Suponemos bien que la Edad Media no produjo solamente maravillas arquitectónicas, sino también hogueras, represión, pestes y guerras. Sus testimonios muestran santos y demonios por doquier.

     Entonces ¿qué podemos suponer hoy, cuando la televisión muestra más demonios que santos?. La iglesia está dividida hoy, es cierto, todos los impuestos ya no van a las arcas de un solo monarca, distintas facciones burguesas se disputan la renta con variada suerte, hoy para unos, mañana para otros. Con buen tino los espectadores miran de afuera, y en general prefieren el fútbol debido a la mayor estabilidad de sus reglamentos.

     Pero da que pensar una fracción que invoca al demonio, aunque en el fondo no más que la que invoca al santo. En ambos casos apelan a tribunales omnipotentes, inhumanos, inescrutables y arbitrarios, que sólo por simpatía o sumisión conceden sus favores. Parecería La lotería en Babilonia (1944) de Borges si no fuera que ésta también tenía sus reglas. O el Cambalache (1942) de Discépolo, donde no había aplazados ni escalafón.

     Tal vez haya parecido así el infierno renacentista al paraíso medieval: un mundo caótico, un partido sin reglamento, un vale todo de todos contra todos.

     Otra posibilidad es que la anarquía de la producción capitalista genere su propia anarquía política, luego que la renta agraria y sus señores feudales pasaran a segundo plano.

     Pero volviendo a la pregunta: ¿qué pensar de un cura que solo amenaza con el infierno, de una televisión que sólo muestra crímenes y paraísos inalcanzables en esta vida?. ¿Se volvieron locos todos los burgueses, o decidieron de consuno enloquecer a sus súbditos?. Que una clase dominante se vuelva loca no sería nada nuevo, ahí nomás tenemos las guerras del siglo XX.

     ¿Esto proponen? ¿Alguna guerra o amenaza de, a guisa de sangría contra los malos humores populares?. Aquí mismo lo hicieron los milicos, es lo más a mano que tienen los poderosos en dificultades. ¿Acaso es más negocio el infierno que el cielo? Para los diablos, sin duda. Y que tenga más rating se comprende, considerando cuán pálido es el cielo, cuántos cofres de oro promete el diablo al pobre diablo humano que perdió su vida trabajando inutilmente.

     En fin, el fútbol sigue siendo lo mejor de la televisión, junto con las buenas películas y la buena música. Más si se lo compara con su deplorable programa político, cuya única propuesta es beber agua envasada para ser feliz, nueva fuente de la juventud por pocas monedas. ¿Me creerían si les dijera que de jóvenes bebíamos agua corriente gratis, y deliciosa?.

Alfredo Becerra
22 de mayo de 2001

 

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