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e c t u r a s
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el
Rev. Harold Segura Carmona
(Octubre 1957) es el Rector del Seminario Teológico Bautista Internacional de Cali desde abril de 1995. Es profesor de Homilética y de Administración de la Iglesia. Sirvió en el ministerio pastoral de la Iglesia Bautista de San Fernando de Cali desde el año 1980 hasta 1995. Hace parte de la Junta Directiva de UBLA y del equipo pastoral de la Iglesia Bautista Jerusalem de Cali. Es Licenciado en Teología (STBI), Administrador de Empresas de la Universidad Santiago de Cali y Magister en Teología (STBI). |
Después del terremoto
del pasado lunes 25 de enero, en el que murieron más de 1.000 personas
y en el que toda una ciudad fue arrasada en menos de 30 segundos, a los(as)
cristianos(as), es cierto, nos corresponde movilizarnos con sentido solidario
y ver de qué manera podemos ayudar a los que quedaron con vida,
aunque lo perdieron todo. Esta movilización se está adelantando
con resultados satisfactorios. Pero, además de esas acciones
solidarias, nos corresponde también la reflexión teológica
con sentido pastoral, que es otra forma de solidaridad. ¿Qué
vamos a responder cuando se nos pregunte por qué Dios permitió
la tragedia?; ¿Cuál será el enfoque bíblico
que le daremos a los sermones durante estas semanas que vienen?;
¿Cuáles serán las respuestas que ofreceremos a los
damnificados cuando se nos acerquen procurando aliento, fortaleza y ánimo
para seguir adelante?. Como nos hemos acostumbrado a las respuestas
fáciles y como la reflexión teológica no ha sido la
especialidad en nuestras iglesias, temo que nuestro ministerio, en esta
oportunidad, no sea tan efectivo y terminemos añadiendo más
dolor.
Ya escucho las voces de
los predicadores apocalípticos que explican la tragedia como resultado
del juicio implacable de Dios: “El pecado de la zona cafetera, así
como sucedió con Sodoma y Gomorra, subió ante los ojos de
Jehová y Él decretó el fin para ellos”. No faltan
tampoco los predicadores que con ingenuidad señalan que las prueban
vinieron para los impíos y la protección para los cristianos.
Según éstos, Dios conservó la vida de sus hijos y
desechó la de los idólatras y paganos. (¿Qué
dirán cuando sepan que en La Tebaida, la propiedad donde se reunía
una iglesia cristiana, se cayó, y la casa vecina, donde funcionaba
un bar, no sufrió daños graves?). En fin, en estos
casos, para vergüenza nuestra, comprobamos que la solidez de nuestra
Teología Pastoral es débil y que no ha sido suficiente que
hayamos crecido en número para que hayamos madurado en profundidad
teológica y en fundamentación ministerial. La
triste realidad del terremoto se convierte en un verdadero desafío
para nuestra pastoral.
En lugar de las respuestas
fáciles, pero insensibles, aceptemos la perplejidad de nuestra confusión
(la “Teología del Silencio”, como la llama el suizo Hans Küng
basado en Lev. 10:3); en lugar de las explicaciones reduccionistas
y llenas de crueldad (Luc. 13:4), procedamos conforme al modelo de Jesús
y actuemos con verdadera compasión. La solidaridad hacia las
personas que ahora sufren en la zona del eje cafetero debe ser también
una solidaridad teológica que sea responsable, bíblica y
colmada de misericordia.
(2 Co. 1: 3,4)
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