Antonio Paiva, 2000
"Renacen los concursos" tituló alguna vez Posani una de sus columnas en "Arquitectura Hoy" con motivo del concurso del Mundo de los Niños en Ciudad Guayana. Al final de 1999 puede decirse otra vez la misma frase y quizas dentro de unos años vuelva a hablarse nuevamente de un renacer de la confrontación, de los beneficios de ese ejercicio y por supuesto de las bondades de los proyectos ganadores.
Hay ganadores y perdedores, pero la frustración de los concursos no es solo para los equipos cuyos proyectos quedan fuera de cuadro. Los equipos ganadores tienen, por tradición en Venezuela, la triste expectativa de ver como la realización de sus proyectos se posterga, se disuelve, se vuelve imposible. En los estudios de los arquitectos se escucha muchas veces que el segundo premio es el mejor: se obtiene el reconocimiento, pero se evita el inútil trámite de intentar construir. Trámite que merma el presupuesto y la buena fé del ganador.
Es admirable como ganadores consetudinarios de concursos, como la oficina de Pablo Lasala, el colectivo Otero-DEnjoy-Sanabria, o S+P+A (Sánz, Parilli y Arocha) reinciden en la aventura de la competencia, aún a sabiendas del destino doloroso de un veredicto propicio. Sorprende además porque estas oficinas han profesionalizado su participación en los concursos, apuntando claramente a la victoria, muchas veces con éxito.
La pregunta es: ¿Qué se persigue al buscar ganar un concurso que no se construirá? La respuesta obvia es que se busca prestigio, reconocimiento, pero también desarrollar y exponer ideas arquitectónicas que expresen las busquedas particulares de los concursantes. En los concursos se reconocen los talentos nuevos y se afianzan los establecidos. Basta recordar la irrupción a los escalones más altos de la premiación a arquitectos como Juan Carlos Parilli, Miguel Acosta, en el concurso del palacio municipal de Petare; el equipo Larrañaga y Frontado, el el concurso de la nueva sede de la facultad de Derecho de la UCV; Roberto Castillo en el concurso del casco histórico de Ciudad Bolívar; Cristóbal Roig, Alessandro Famiglietti en el concurso de la sede de la parroquia Catedral o el equipo de Matías Pintó en el concurso del pabellón de Venezuela en la Expo de Lisboa. Los consagrados incluyen multiples ganadores como Pablo Lasala, Joél Sanz, Jorge Rigamonti, Domenico Silvestri, Edwing Otero, Oscar Tenreiro, cuyos prestigios se reconocen tanto en su participación como concursantes como en las invitaciones que reciben para ser jurados.
Pero con la excepción de los polémicos pabellones del país en las exposiciones mundiales (Sevilla 92, Lisboa 98) o el Centro Cultural Teresa Carreño, pocos concursos se han traducido en obra realizada. La Catedral de Guayana, el centro cultural de la Gobernación de Caracas, la Facultad de Derecho de la UCV, el Museo del Petróleo, el Palacio Municipal de Petare, El Mundo de Los Niños, las intervenciones en el casco histórico de Ciudad Bolívar, la Parroquia Catedral, la sede de PDVSA, son apenas unos cuantos de los concursos de papel.
Las circunstancias de nuestro proceso constructivo, la maquina de hacer ciudad que es nuestra sociedad, dificulta la conexión entre talentoreconocido y premiado, con realizaciónburocrátizada y viciada. El ingreso de un producto del mérito en un sistema dominado por otros valores, no es bien acogido y encuentra trabas que las mejores intenciones no pueden resolver. Para cualquier anécdota solo hace falta conversar con cualquier arquitecto ganador de concurso.
Por otro lado, la ingenuidad política del gremio se manifiesta también en la organización de los concursos. Los concursos no son el producto de un sistema mantenido o promovido por la los arquitectos, que pueda describirse como un proceso comprobado y continuo de confrontación. Los concursos de arquitectura son, en su mayoria, eventos esporádicos ligados a la presencia de arquitectos notables en cargos públicos de relevancia. Un jóker en la baraja del juego político que los arquitectos funcionarios pueden usar para los más diversos juegos: convencer al ejecutivo, deslegitimar prácticas clientelistas, desactivar departamentos ineficientes o contrarios, generar alternativas a bajo costo, inventariar el talento disponible (cápaz de dedicar horas de trabajo sin cobrar) o para buscar un destino para la asignación o subsidio internacional.
De todas maneras, el uso del jóker no garantiza ganar el juego. La arquitectura que no se construye no gana votos. Si los concursos son la oportunidad para que proyectos meritorios se construyan, no se puede apuntar al segundo premio. Un concurso de arquitectura que falla en su compromiso con la realización, es también un fracaso para el bienintencionado funcionario, porque su valor como carta en el juego político disminuye. Esta es una situación que garantiza la inefectividad de los concursos, tanto para arquitectos como para los promotores de la competencia y en última instancia para la ciudad.
La falta de continuidad es la falla fundamental. Seguir las normas internacionales para la formulación de concursos es la parte sencilla, aunque a veces falte aliento para publicar el veredicto, notificar a la prensa común, documentar las participaciones y sobre todo, mantener el apoyo y el compromiso para construir. Las instancias pre y post concursos pueden fortalecerse y allí los arquitectos tienen mucho que aportar. Hace falta convertir los concursos en procesos y lugares ciertos de intercambio, que equilibren las exigencias de la realidad urbana con la capacidad de interpretación y creación de los arquitectos. Los concursos pueden ser instituciones que generen ciudad, que manifiesten en su resultado y realización el compromiso de la disciplina con la ciudad y consigo misma, los concursos pueden tener un rol más relevante que aquel del certámen de ideas. Ahí esta la referencia de EUROPAN en la Unión Europea, que más que un concurso esporádico, es una institución estable para fomentar el debate, relacionar la arquitectura con los problemas reales de Europa y para la celebración del talento.
Los concursos recientes en Venezuela tienen la ventaja que se hacen al inicio de la administración, más nada es seguro según las lecciones del pasado. También es importante la experiencia de los premios Axis de la UCV. El mérito parece conseguir su lugar. Hay que hacerlo obra, en honor a las imágenes de La escalera y el techo de Edwing Otero, de la fachada cívica llena de gente del palacio municipal de Petare de J.C. Parilli, de los colosos a zancos de Enrique Larrañaga y Guillermo Frontado, de la Angostura de Domenico Silvestri.
Muy posiblemente son los concursos la punta de lanza de la arquitectura que reinventa su lugar y contacto con la sociedad, pero solo sí en vez de renacer cada cierto tiempo como ejercicios de papel, se construyen los proyectos premiados.
AVILA_TEXT
AVILA_TEXT