Los medios de comunicación de masas no hablan nunca de él, y en la comunidad eclesial existen muchos equívocos. Y. sin embargo, el Camino neocatecumenal es una realidad destinada a influir profundamente en la Iglesia del tercer milenio. Cerca de un millón de seguidores difundidos por más de cien naciones, miles de sacerdotes y docenas de seminarios en todo el mundo, centenares de parroquias que han decidido hacer suyo el Camino. Es un "índice de crecimiento" que no tiene visos de disminuir. El catecumenado es una fórmula antigua, pero que propuesta hoy ha asumido un sabor de novedad extrema, tanto es así que ha suscitado perplejidades que a veces han desembocado en auténticas persecuciones contra el Camino y sus iniciadores, el pintor español Francisco Argüello, Kiko, y Carmen Hernández. Hostilidades que contrastan con el decidido y publico aliento que a las comunidades neocatecumenales ha dado y sigue dando Juan Pablo II, al igual que su predecesor Pablo VI. Actualmente, Kiko Argüello y los demás responsables del Camino están ocupados en la redacción de un estatuto en vistas de la definitiva configuración e institución eclesial.
¿Qué es el Camino neocatecumenal?
KIKO ARGÜELLO: Es un camino de conversión a través del cual se pueden volver a descubrir las riquezas del bautismo. El proceso actual de secularización ha llevado a mucha gente a abandonar la fe y la lglesia. Quizá por esto el Señor nos ha llevado a comenzar en las parroquias un itinerario de formación mediante el cual poder ayudar a llevar la renovación del Concilio y abrir una vía de regreso para los que están lejos.
El Camino neocatecumenal no pretende formar un movimiento aislado, sino ayudar a las diócesis y las parroquias a abrir un camino de iniciación que sirva para evangelizar al hombre contemporáneo. Hay que señalar que el papa Juan Pablo II dice en su Carta: "Reconozco el camino neocatecumenal como un itinerario de formación católica, valido para la sociedad y para los tiempos actuales", y desea "que los hermanos en el episcopado valoricen y ayuden, con sus presbíteros, esta obra para la nueva evangelización". Es, por tanto, un instrumento al servicio de los obispos y los párrocos para atraer de nuevo a la fe a mucha gente que la ha abandonado.
¿Qué relación existe entre el Camino neocatecumenal y el catecumenado de la lglesia antigua?
ARGÜELLO: En la Iglesia antigua en medio del paganismo, cuando un hombre quería hacerse cristiano, debía hacer un itinerario de formación al cristianismo que se llamaba "catecumenado", de la palabra "catequeo" que significa "hago resonar" y "escucho".
Pero podemos preguntarnos: "¿Escuchar qué?". No solamente a Dios, que habla en las Escrituras: catecumeno es aquel que ha aprendido a escuchar a Dios, que habla en nuestra historia. Entre las religiones orientales, que pretenden superar las pasiones refugiándose en la transcendencia con las técnicas de la oración (como la filosofía zen, el taoísmo, o el mismo budismo), y la separación entre sagrado y profano de la religiosidad natural en Occidente, que comporta un divorcio entre religión y vida, la gran revolución del cristianismo es la encarnación, es decir, Dios que se hizo hombre en la historia concreta de los hombres.
Dicen los Padres que lo adecuado para un cristiano no es la humildad, la obediencia o la misma santidad sino el discernimiento, sin el cual no existe ni humildad ni obediencia ni santidad ¿Discernir qué? El obrar divino en nuestra historia Discernir los engaños del demonio y el porqué nos suceden ciertos hechos, qué sentido tienen...
Esto es lo que significa el restablecimiento del neocatecumenado postbautismal. Dice Cristo a la Samaritana: "Créeme, mujer se acerca la hora en que no daréis culto al Padre ni en este monte ni en Jerusalén... Pues se acerca la hora, o mejor dicho, ha llegado ya, en que lo que dan culto auténtico darán culto al Padre en espíritu y verdad, pues de hecho el Padre busca hombres que lo adoren así". En una iniciación cristiana, el neocatecúmeno descubre que nosotros somos el verdadero templo y, por tanto, que nuestra vida es una liturgia de santidad, cuyo ritual es el Libro de los Salmos.
Pero sobre todo el catecumenado de la Iglesia antigua estaba formado por una síntesis entre Palabra, Cambio de vida y Liturgia. La Iglesia antigua tenía ante todo un kerygma, es decir, un anuncio de la salvación. Hacían este anuncio del Evangelio apóstoles itinerantes como Pablo y Silas, y provocaba en quienes lo escuchaban un cambio moral. Cambiaban de vida, ayudados por el Espíritu Santo que acompañaba a los apóstoles. Este cambio de vida era sellado y ayudado mediante los sacramentos.
Concretamente, el bautismo se daba por etapas. El Camino neocatecumenal quiere recuperar esta "gestación", esta síntesis entre Kerygma, Cambio de vida y Liturgia.
¿Por qué se llama "Neocatecumenado"?
ARGÜELLO: Porque se propone fundamentalmente a gente ya bautizada, pero que no posee suficiente formación cristiana. También la Catechesi tradendae afirma que la situación de muchísimos cristianos en las parroquias es de "casi catecúmenos".
Cuando en 1974 nos convocó la Congregación para el Culto Divino con el fin de revisar los ritos del primer examen bautismal, estaban presentes los expertos que preparaban el Ordo Initiationis Christianae Adultorum, presididos por monseñor Bugnini, secretario de la Congregación. Aunque algunos querían que nos llamáramos "comunidades catequísticas", al final concordamos con ellos el nombre neocatecumenado".
¿Cuál es el estado de salud del Camino Neocatecumenal?
ARGÜELLO: El Camino Neocatecumenal está difundido en 105 naciones de los cinco continentes, con casi quince mil comunidades; está presente en ochocientas diócesis y cinco mil parroquias. Ha ayudado a abrir 35 seminarios diocesanos misioneros en todo el mundo. Hay familias con hijos que dejan todo -amigos, casa, trabajo para ir en misión a las zonas más difíciles del mundo: actualmente son más de cuatrocientas. Algo que nos llena de alegría es la cantidad de jóvenes que quieren descubrir y madurar en su fe mediante el Camino neocatecumenal. Damos gracias al Señor por todo esto, aunque no faltan las persecuciones y dificultades necesarias.
Ha mencionado las familias del Camino que lo dejan todo y van en misión. ¿Por qué lo hacen?
ARGÜELLO: Por gratitud. Porque han sido salvadas, y quieren que los demás participen de la misma salvación. Hay muchas periferias, por ejemplo en Suramérica, que han sido invadidas por las sectas. Los obispos nos han pedido ayuda, puesto que hay inmensos asentamientos humanos sin la presencia de la Iglesia. Entonces se envían familias, con la bendición del Santo Padre, que, con su testimonio y la Palabra, comienzan a evangelizar en las zonas más pobres, formando pequeñas comunidades cristianas. Luego los obispos, gracias también a los seminarios Redemptoris Mater, envían sacerdotes, y de tal manera nacen nuevas parroquias, ofreciendo a tanta gente que se había pasado a las sectas la ocasión para volver a la Iglesia, como de hecho está sucediendo, por ejemplo, con los pobres de los palafitos de Guayaquil, en Ecuador, con los "Pueblos jóvenes" de Lima, en Perú, con los mineros de Coronel, en Chile, etc.
¿Dónde han decidido concretamente hacer el Camino?
ARGÜELLO: Nosotros no hemos decidido nada. El Señor, mediante los hechos, nos ha conducido de las chabolas a las parroquias, por deseo explícito del entonces arzobispo de Madrid y por las peticiones de los párrocos, y ahí estamos experimentado la tarea que el Señor nos ha confiado. Basta pensar en la gran necesidad de catequesis que hay en la Iglesia. Es urgente volver a descubrir qué quiere decir ser cristiano, qué quiere decir recibir la vida eterna, qué quiere decir que Cristo ha vencido a la muerte. No es lo mismo encontrar a Cristo que no encontrarlo. El hombre que no ha encontrado a Cristo se halla continuamente frente a hechos de muerte que lo limitan y a los que no sabe dar una respuesta, porque ningún hombre ha vencido a la muerte. Quien lo ha encontrado y ha recibido del cielo al Espíritu Santo tiene dentro de sí la vida eterna, la victoria de Cristo sobre la muerte, que le permite hacer frente a los hechos de una forma nueva, es decir, ir más allá de la muerte. Es algo inmenso. Cuando nos bautizaron nos preguntaron: "¿Qué pides a la Iglesia de Dios?". Respuesta: "La Fe". "¿Qué te da la fe?". "La vida eterna". No es una manera de decir. La vida eterna está en nosotros. Dice san Juan: "Quien detesta al hermano es un asesino. Y ningún asesino posee la vida eterna". La fe no sólo te permite no detestar al hermano, sino también amar al enemigo. Nosotros decimos: "¿Tú eres cristiano? Muestra que posees la vida eterna". ¿Cómo se demuestra concretamente? ¿En qué se demuestra? En el Camino, esta verificación se hace gradualmente por medio de etapas y exámenes, según la práctica propia del catecumenado antiguo, que hoy propone de nuevo también el Ordo Initiationis Christianae Adultorum, donde, en el capítulo IV, se afirma que este itinerario, estas etapas pueden aplicarse también a la gente bautizada pero no suficientemente catequizada, o que no ha recibido el sacramento de la confirmación.
Vamos a entrar en el tercer milenio cristiano. ¿Qué es lo que más le preocupa de estos años que estamos viviendo?
ARGÜELLO: Estamos sumidos en una cultura multimedia, tecnológica, audiovisual, según las estadísticas, cada italiano transcurre una media de tres horas y cuarenta minutos al día frente al televisor. En algunos países de América se llega a las nueve horas. Si hacemos un análisis serio de los contenidos que cada uno recibe a través de las películas, las telenovelas los espectáculos, las mesas redondas, etc., ¿qué es lo que aflora? Que el hombre concreto está recibiendo durante muchas horas al día, de forma continua, una antropología, una "catequesis", por decirlo de alguna manera, contraria a la Revelación.
Aquí esta el verdadero reto del tercer milenio, en lo que podemos definir una "revolución antropológica", que nos invade, incluso a niveles sublímales con valores contrarios a los valores cristianos. Conceptos como naturaleza, cuerpo, sexualidad, familia, pecado, no tienen ya contenido cristiano. ¿Cómo responde la Iglesia a todo esto, cuando en nuestras parroquias, para la gran mayoría de los cristianos, casi no hay nada más que las misas de los domingos?
El problema es que este pensamiento dominante penetra también en los cristianos, esta mentalidad incide también en la Iglesia. Jean Guitton, el filósofo francés amigo de Pablo VI, me refería una dramática confesión que le hizo el Papa: "Le confieso un temor que tengo", le dijo. "Existe el peligro de que un pensamiento no cristiano penetre en la Iglesia. Y que un día sea mayoritario".
ARGÜELLO: Es verdad. Tiempo atrás, organizamos en Nueva York un congreso de obispos que se centró sobre la preocupación que antes le decía. Un obispo de Australia me contó un episodio que da la razón a lo que estamos diciendo. Este obispo estaba convencido de que había que hacer algo para contrarrestar este "pensamiento dominante" y decidió realizar un programa en televisión contra la legalización de la eutanasia. Reunió entonces a los laicos comprometidos de su diócesis para ver cómo se podía responder al bombardeo que los medios de comunicación hacían sobre este tema. Con sorpresa descubrió que sus laicos comprometidos estaban todos a favor de la eutanasia. Todos pensaban como la televisión.
¿Dónde es posible escuchar una catequesis, recibir una formación que pueda contrarrestar esta cultura? Si no comenzamos una seria educación a la fe, al final pensaremos inevitablemente como nos imponen los medios de comunicación. Por esto creo que el Camino, como las nuevas realidades eclesiales y los movimientos, tiene gran importancia en la Iglesia. Solamente una fe adulta puede hoy responder a la realidad de secularización que nos rodea.
Recientemente durante el Congreso eucarístico nacional que se celebró en Bolonia, se reunieron por primera vez públicamente los fundadores y responsables de los movimientos y de las nuevas realidades eclesiales. ¿Qué significado tuvo esa reunión?
ARGÜELLO: Fue muy importante. Somos testigos de una realidad que está sucediendo: el Espíritu Santo que esta soplando sobre su Iglesia, a pesar de nuestros pecados, para ayudarla. Nuestra experiencia, por el mundo, es que siempre hemos hallado ayuda en los otros grupos y movimientos: de Comunión y Liberación en las universidades, de los sacerdotes del Opus Dei en las parroquias, de los Focolares, de los Carismáticos, etc. Es importante, y fuente de enriquecimiento, saberse ayudar: en la diversidad, tenemos una única misión hacia el mundo. San Pablo dice que Dios constituyó a unos como apóstoles, a otros como profetas, a otros como evangelizadores y maestros con el fin de construir el Cuerpo de Cristo, hasta que todos alcancemos el estado de hombre perfecto, la plena madurez de Cristo (cf. Ef 4, 11-13). Las dificultades y los problemas surgen en las parroquias cuando encontramos grupos de laicos y algún sacerdote que tiene una diversa antropología y también una diversa cristología y eclesiologia.
Se oye decir a menudo que estas nuevas realidades eclesiales y los movimientos son algo cerrados, que se cierran en sí mismos. Y algunos obispos han pedido que sean más abiertos entre ellos, sin contrastes ni rivalidades...
ARGÜELLO: Es una opinión dada desde fuera, que creo que no corresponde a la realidad. Nosotros experimentamos exactamente lo contrario. Es como cuando los discípulos se acercan a Jesús y le dicen: "Esos hacen milagros, pero no son de los nuestros", y él responde: "No se lo impidáis. Nadie puede hacer milagros en mí nombre y hablar mal de mí". Nosotros lo comprobamos constantemente: todo lo que el Espíritu Santo suscita en la Iglesia nos ayuda. Son los de afuera los que dicen que estamos divididos, que hay problemas.
¿Por qué la hostilidad es una reacción casi automática cuando nace algo nuevo en la Iglesia? la han experimentado ustedes, al igual que casi todos los movimientos...
ARGÜELLO: Es una reacción normal, creo que es un hecho sociológico que hay que aceptar. En efecto, cuando nace algo nuevo todos se preguntan: "¿Quiénes son esos? Pero, ¿qué se creen? ¿Piensan que son mejores que los demás?". Hemos sufrido persecuciones dentro de la Iglesia, es algo que ha sucedido y que sigue sucediendo en varios sitios. Pero yo pienso siempre en San Ignacio de Loyola, al que le preguntaron a punto de morir qué es lo que pedía para la Compañía y él respondió: "Persecuciones". Por lo que respecta a mi persona, considero la persecución una gracia grandísima. Es lo único en lo que me parezco algo a Cristo. En lo demás nada, pues soy un grandísimo pecador.
¿Ahora están disminuyendo estas hostilidades?
ARGÜELLO: Sí. Creo que muchos obispos y párrocos nos conocen mejor, y ven los frutos en una realidad que crece: las familias reconstruidas, los jóvenes en la Iglesia, las vocaciones para los seminarios, etc. Este agosto en París, durante el encuentro con el Papa, había muchos jóvenes de las nuevas realidades de la Iglesia y, entre ellos, había cincuenta mil del Camino. Tras la conclusión, celebramos una reunión vocacional, presidida por el cardenal Lustiger, en la que se levantaron cinco mil jóvenes para entrar en los seminarios y en los monasterios de clausura. A nosotros mismos nos sorprende lo que está sucediendo.
Hace algunos años pude leer un documento reservado de la Congregación para la Educación Católica. El cardenal que entonces la presidía refería que había hecho una encuesta para responder a la petición que habían presentado ustedes para promover seminarios diocesanos misioneros. La mayoría de los expertos consultados dio, sin embargo, una respuesta negativa: "No se puede confiar un seminario a un movimiento", decían en síntesis. El papa Juan Pablo II Intervino directamente y zanjó la cuestión, confiándoles los seminarios. Hoy son 35, diseminados por todo el mundo. ¿Por qué estos seminarios? ¿Cómo nacieron?
ARGÜELLO: También aquí intervino el Señor que, mediante los hechos, nos ha mostrado sus huellas. El Papa había enviado ya más de cien familias a las zonas más difíciles de Suramérica y del mundo. Estas familias estaban formando comunidades cristianas, con muchas personas que incluso regresaban a la Iglesia después de haber estado en las sectas. Sin embargo, dada la escasez del clero y las dificultades de los sacerdotes locales para ir a esas zonas de miseria, donde ni siquiera existía el edificio de la iglesia, tras muchos intentos -sea con el Seminario Romano, sea formando un grupo presentado al entonces rector del Capranica, monseñor Luciano Pacomio, quien nos ha ayudado mucho, pensamos que debíamos presentar esta realidad de las familias al Santo Padre.
No queríamos fundar ninguna congregación o movimiento, sino más bien unir las parroquias, de donde habían salido estas familias, a la misión. Por eso propusimos al Santo Padre la realización de un seminario diocesano misionero, donde los presbíteros pudieran ser enviados a cualquier parte del mundo. Al final del encuentro el Papa se levantó y dijo que esto era bueno, necesario para la Iglesia y que había que hacerlo. Así nacieron los seminarios "Redemptoris Mater".
Lo segundo que hay que decir es que estos seminarios no son seminarios del Camino neocatecumenal, sino que son verdaderos seminarios diocesanos misioneros, es decir, son los obispos los que mandan y tienen la responsabilidad sobre estos sacerdotes. Lo específico de estos seminarios es que el obispo puede enviar a los presbíteros por todo el mundo, aliviando de esta manera la escasez de clero de muchas diócesis. Providencialmente se ha visto que también en los documentos del Concilio, por ejemplo en el número 10 de la Presbyterorum ordinis, se dice que se abran seminarios internacionales misioneros para resolver la escasez de clero.
Por lo demás, comprendo la respuesta de los expertos, pero la confusión está en la palabra "movimiento". Porque nosotros, como hemos dicho antes, no nos sentimos un movimiento, sino una iniciación cristiana postbautismal que se abre en la parroquia y termina en ella haciendo cristianos adultos. Yo, por ejemplo, como catequista he terminado ya el camino en vanas parroquias. Los hermanos que han recorrido este itinerario neocatecumenal y lo han terminado no forman una asociación ni una congregación, ni nada parecido, sino que son cristianos adultos en la parroquia, que llevan adelante la pastoral del obispo. Está claro que la pequeña comunidad en cuanto tal no desaparece, puesto que ella es hoy la salvación de la familia. El cardenal Ratzinger ha escrito recientemente en su libro La sal de la tierra que hoy es muy difícil vivir la fe solos y ha invitado a la Iglesia a que abra caminos de fe en pequeñas comunidades, donde los cristianos se ayuden y se apoyen recíprocamente.
También en la Carta que el Santo Padre Juan Pablo II ha enviado a monseñor Paul Josef Cordes, su novedad reside en el hecho de que reconoce el Camino neocatecumenal como una iniciación cristiana para adultos de tipo catecumenal, y no lo transforma en una orden religiosa, en una asociación o en un movimiento. Varias veces en la historia de la Iglesia hombres y mujeres han intentado hacer que reviviera el espíritu del Evangelio en el pueblo de Dios sin tener que circunscribirlo por fuerza a una orden religiosa. Quizá los tiempos no estaban maduros.
Pero hoy, después del Concilio Vaticano II, la situación contemporánea de ateísmo y secularización coloca a la Iglesia en una posición en la que se hace necesario restablecer el catecumenado, sea para los no bautizados, sea para los que, bautizados cuando eran niños, necesitan volver a descubrir la riqueza de su bautismo. También Pablo VI, en el primer encuentro que tuvo con el Camino en 1974, dijo: "Vivir y promover este "despertar" es lo que vosotros llamáis una forma de "post-bautismo" que podrá renovar en las actuales comunidades cristianas aquellos efectos de madurez y de profundización que en la Iglesia antigua eran realizados por el periodo de preparación al bautismo.
Vosotros lo hacéis después: antes o después, diría yo, es secundario. El hecho es que aspiráis a la autenticidad, a la plenitud, a la coherencia, a la sinceridad de la vida cristiana. Y esto es un mérito grandísimo que nos consuela enormemente...
En el caso en que un párroco les llame para abrir el Camino y luego sea substituido por otro que no les quiera, ¿cómo se Comportan ustedes?
ARGÜELLO: Obedecemos. A veces los hermanos deben sufrir durante años las incomprensiones del nuevo párroco. A veces el nuevo párroco, que se encuentra con estas comunidades en su parroquia y que no las quiere, las echa; sucede sobre todo en América Latina, en las parroquias de los religiosos, donde se cambia de párroco después de pocos años. Los catequistas, si pueden, invitan a los hermanos a seguir el camino en otra parroquia, pero lo que no hacemos jamás es hacer una Iglesia paralela. Descubrir el bautismo significa siempre descubrir el "primum" cristiano, que es: "Como yo os he amado", es decir, el amor al enemigo, cargando con los pecados de quien echa a las comunidades. En este sentido hemos visto a menudo cosas heroicas en los hermanos. El problema de muchos sacerdotes, a parte de la teología de la liberación y las diferentes eclesiologías que han surgido después del Concilio, es que no saben situar la importancia de los carismas en la Iglesia.
¿Cuál es?
ARGÜELLO: Creo, como dijo el Papa en el encuentro de enero, que instituciones y carismas son coesenciales en la Iglesia. Cuando la institución no acepta los carismas se calcifica y el pueblo gime. Y cuando el carisma no acepta la institución se convierte en una secta o se separa como sucedió con Pedro de Valdo, en los tiempos de San Francisco.
Hablaba usted antes de persecuciones y dificultades. También son muchas las objeciones que les hacen. ¿Podemos examinarlas detalladamente?
ARGÜELLO: De acuerdo.
Se refieren sobre todo a la liturgia.
ARGÜELLO: La liturgia desempeña un papel muy importante en la gestación de la fe. Por medio de ella nos toca la gracia, y nace el hombre nuevo. Los sacramentos dan y aumentan la gracia. Toda la renovación del Concilio Vaticano II tiene un centro fundamental: la plena y fructuosa participación en lo que significan y realizan los sacramentos. Pongo un ejemplo: si vamos a una fuente (que representa la gracia) con una cesta, la traemos vacía; mientras que si vamos con un cubo, volvemos con el cubo lleno.
La fuente siempre es la misma, pero el resultado diametralmente opuesto. Mucha gente va a misa y asiste a los sacramentos con escasa participación. Por esto es importante educar a los participantes a vivir con la mayor plenitud posible la riqueza de los sacramentos.
¿Está diciendo que ustedes aspiran esencialmente a una participación más plena en la liturgia?
ARGÜELLO: Exacto. Nosotros intentamos vivirla lo más plenamente posible, de modo que la gente que participa en ella se santifique. Si un joven no comprende o no sabe vivir lo que sucede, antes o después deja de ir. Si en cambio conseguimos hacerle comprender lo que está sucediendo, explicándole qué es lo que significan ciertos signos; es decir, si le ayudamos a participar de verdad, entonces poco a poco este joven se abre a la acción de la gracia y recibe ese don gratuito que los sacramentos dan y que le ayudará a ser santo, a ser cristiano. El cristianismo no es un pelagianismo, un esfuerzo solo de nuestra voluntad: es una liberación, es una nueva creación que recibimos gratuitamente por los méritos de Jesucristo, que sufrió y dio su vida por cada uno de nosotros.
Por ejemplo, ¿cómo puede educarse a un joven de hoy al cristianismo sin arraigarlo en el misterio de la Pascua del Señor? Por esto es fundamental que la vigilia pascual pueda vivirse en toda su plenitud, para que el sacramento dé lo que significa. Educarlo a los signos, al ayuno, a la noche, al bautismo por inmersión para enseñarle a morir con Cristo y resucitar con Cristo, para pasar a la otra orilla, haciendo de él un "peregrino" celeste, un hombre pascual, en un nuevo éxodo que ayude a llevar al cielo a los hombres de esta generación.
Muchas veces encontramos dificultades porque, por ejemplo en España, la vigilia se reduce a una misa vespertina casi sin gente, porque casi todos están de vacaciones. ¿Qué hacer para que los jóvenes no se vayan de vacaciones y se queden esa noche para morir con Cristo y resucitar con él? Por ejemplo en Francia, en algunas parroquias, se cambia la fecha de la vigilia pascual y se celebra a la vuelta de vacaciones. Pero nuestro espíritu, como sucede ya en muchas parroquias, no es el de hacer una vigilia paralela o nuestra, sino el de restablecer la vigilia pascual con toda su fuerza y plenitud sacramental de los signos, como dice el Misal Romano. Pero para hacer esto se necesita un camino, una propedéutica sacramental. El papa Juan Pablo II dijo una vez que veía las comunidades como un "laboratorio sacramental", donde poco a poco pueda llevarse la renovación litúrgica del Concilio.
El hecho de celebrar la liturgia a puertas cerradas también les ha creado a menudo problemas. Algunos obispos les han impedido celebrar misa en sus diócesis.
ARGÜELLO: No hacemos liturgias a puertas cerradas. Lo que sucede es que tenemos un itinerario. Si uno va a la universidad sabe que hay un primer curso, luego un segundo curso y así hasta el final. Y supongo que quien comienza sabe que no lo van a poner en el cuarto curso, sino en el primero. También nosotros tenemos un itinerario con etapas, con términos. El catecumenado antiguo tenía primero el precatecumenado, luego el catecumenado, la elección y el neofitado. Todos estos términos indican momentos de transición.
El problema es que hace casi dieciséis siglos que falta el catecumenado de la Iglesia. Ya no se sabe lo que es. Nosotros nos contamos entre los que lo están recuperando después de dieciséis siglos. Es evidente, pues, que existe mucha ignorancia sobre lo que es el catecumenado y sobre lo que hacemos. Y nacen las desconfianzas, a veces en los mismos grupos de las parroquias no nos comprenden. Se repite lo que dice el Evangelio en la parábola del hijo prodigo, donde el hermano mayor no quiere entrar, escandalizado porque el padre ha matado el ternero más gordo para el hijo que se ha gastado todo el dinero de su padre con prostitutas, y no soporta la fiesta ni el baile.
Nosotros vemos en el Evangelio que es el padre el que sale a hablar con él. Hace una mediación y le dice: "Este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a vivir". a. La cuestión es que en algunas parroquias del norte de Europa, por ejemplo, hay algunos en los consejos parroquiales que no tienen esta antropología, es decir, que no creen que la gente lejana y secularizada, que ha abandonado a Dios, esté muerta dentro. Por eso no comprenden todo el esfuerzo que hacemos para que los lejanos se acerquen a Cristo, y se escandalizan de la eucaristía dominical celebrada en comunidad el sábado por la tarde con toda la riqueza de los signos deseada por el Concilio (por ejemplo, comulgar con las dos especies del pan y del vino, como nos ha concedido la Santa Sede). Aunque les decimos que estas personas necesitan una mediación, una propedéutica sacramental, que son ovejas perdidas, muchas veces es inútil.
Y, sin embargo, en treinta años de Camino estas celebraciones han demostrado que son una pedagogía maravillosa para vivir el misterio pascual, ayudando a los hermanos a pasar de la muerte a la vida, con auténticos frutos de conversión, sobre todo entre los jóvenes, que, con la fuerza de estas eucaristías, han sido salvados de la droga y de la locura de las discotecas del sábado por la noche. Estas celebraciones han sido el manantial de miles de vocaciones sacerdotales y religiosas.
Además en el Camino neocatecumenal, en todo el mundo, hay gente que estaba muy lejos de la Iglesia, muy enferma y herida, que es muy débil y que hay que echarse al hombro, como hace el buen pastor, para llevarla a la casa del padre.
Este es el espíritu del Camino: no pasar sobre el cadáver de nadie. No es el hombre el que está al servicio del Camino neocatecumenal, sino el Camino el que está la servicio del hombre.
¿Cómo nace concretamente una comunidad neocatecumenal?
ARGÜELLO: Si un párroco desea comenzar el Camino, se pone en contacto con otra parroquia donde ya existen comunidades neocatecumenales o con el centro neocatecumenal diocesano. Se le ilustra qué es el Camino, y si acepta se le envían catequistas que guiarán el neocatecumenado en comunión con él. Los equipos de catequistas están formados siempre por un sacerdote, que es el garante de la ortodoxia y de la eclesialidad del anuncio, por una o dos parejas y por un joven. Los catequistas hablan con el presbiterio, con el consejo parroquial, luego se reúnen con los movimientos presentes en la parroquia y, en fin, durante las misas dominicales, invitan a todos los fieles. Este es el momento del kerygma, del anuncio de la salvación traído por el Señor.
Evoca lo que hacían los apóstoles que, transformados por el Espíritu Santo después de Pentecostés, recorrían las sinagogas en pequeños grupos anunciando la buena nueva y llamando a la gente a la conversión. Era una predicación hecha con fuerza, que ponía a la gente frente a un hecho, a un evento: Jesucristo es el Señor, sólo en él tenemos la salvación. Murió por nuestros pecados y fue resucitado para nuestra justificación, subió al cielo e intercede por nosotros para que podamos recibir el Espíritu Santo, la vida eterna. A los que, traspasados por la gracia, preguntaban: "¿Qué tenemos que hacer?", San Pedro respondía: "Convertíos y que cada uno se bautice en el nombre de Jesús para que todos sus pecados le sean perdonados; después recibiréis el don del Espíritu Santo prometido". Esto coincide con la fase que nosotros llamamos kerygmática donde se descubre y experimenta trípode en el que se basa todo el trayecto neocatecumenal: Palabra-Liturgia-Comunidad. Esta fase kerygmática termina con un retiro de tres días donde se forma la comunidad que inicia las varias etapas del precatecumenado, catecumenado, elección, etc., guiadas por el mismo equipo de catequistas en comunión con el párroco.
En la medida en que estos hermanos comienzan a crecer en la fe y a dar testimonio en el trabajo y en la familia, otras personas son atraídas por la fe y piden iniciar también el mismo camino. Es de esta manera como se forma una segunda comunidad, una tercera, una cuarta comunidad... , y aparece en la parroquia una realidad nueva de pequeñas comunidades todas en Camino de conversión. De este modo se abre en la parroquia una pastoral para los alejados que, sin destruir nada y sin imponerse, presenta el fruto de una Iglesia que se renueva y que dice a sus padres que han sido fecundos, porque de ella han nacido.
Después de más de treinta años de Camino, uno de los frutos que más me consuela es ver las familias reconstruidas que, abiertas a la vida, son verdadera "Iglesia doméstica" donde se cumple el cometido fundamental de la familia, el de transmitir la fe a los hijos. Esto se hace fundamentalmente en una liturgia doméstica, el domingo por la mañana. En esta liturgia los padres leen a sus hijos la Escritura y les preguntan: "¿Qué te dice a ti, para tu vida, esta Palabra?". Es impresionante ver que los hijos saben aplicar la Palabra de Dios a su propia historia concreta. Al final, el padre y la madre dicen unas palabras de comentario, partiendo de su experiencia, e invitan a todos a rezar por el Papa, por la Iglesia, etc. Se termina con el Padrenuestro y con la paz. Y los padres bendicen a los hijos. Hallar un momento de diálogo entre las dos generaciones es algo muy, pero muy importante hoy.
Estas familias formadas en un camino de fe saben transmitir la fe a los hijos. El resultado de todo esto es tener casi el cien por cien de estos hijos en la Iglesia. De estas familias, casi todas numerosas, están surgiendo miles de vocaciones para los seminarios y para los monasterios.
Damos gracias al Señor nuestro Dios.