979,p.782. El segundo es de la propia empresa, Volvo-Kalmar, 1976,
p. 3.
[30] Spyropoulos, 1980, p.295.
[31] Veáse ISE, 1981, p. 36, para los
entrecomillados, y pp.40-52 para los casos y declaraciones.
[32] Así la repite Coriat, 1976, p 212, por
ejemplo.
[33] Veáse el trabajo del ingeniero industrial
Bernardo Prida, 1982, pp. 80 y ss.
[34] Instituto Internacional de Estudios
Laborales: "El programa 'La nueva organización industrial'. Actividades en materia de investigación
comparativa y elaboración de políticas", en Sociología del Trabajo,
n.e., número 5, invierno 1988-89, pp.135-148.
[35] Accornero, 1980. Y una primera aproximación a esta vinculación producción-mercado en
nuestro "Diseño del trabajo...", incluido en Castillo,ed., La
automación..., 1991, pp.264-265,
especialmente.
[36] Capecchi, 1983,p. 51.
[37] Veáse "Redes y regiones",
monográfico de la Revista Latinoamericana de Sociología del Trabajo, n.
3, 1996.
(38)
Sobre la 'empresa-red', veáse Butera, 1990.
[39] Para el periodo 1970-1982, veáse Capiello,
1988 [pero escrito en 1982].
[40] Veáse nuestro trabajo "Distritos y
detritos industriales...", incluido en El trabajo del sociólogo,
1994.
[41] Veáse Castillo, 1989. Y nuestro reciente, "A la búsqueda del
trabajo perdido", 1995.
[42] Luciano Gallino, 1989, p. 129 y 131.
[43] F. Heller, 1985, p. 2, apartado
"Conceptual prisons".
[44] Vease el capítulo 5 de Divisiones del trabajo, de Ray Pahl,
"Nuevas formas de enfocar el trabajo", [1984]. Y nuestro "¿A dónde va la Sociología del Trabajo?",
incluido como capítulo 20 de El trabajo del sociólogo,
Madrid, 1994, pp.393-427.
[45] J. Delors, prefacio a Échanges et Projets, 1980, La révolution du temps choisi,p.
21.
[46] J. Leplat, 1993, pp. 128 y 117,esta última
en el apartado "Le travail, objet
d'analyse", pp. 116-118.
[47] Veáse Pries, 1995.
[48] Veáse Richard Brown, quien firma el Editorial del nº 1, marzo de 1987, de Work,
Employment and Society, pp. 1-6.
[49] R. Brown, 1992, p. 240. Veáse,
igualmente, el manual de Grint, 1991, cuyo capítulo primero, what is
work?, ocupa las pp.7-47. Compárese
este punto de partida, asumido por las mejores tradiciones de investigación,
con el que fuera el punto de partida de Marx (El Capital, libro
I,Edición FCE, y traducción de Wenceslao Roces, p.136 y 130): "El proceso
de trabajo, tal y como lo hemos estudiado, es decir, fijándonos en sus
elementos simples y abstractos, es la actividad racional encaminada a la
producción de valores de uso"; "el trabajo es, en primer término, un proceso entre la naturaleza y el
hombre, proceso en que éste realiza, regula y controla mediante su propia
acción su intercambio de materias con la naturaleza".
[50] Erbès-Seguin, 1988, p. 6; ver también p.
174. Y su reciente, L'emploi:
dissonances et défis, 1994.
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