ALBERTO ARANDA
Wilebaldo Solano
* Texto publicado en la revista Iniciativa Socialista,
en cuyas reuniones Alberto participaba habitualmente, aportabando siempre
su punto de vista, en el que se reflejaba una vida profundamente ligada
al movimiento obrero y al sindicalismo, en el que aún era activo
en el seno de la Unión General de Trabajadores.
El pasado 6 de Abril falleció en Madrid, donde vivía después
de un largo exilio en Francia, Alberto Aranda, obrero mecánico del
"Metro" madrileño y militante ejemplar del POUM. Tenía 92
años y nos parecía que iba a seguir viviendo porque su sola
presencia, cordial y estimulante, nos impresionaba a todos sus amigos y
compañeros. Hablar y bromear con Aranda era siempre un placer. Como
lo pudimos comprobar, una vez más, en los actos que se realizaron
en Madrid en Junio de 1995 para celebrar el triunfo de Tierra y Libertad,
el magnífico film de Ken Loach.
Aquella noche, Aranda contó muchas anécdotas de su vida
militante y yo sugerí que se le hiciera una larga interviú
filmada sobre sus actividades en los momentos más importantes de
las luchas del POUM (guerra civil, represión stalinista, clandestinidad
bajo el fraquismo) ,en los que Aranda estuvo siempre en primera línea.
Fue de los mejores en todas las misiones que le confió el partido.
En fin, tengo entendido que mi sugestión se aplazó demasiado.
En Julio de 1935, Aranda intervino en las luchas de Madrid para aplastar
a los militares sublevados y en seguida participó en la organización
de la Columna Motorizada del POUM de Madrid mandada por el vasco-argentino
Hipólito Etchebehere. Esta columna combatió en: el frente
de Sigüenza con el Batallón Pasionaria en aquellos días
de euforia unitaria "en que todos parecíamos unos" en el gran combate.
La propia Pasionaria, tan sectaria después, le había dicho
a Hípólito que "ahora no hay más problema que la lucha
común contra el fascismo". Hipólito murió poco después
al frente de su columna, como otros mílícianos del POUM de
Madrid y de Extremadura.
Las misiones especiales de Aranda
Aranda se ocupó al principio de instruir a los milicianos recién
reclutados en el manejo de las armas. Pero cayó herido en la catedral
de Sigüenza y fue evacuado a Madrid y luego a Barcelona. Poco tiempo
después se incorporó a las milicias del POUM del frente de
Aragón. Cuando se desencadenó la represión stalinista
impuesta por Moscú y se produjo la disolución de la 29 División
que mandaba Josep Rovira (episodio reconstruido en Tierra y Libertad por
Ken Loach) se creó una situación muy especial para los combatientes
del POUM en los diversos frentes.
El POUM estaba en ilegalidad y no podía disponer de unidades
militares. La directiva general fue que los oficiales y soldados poumistas
se presentaran en los centros de reclutamiento, donde en principio tenían
que ser distribuidos en diversas unidades "según sus méritos".
Indalecio Prieto, ministro de Defensa, liberó a Josep Rovira, jefe
de la 29 División y garantizó que los oficiales poumistas
nombrados por el Ministerio conservarían sus funciones. Crescenciano
Bilbao, subsecretario de Defensa, garantizó tambien los nombramientos
de comisarios políticos. Pero los primeros combatientes del POUM
que se presentaron en los centros de reclutamiento o en los mandos de las
Divisiones fueron rechazados o detenidos. Algunos de ellos, como el Comisario
Hervás y los maestros Trepat y Xuriguerra fueran asesinados.
Ante esta situación, que, como era natural, provocó una
campaña de denuncia de tales crímenes en nuestra prensa clandestina
(La Batalla, Juventud Obrera y demás), el Comité Ejecutivo
del POUM decidió nombrar una comisión encargada de la "cuestión
militar" (Rovira, Arquer, Solano). Esta comisión se puso en relación
con los organismos dirigentes de la CNT-FAI, de la Izquierda Socialista
(Largo Caballero, Zancajo) y de la prensa no sometida al stalinismo. Sin
grandes problemas, llegamos a un acuerdo para que los combatientes poumistas
se incorporaran a las Divisiones y Brigadas mandadas por cenetistas y socialistas
de izquierda y, a veces, prietistas. De esta manera salvamos de situaciones
difíciles a centenares de compañeros. La tarea resultó
más fácil gracias a la acción personal de Pedro Herrera,
secretario de la FAI, y de Crescenciano Bilbao, y al trabajo excepcional
de un pequeño equipo animado por Alberto Aranda, que hizo el enlace
entre el C.E. del POUM y los núcleos del POUM dispersos en las unidades
militares de los frentes. Aranda y sus adjuntos mantenían la relación,
establecían contactos, difundian nuestra prensa y nos traían
las informaciones y la temperatura que prevalecía en los frentes.
Más de una vez pasamos momentos de angustia al comprobar que Aranda
no volvía en las fechas previstas y al pensar que podía haber
caído en una trampa del SIM ruso-stalinista. Pero la cosa funcionó
bien hasta la caída de Barcelona.
Enlace en la frontera de los Pirineos
Este episodio, que es quizás el más importante de la vida
de militante de Alberto Aranda y que, como me decía recientemente
un amigo, podría facilitar un material fabuloso a cualquier novelista
con un poco de imaginación, no es el único digno de consideración
y exaltación. En los años 40-50 (segunda guerra mundial y
caída del fascismo en Europa) el POUM, solo o en contacto estrecho
con los primeros grupos de la Resistencia francesa mantuvo diversos servicios
de enlace entre Francia y España. Tanto para sacar de España
a antifranquistas perseguidos como para ayudar a pasar a España
clandestinamente a los antífascistas y revolucionarios acosados
por la Gestapo y la policía de Vichy. Pero, con todo, la tarea esencial
fue la relación y el trabajo ilegal de las organizaciones emigradas
en Francia con las primeras fuerzas que iniciaron la resistencia al terror
franquista en 1939-1942 en Barcelona, en Madrid y en Asturias. El POUM
se reconstruyó muy pronto y una pequeña vanguardia heroica
logró denunciar el propio asesinato de Lluis Companys mediante un
periódico especial escrito en la Cárcel Modelo de Barcelona
y difundido en condiciones increibles.
Alberto Aranda, exiliado en Dijon tras haber logrado salir del campo
de concentración, se ofreció en seguida al C.E. del POUM
para incorporarse al servicio de enlace con España que dirigían
Luis Roc y Ramón Bitriu, un militante leridano injustamente olvidado.
Su oferta fue aceptada sin vacilaciones porque todos conocíamos
las cualidades de Aranda: experiencia, valor acreditado, sentido de la
responsabilidad, afán de ser útil en las misiones más
audaces y arriesgadas, fidelidad al POUM calumniado y perseguido por múltiples
adversarios. Y casi no es preciso decir que Aranda estuvo a la altura de
las circunstancias en todo momento durante varios años. A él
se le confió todo lo más delicado y peligroso. Las fuerzas
de represión atacaron a nuestro servicio, asesinaron al compañero
Franquesa en Barcelona, nos obligaron a interrumpir misiones de otros camaradas.
Aranda siguió siempre en su puesto hasta el momento en que consideramos
que era mejor que se replegara a Dijon, donde siguió trabajando
como mecánico y militando como poumista. Luego vino su jubilación
en Ceret y su regreso a Madrid, en donde se incorporó a la Fundación
Andreu Nin y tuvo la suerte de pasar los últimos años de
su vida -los años de Operación Nikolai y de Tierra y Libertad,
de la gran rehabilitación histórica del POUM- con jóvenes
camaradas que le respetaron y estimaron y que no le olvidarán. Era
un hombre sencillo, bueno, jovial, que inspiraba la consideración
y la simpatía.Y fue un gran militante del POUM.
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