"San Columbano debe ser contado entre esos hombres sobresalientes y excepcionales que la divina providencia suele suscitar en los periodos más difíciles de la historia humana, para rescatar causas casi perdidas." (Pío XI)
El libro escrito por Bernard Smyth un sacerdote Columbano irlandés. Nos presenta una figura de San Columbano que se podría resumir en el mismo título que él coloca a su libro: "Columbano, un peregrino por la causa del evangelio". El trabajo de Bernard Smyth está basado en escritos mismos de San Columbano y de Jonás, un monje Columbano que entró en el monasterio tres años después de la muerte de San Columbano y hace todo un recorrido de los lugares donde este Santo vivió y la gente que él solía encontrar. La división del libro es de la siguiente manera:
San Columbano nace en Irlanda (543). Desde su propia niñez y con el transcurrir del tiempo fue respondiendo a la llamada de Dios. Se convierte como el monje más destacado de Bangor (monasterio fundado por S. Congall). Después al ordenarse sacerdote, fue haciéndose un hombre con una espiritualidad muy marcada, a ella precedida por la oración, el silencio, la penitencia, el estudio y el trabajo manual. A los 47 años Columbano "comenzó a desear su peregrinación", al comienzo no se le admitía la salida para esta obra tan singular, pero posteriormente, el mismo abad le da la bendición de partida al viaje de misión hacia Europa Continental. Así se aventura Columbano con sus compañeros llegando por primera vez a Francia encontrándose con una realidad muy distinta a la que estaba acostumbrado, pues en ese tiempo este país estaba pasando por una realidad muy desgarradora por las guerras civiles. Estableciéndose en Annegrat construyó allí el primer monasterio de la misión. Empezando a vivir al mismo estilo de vida que llevaba en su monasterio, una de sus tareas principales fue la de acoger vocaciones, las que empezaron a incrementar. Así pues Columbano fundó su tercer monasterio en Fontaines a tres millas al norte de Luxeuil, por la cual se daría a conocer por enraizarse en el pueblo que los empezaba a querer y apreciar, vendrían a él toda clase de personas, enfermos, pobres, pecadores, todos se agolpaban a las puertas del monasterio, con el transcurrir del tiempo el monasterio se había convertido como un punto de atracción, atraían a la gente por su estilo de vida. Los obispos franceses daban por seguro que los monasterios y los monjes estaban firmemente sujetos a su control, pero Columbano con su pasado irlandés estaba convencido que en esa materia los obispos tenían poco o nada que decir, viendo así su propia realidad irlandesa donde el Abad era el superior del monasterio y el obispo podría ordenar sacerdotes, pero no estaba por encima de la autoridad del abad. En el año 610 fue desterrado por el joven rey Teodorico, de manera que Columbano y sus seguidores fueron deportados a su tierra natal, sin embargo ellos regresaron a Europa por otra ruta. En el año 612, tuvo una calurosa bienvenida por el rey Aguilulfo, Columbano que en su corazón era un monje que anhelaba la soledad constantemente, se establece finalmente en Bobbio al sus de Milán, Italia, fundó su último monasterio. Murió un domingo 23 de noviembre del año 615.
Una vida muy precaria. La falta de alimentos era un problema rara vez ausente. Se tiene la impresión de una vida predominantemente al aire libre. Lo modular del monasterio era la vida de oración centrada en la recitación de los salmos.
No hay duda que Columbano era un hombre de una firmeza de acero: inflexible cuando consideraba que la verdad, el derecho o el deber estaban en juego; audaz y exigente consigo mismo y con los demás. Esta alma de acero se revela reiteradamente en su vida. Una impactante ilustración de ellos se encuentra en su vida temprana, y otra cerca del final.
Ante todo e impregnándolo todo, Columbano era un hombre de oración. La oración era el alma de cada día en los monasterios Columbanos. Pero, para Columbano, todo lugar era lugar de oración. La oración parece haber sido para Columbano tan natural como el respirar, y casi continua como este.
Columbano con todo lo exigente que pudiera ser con sus monjes, los envolvía constantemente con sus oraciones y lágrimas. Ninguna otra cosa explicaría mejor el efecto con que se le ha recordado. Peso si sus monjes tenían un lugar especial en su corazón, él sentía también una inmensa compasión por todos loes enfermos, los que sufren, los desafortunados y los pobres. Los necesitados parecen haber sido atraídos por él como por un imán. Una y otra vez Columbano curaba a los enfermos, daba la vista a los ciegos y conseguía el don de los hijos para los estériles.
Columbano fue destacado por ser un Abad peregrino, amante de Dios y aprecio y respeto a las tradiciones de cada pueblo, donde fuere Columbano se preocupaba de predicar el evangelio, la elocuencia de su predicación y ejemplo de su virtud inducían a la gente a escucharlo. El libro de Bernard Smyth está lleno de historias en las que se resalta el papel de este santo del siglo VII. Es importante resaltar al mismo tiempo la manera como la historia es narrada pues se quiere llegar a la conclusión que el ser peregrino por la causa del evangelio es una invitación constante en la vida de Columbano y los suyos, y que este caminar se cubre de la historia misma de un pueblo y de la gente que en ella radica. |