Para explicar un concepto cualquiera con fundamento histórico-filológico
suficiente es preciso remontarse a los orígenes significativos o etimología
de ese concepto. Por eso veamos primero qué significaba originariamente
nuestro substantivo y adjetivo español "crítico" en su propio contexto
histórico-vital.
La palabra griega krísis significa "separación, distinción,
elección, disentimiento, disputa; decisión, juicio, resolución, sentencia,
etc."
Hechas las precisiones semánticas anteriores, expongo a continuación mi
propia interpretación de acuerdo con el sentido originariamente griego
del término krísis:
«Todo disentimiento de una posición doctrinaria con respecto a otra de signo contrario implica una decisión, una resolución. Disentir es sentir de manera diferente, es elegir la separación o el corte voluntario (alem. Ent-scheidung) con respecto a los presupuestos o principios fundamentales de una posición doctrinaria esencialmente distinta; por lo tanto, todo auténtico disentimiento desemboca inexorablemente en una disputa permanente entre argumentos de signo contrario. La firmeza de una crítica radica en dos clases de virtud (lat. virtus): la virtud lógica, es decir la de los argumentos en sí mismos, y la virtud ético-política, es decir la del argumentador que los propugna y les da pleno sentido y significación mediante el testimonio de la acción efectiva de su vida diaria.» (Bhanzy)
No puedo, ni es mi propósito -muy por el contrario- ocultar mi profunda y manifiesta deuda doctrinaria con el existencialismo humanista de Jean-Paul Sartre (1905-1980). Sintetizando el pensamiento de este filósofo francés contemporáneo, el maestro Augusto Salazar Bondy, al referirse al irrenunciable compromiso del ser humano frente a su particular momento y situación histórica, ha sostenido que:
«El pensamiento genuino se compromete con la realidad y, por esto, el filósofo debe tomar partido concreto. En verdad no se trata de una conducta optativa, que se puede asumir o dejar, y que cabría meditar fríamente o dejar pasar con indiferencia. El filósofo, en cada uno de los actos reflexivos que acomete, en cada idea que formula, en las consecuencias que saca de sus premisas y supuestos está comprometido, actúa en pro o en contra de una determinada tendencia histórica. Se trata, por tanto, de que la filosofía sea asumida como un compromiso lúcido, como una decisión existencial que comporta una responsabilidad reconocida y proclamada.Igualmente, desde la misma línea afirmativa de pensamiento, el filósofo argentino Alejandro Korn (1860-1936), en un ensayo de 1924 dedicado a Kant, afirmó en una oportunidad que «no ha de ir la filosofía por un lado y la vida por otro». Estoy totalmente de acuerdo con este enunciado de Korn y trataré brevemente de explicarlo. Ya he mencionado en otro lugar que la distinción entre filosofía y vida es sobre todo metodológica, y semejante a la que comúnmente se establece entre cuerpo y alma en el hombre.Sólo aparentemente la filosofía es, pues, un quehacer de gabinete. Lo que piensa y dice el filósofo afecta demasiado gravemente al hombre y su destino como para poder ocurrir simplemente en la reserva de un estudio privado. El filósofo está siempre apelando a los hombres y siendo solicitado por ellos. No cabe ninguna reclusión verdadera, salvo como abdicación de la tarea vital, lo que es también, a su modo, una opción que compromete ante los demás y a los demás.
La filosofía, como Sartre la ve y la practica, es, pues, una pasión del ser humano que pone a la conciencia pensante en el centro de la historia.»(0)
¿Cómo determinar con precisión matemática el límite entre lo que denominamos cuerpo
entendido como aquel conjunto tangible y mensurable de complejas funciones biológicas
y psicológicas y, por otro lado, el alma como una interconexión o entrelazamiento invisible
de las poderosas fuerzas dinámicas, inéditas y creativas del espíritu humano que dan sentido
y una comprensión de conjunto a la vida humana y al universo entero?
La filosofía es la vida misma esencial y auténticamente vivida. Esencial porque en
tanto seres esencialmente racionales nos corresponde una vida vivida reflexivamente.
Auténtica porque sólo mediante un uso consciente de nuestra razón, es decir mediante el
descubrimento del poder interior del juicio humano contenido en la crítica, es posible
alcanzar una liberación total (no sólo exterior o material sino fundamentalmente
espiritual) y una realización duradera (no sólo efímera o pasajera) en tanto seres
humanos.
El espíritu de la filosofía griega, como hemos visto, era un espíritu
de juicio (krísis), de discernimiento crítico entre el ser y
el no ser, entre la verdad y la ilusión, entre el bien y el
mal. Por eso el verdadero valor de la vida únicamente podemos
captarlo con el poder de nuestro juicio, que es el poder central
del hombre, la fuente de la verdad y de la moral. Este poder
es la única cosa en la cual el hombre depende por entero
de sí mismo, lo único que lo convierte en un ser sensible y
racional verdaderamente libre.(1)
He calificado mi pensamiento de crítico porque su
intención principal es la de criticar, cuestionar,
poner en tela de juicio y problematizar cualquier verdad o
conocimiento que, sin un juicio crítico previo, pretenda
erigirse como el único, el mejor, el último, el definitivo,
el supremo o absoluto.
Por eso, el pensamiento crítico en tanto pensamiento radicalmente libre y liberador, no hipoteca su inteligencia o sus íntimas convicciones en favor de ningún dogma político o credo
religioso ni tampoco vende sus convicciones por prebendas. No todo se vende, felizmente, aun cuando algunos estén dispuestos a vender
-por falta de escrúpulos o ceguera momentánea- su íntimo y sagrado patrimonio: sus conciencias pensantes. Como ha señalado Barylko, refiriéndose a la filosofía
crítica de Kant, "criticar es poner en crisis los dogmas
y los absolutismos". (2)
«El pensamiento crítico que observa a la sociedad y sus dobles verdades -las de la realidad y las del discurso- y las denuncia es, en su esencia, de izquierda. Es, en su esencia, revolucionario.» (3)Pero uno podría preguntarse aún ¿qué significa "ser de izquierda"?
«Ser de izquierda es, fundamentalmente, buscar un cambio de raíz [...] Ser de izquierda es ser in-satisfecho(4) y considerar que este mundo no es bueno y podría ser mejor para todos.» (5)Ahora bien, como las tareas del pensamiento crítico en relación al cuestionamiento profundo de las verdades prefabricadas tienen como su principal campo de desarrollo la praxis, esto es, el ámbito práctico-valorativo en el que se desenvuelve la totalidad de la experiencia humana de sentido, es necesario que aclare con cierto detalle mi concepto de praxis.
En primer lugar, práxis es una palabra griega que significa principalmente "acción, conducta"
y de ella viene nuestro español "práctica". Prágma es otra palabra de origen griego cuyo
significado es "asunto, cosa" y de ésta deriva nuestro español "pragmático". Práxis y
prágma son dos términos que en griego clásico significan aproximadamente
lo mismo. En realidad, estos dos substantivos griegos tienen innumerables acepciones
al español. Entre ellas podemos mencionar las siguientes.: "acción, acto, conducta; ocupación, asunto,
negocio, cosa, empresa, realización; modo de obrar, obligación, tarea; circunstancia,
situación; molestia, dificultad, embarazo, situación desagradable, etc."
De lo anterior, desde un punto de vista filosófico y de acuerdo con
un fino análisis filológico ceñido a varias palabras claves e iluminadoras del griego y el latín,
entiendo por "práctica" la combinación de acciones desplegadas por un ser humano, en circunstancias variables, sobre la cosa
presentada como objeto (lat. objectum), es decir, en su cualidad de obstáculo o impedimiento, de
"lo puesto delante o frente a nosotros", como aquello que se opone entre (lat. interponere)
la verdad y nosotros mismos y que exige ser superado (lat. superare). Comprendida una "acción" cualquiera
de esta manera, nuestro esfuerzo cotidiano consiste en la búsqueda de los correctos procedimientos para
hacerse camino apartando los obstáculos (lat. impedimenta) que no nos permiten descubrir la verdad (gr. alétheia).
Para cumplir dicha labor de despejamiento del camino (gr. jódos) y hacerlo transitable,
debemos aprehender (lat. prendere) el método (gr. méthodos) apropiado a fin de desatar
(lat. re-solvere) las cadenas (lat. vincula) que traban nuestros pies y que nos impiden
abrirnos paso a través del camino. Entonces la actitud del alma humana, en tanto posición, reposición y disposición
(lat. situs, gestus y habitus) frente al obstáculo, debe ser la de un valiente (lat. animosus)
encaramiento o enfrentamiento con éste para vencerlo (lat. vincere) o, al menos, de ser ello imposible,
sobrellevarlo (lat. sustinere). Sólo con la comprensión de uno mismo como ser-esencialmente-para-la-acción, pues "la obra del espíritu solamente existe en acto"
(6), el hombre puede llegar a liberarse de los obstáculos que lo encadenan y, al librarse de ellos, alcanzar así una liberación mayor aún: la liberación de sí mismo para alcanzar el centro
cósmico en la plena luz, transparencia y lucidez de la Pura Presencia, en la conciencia despierta del entrelazamiento de luces que se
traspasan entre sí, sin hendidura alguna, en la inmersión apacible y beatífica en un Gran Otro Absoluto y Total que no soy yo -distinto de mí- pero del
cual yo participo y hago posible.
El misterio humano como problema filosófico irresoluble es reemplazado, de esta manera, por la experiencia vívida
de la presencia de un Gran Otro Puro a través de un pequeño yo no-puro. El discurso puramente reflexivo cede así a la experiencia mixta co-rrazonada del hombre desde
lo más hondo de su Ser. Es la experiencia de la contingencia humana, de la precariedad existencial del hombre, de la total ausencia de garantía en los actos humanos de los
pequeños otros y, en consecuencia, la resolución final -luego de esta constatación- del surgimiento iterativo de su apuesta, de su afirmación permanente por la vida del espíritu en un mundo en el que todas las humanas personas
-yo, tú, él, nosotros, vosotros y ellos- deciden re-establecer relaciones humanas auténticas pese a la fragilidad esencial de todos sus agentes. En un mundo humano carente de
garantías absolutas, cualquier empeño humano por habitar un mundo mejor es ya, en sí mismo, valioso.
La radical soledad -su soledad metafísica, por decirlo de algún modo- y la inexorabilidad de su muerte -es decir, su agotamiento progresivo y
su extinción como cuerpo que piensa- hacen del hombre un ser intrínsecamente dual -sensible y reflexivo- y lo convierten en el único ser capaz de encontrar en la co-existencia, en la inter-humanidad como fuente pertinaz de vínculos de sentido, como adherente a un
mundo que es mucho más que el suyo propio -es decir el de cada uno de nosotros- su única posibilidad de habitar
con dignidad humana un mundo que no es solamente humano. Sólo en la experiencia de lo originario de su Ser el ser humano puede superar así su
humanidad, liberándose de las limitaciones -muchas, por cierto- de su condición humana y convertirse en un fenómeno trans-humano, libre de sí mismo,
habitante y co-partícipe del Gran Otro Absoluto.
(0) Augusto Salazar Bondy, ¿Qué es filosofía?, Lima: Vilock, S.A., 1967, p. 19. (Las cursivas son mías)
(1) Cf. Ernst Cassirer, Antropología filosófica, trad. Eugenio
Imaz, 8va. reimp., México: Fondo de Cultura Económica, 1977, p. 24.
(2) Jaime Barylko, Filosofía: invitación a pensar, Buenos Aires: Planeta,
1997, p. 153.
(3) Ibidem, op. cit., p. 202. (La expresión en negrita
es mía).
(4) In-satisfecho, es decir, no satis-fecho porque no se ha "hecho o construido bastante o lo suficiente".
Este participio español proviene del verbo latino satisfacio, el mismo que está compuesto por el adverbio
satis más el verbo facio. El adverbio de modo satis significa "bastante, suficientemente" y
"facio" es un verbo irregular que significa, entre otras cosas, "hacer, construir; producir; sufrir."
"Fecho" (forma verbal del español antiguo) proviene del participio pasado de facio, que es
factum, i.e. lo hecho; de aquí se origina el sustantivo neutro FACTUM, o sea el hecho, la
acción, el trabajo.
(5) Jaime Barylko, op. cit., p. 202.
(6) Paul Válery, Introduction a là poétique, p. 40, cit. por
Maurice Merleau-Ponty, Fenomenología de la percepción, trad. por Jem Cabanes, Origen/Planeta (Colección: Obras
Maestras del Pensamiento Contemporáneo), 1985, p. 52.