Sufren mucho los argentinos, pero las protestas populares con cacerolas vacías permitirán el desarrollo de propuestas democráticas. No es la primera vez que hay protestas y propuestas, pero vale destacarlas de todos modos, principalmente por su masividad. Si continúan las protestas el régimen criminal imperante deberá llamar a elecciones, y aún cuando lograra distorsionar su resultado con trampas y reglamentos antidemocráticos de cualquier índole, resultará evidente que una gran cantidad de argentinos quiere vivir de acuerdo a leyes.


     Es dificil pretender la ley en la Argentina, una sociedad capitalista periférica demasiado empobrecida como para pensar más allá del sustento para un día. Pero en realidad no es una sociedad, sino una parte de la sociedad periférica, con vecinos todavía más pobres, como Bolivia y Perú. El capitalismo fracasó en estos países, y ahora también en la Argentina.


     Este fracaso favorecerá el desarrollo de organizaciones políticas democráticas, cuyo eventual crecimiento contribuirá a poner barreras a la ilegalidad, la superexplotación y el robo de salarios y ahorros populares cometido por un Estado saqueador ejercido por banqueros, concesionarios, exportadores y contratistas.


     La simple cancelación del mercado por decreto es una contradicción demasiado grande como para sostenerse por mucho tiempo, en una sociedad que continua fundada en la superexplotación del trabajo asalariado. El mercado se cerró en diciembre, pasaron varios presidentes y continua cerrado. Es muy jugoso el botín, y el trabajo gratuito con el que se benefician, dos meses de trabajo gratuito, de enorme producción. En diciembre el gobierno radical canceló el mercado so pretexto que si no hay mercado para robar, no hay ningún mercado, y el gobierno peronista continúa recitando lo mismo en enero. Pero el trabajo gratuito, por jugoso que resulte para cada capitalista individual, no le sirve a dos capitalistas al mismo tiempo, así que en algún momento tendrán que volver a pagar salarios, aún no sabemos cuánto ni cuándo.


     Mientras tanto los sectores democráticos continuarán organizándose, sabiendo que su organización es lo único que puede favorecerlos, para ir arrancando concesiones a un régimen que se ha declarado enemigo del pueblo.

Roberto Figueroa
10 de enero de 2002

     Agregado del 29 de enero de 2002:

     La prensa conservadora empezó a amenazar con un golpe militar, con sus conocidos voceros: López Murphi, del partido radical, y centros de generales retirados. También el gobierno peronista de Duhalde amenazó con la represión violenta contra manifestaciones populares pacíficas, y efectivamente terminó reprimiendo el cacerolazo del viernes 25 de enero. Efectivamente es posible que esos sectores recurran a la represión, con cualquier gobierno, para continuar robando descaradamente. La represión y el fascismo tienen larga tradición regional, como en estos mismos días lo demuestran los asesinatos políticos en Brasil.

     Pero no es el momento de alaracas militares en Latinoamérica, y menos en la Argentina, cuyos más conspicuos represores tienen pedido de captura internacional, aunque siguen gozando de libertad en su país.

     Los golpes militares del último medio siglo fueron pagados y alentados por Estados Unidos, so pretexto de la guerra fría contra el comunismo. Hoy no existe tal pretexto, y no se vé qué ganaría Estados Unidos dando a los militares locales el dinero que niega a los civiles. Sin apoyo de Washington no hay posibilidades de golpe militar en América Latina. Puede agregarse que sin Washington tampoco pueden sostenerse los gobiernos civiles, como acaba de demostrarlo Argentina.

     Es cierto, lo cual nos conduce a la ficción política de las sociedades locales, con aparatos represivos pagados por capitalistas locales. Pero hoy por hoy solo pueden pagar bandas clandestinas, como en Brasil y Colombia. Los capitalistas locales, con Menem, han destruido su propio fisco con el que daban visos de legalidad a sus aparatos represivos, hoy no recaudan impuestos, por haber transferido todo a los bancos que ¡encima! les robaron los depósitos.

     Pero lo más dificil, sin olvidar el dinero, siempre consiste en hallar el Napoleón que encienda el cañón contra las masas en la calle. Por eso les resulta dificil reprimir, aunque con dictadura militar les sea más facil, de ahí las amenazas, pero tampoco parece viable con la gente en la calle, y más en economías de saqueo.

     En suma, que no está el horno para bollos, cuando las manifestaciones de desocupados reclaman pan y trabajo, los ahorristas la devolución de sus depósitos y todos en general y entre otras elementales e impostergables obligaciones de cualquier Estado de Derecho, reclaman elecciones limpias para reemplazar todas las autoridades administrativas, legislativas y judiciales, empezando por la inmediata renuncia de la Corte Suprema, por su escandalosa complicidad con delincuentes como Menem y Duhalde, éste proclamado presidente por un golpe palaciego, todavía impune.

     Agregado del 21 de marzo de 2002:

     Aumentó la emigración en estos meses, en busca de mejores lugares para vivir y trabajar. Pero no todos pueden irse, y los que se van extrañan, así ocurrió siempre en todos lados. Algunos proponen quedarse y luchar, pero tampoco todos pueden luchar, pues la simple lucha por la sobrevivencia y el trabajo les lleva todo el día.

     No hay precedentes del robo perpetrado en la Argentina, robo a mano armada porque usaron la fuerza pública. A partir de 1976, con asesinos militares en el gobierno, los banqueros empezaron a destruir el viejo Estado capitalista y lo reemplazaron por el actual Estado criminal. Destruyeron la organización política argentina y la redujeron a la simple violencia del saqueo efectuado por el Estado. Es el fascismo periférico, distinto en la forma del antiguo fascismo imperial de masas pero idéntico en el contenido. Reemplazaron la vieja economía capitalista de plusvalía y renta agraria por la actual economía de saqueo a favor de minorías privilegiadas.

     Destruir esta organización política es la primer tarea política democrática, condición sin la cual no hay democracia imaginable ni posible. El Estado argentino no solo es una organización política obsoleta sino criminal, como lo ha probado reiteradas veces, especialmente a partir de la dictadura militar de 1976. No le quitó su criminalidad la concesión de libertad de prensa y asociación política luego de 1983, cuando la oligarquía monopolista reemplazó a los militares por civiles. El régimen económico continuó inalterado e inalterable, sólo cambiaron los rostros de los gobernantes. Gobiernos militares y civiles fueron dóciles marionetas de los grandes grupos económicos, marionetas más o menos onerosas según las circunstancias y personajes en juego, pero todos marionetas. El poder real siempre lo mantuvieron los grandes grupos monopolistas.

     Todo esto es archisabido, incluso la necesidad de reemplazar el Estado, hasta los mismos monopolistas la proclaman dado que se volvió obsoleto. Las organizaciones políticas, todos los Estados, nunca fueron otra cosa que simples instrumentos de las clases sociales para ejercer su dominio. Así que poco importa si se llaman Argentina o Anitnegra. Lo que importa es para qué sirven, su funcionalidad y utilidad para las clases dominantes.

     Cualquier cambio sólo podría ser obra de los sectores populares, junto a escasa minoría de la clase obrera que sobrevivió a la extinción de la industria. Así lo anuncian los piqueteros y las asambleas barriales, aunque conscientes de que carecen de la fuerza política suficiente para llevarla a cabo.

Roberto Figueroa