Puentes metálicos
El primer puente metálico se construyó sobre el río Severn, en Inglaterra, entre 1777 y 1779, por Abraham Darby, con forma de arco de medio punto, una longitud de 30 metros y 387 toneladas de hierro fundido. A partir de entonces el hierro empezó a desplazar a la piedra.
Los puentes metálicos comenzaron a desarrollarse a gran escala en la segunda mitad del siglo XIX, gracias al desarrollo de la siderurgia y a la popularidad alcanzada por la Torre Eiffel, edificada con motivo de la Exposición Universal celebrada en París en 1889. Al principio se utilizó como material de construcción el hierro fundido y el hierro forjado. En la actualidad se utilizan aceros laminados especiales, que tienen una resistencia mucho mayor que los aceros normales. El acero es un material que soporta muy bien los esfuerzos de flexión, compresión y tracción, y esta propiedad se emplea en la construcción de puentes metálicos en arco o de vigas de acero trianguladas o reticuladas con montantes verticales y cruces de San Andrés.