PETROESTADO. DEUDA, BARRILES Y RECUERDOS (*)
Para Wolfgang Stockhausen, a quien afortunadamente los
años no han logrado moderar.
He leído en El Nacional del 24-02-2001, un interesante comentario de Ibsen
Martínez sobre un libro titulado “La paradoja de la abundancia”, cuya autora es
Terry Lynn Karl y donde se analiza la historia reciente de los llamados
petroestados. Después de releer varias veces el artículo, necesaria y
dolorosamente hube de reflexionar y recordar lo que en algún momento de 1975,
llamé para el país, el “punto de no retorno” y que para mí personalmente
significó la vuelta a mis claustros de invierno, decepcionado y convencido de
que en el futuro cercano ya no sería posible ninguna otra opción de desarrollo.
Pero tal como siempre reitero en oportuno homenaje a Uslar Pietri, “el que ha
sido marinero cuando ve el mar le gusta” (Oficio de difuntos), cada cierto
tiempo, algún evento y/o motivo me hace salir de esa apatía, vencer la noia
política en la cual he hibernado por más de veinte años, y rumiar
epistémicamente algunos comentarios que, por lo menos, dejen constancia de que
en su momento, con ciertas limitaciones y algunas posibilidades, bajo
diferentes opciones y enfoques, algo habíamos intentado.
El 21 de noviembre de 1957, sorprendidos pero eufóricos, al alcanzar por
breves minutos la entrada Sur de la Plaza Venezuela, pensé ingenuamente que
como país podíamos cambiar. Posteriormente, a partir del 23 de Enero de 1958,
aquellos, con mayor experiencia política, toman el camino corto y entusiasta
que rápidamente los lleva a madrugar en las montañas, otros más moderados y/o
tradicionales, el camino largo y prudente que les permitiría amanecer en la
universidad. La década de los sesenta —Caracas-Boston-Madrid— significa para
mí, un proceso de formación
científica y de actividad universitaria en las áreas académicas de
Planificación, Estadística y Psicometría.
En 1974, estando el país relativamente tranquilo, las primeras avanzadas de
aquella generación, después de recorrer dos diferentes caminos, habían arribado
a posiciones importantes dentro del nuevo gobierno. En julio de ese año,
durante el período de vacaciones universitarias, se me invita, y de manera
inmediata, diseño técnicamente el Programa de Becas Gran Mariscal de Ayacucho.
Mediante un programa electrónico, implemento el concepto del Cupo Diferencial
para la selección de los candidatos, y dos meses después, luego de la
escogencia de los primeros mil becarios que irían a estudiar al exterior,
abandono el programa. Como compensación, se me ofrece la Dirección de
Prospectiva en Cordiplan; allí podría continuar una investigación sobre Futuros
Posibles Alternativos que, con el apoyo de Opsu, Enap y Conicit y la
participación de los investigadores George Kappo, Blair Chan y Josefina Tejera,
había comenzado el año anterior. Tenía la secreta esperanza de que me serviría
para orientar el V Plan de la Nación que en ese momento iniciaba su diseño.
Utilizando el método Delphi se habían caracterizado dos escenarios; uno era el
Modelo Industrial, que con sus estimaciones
de necesidad de Recursos Humanos, habíamos usado para proponer las Áreas
Prioritarias del Programa de Becas y otro, el Modelo Ecológico, orientado según
el Criterio de Pertinencia y llamado luego el Antiplan.
1975 fue el año de los Petrodólares, el precio del barril llega y pasa de
los 14 dólares. En ese momento un Dodge Dart tenía un precio flotilla de 6.000
dólares, por ello si un auto comparable, actualmente cuesta 18.000 dólares,
entonces, el precio equivalente —2001— para nuestro barril de petróleo debería
ser más de 42 dólares y no 24 como lo es en la actualidad. Constantemente me
preguntaba cómo gastar esa inmensa masa monetaria, haciéndolo de una manera
orgánica que no llegase a perturbar el funcionamiento de la economía. En ese
mismo sentido, antes, entre Agosto de 1973 y Febrero de 1974, en la sección
“Cartas al Nacional” (Ver Web), nos habíamos propuesto simular una matriz de opinión, utilizando para
ello un conjunto variado de pseudónimos que nos posibilitó filtrar varios
artículos. En ellos se alertaba acerca de lo que significaría la avalancha de
petrodólares, que mal utilizados en
la compra apresurada de tecnología chatarra, no apropiada con el nivel de
racionalidad de nuestros recursos humanos, representaban una seria amenaza, no
sólo para la economía sino también para nuestra psicología y para la
estabilidad de las instituciones sociales y políticas del país.
Sorpresivamente, una tarde a mediados de 1975, todos los directores fuimos
convocados a una reunión en la Sede
Central del Palacio Blanco, se nos informa que el Presidente de la República
reunido con el pequeño gabinete económico —Hacienda, Cordiplan y Fondo de
Inversiones— conjuntamente con el Ministro Secretario de la Presidencia, habían
decidido solicitar al Congreso Nacional autorización para un endeudamiento por
más de 80 mil millones de bolívares, lo que representaban 20 mil millones de
dólares (US$ 20 millardos) y que esa misma noche era necesario preparar el
Proyecto y su respectiva Exposición de Motivos, ya que en la mañana sería
discutido con el Presidente del Partido de Gobierno y Presidente del Congreso,
Dr. Gonzalo Barrios. Observaba con asombro e incredulidad aquella febril
actividad, pensaba que el Congreso aprobaría el endeudamiento y que así de esta
manera —más dólares y más petrodólares—, aún antes de lo previsto,
necesariamente habíamos llegado al punto de no retorno.
No había tenido interlocutores con quién discutir lo absurdo de ese
endeudamiento, ni en ese momento tenía sentido hacerlo, así que pude
reflexionar durante la noche. Cerca de las tres de la mañana, lo único que se
me ocurre y que considero podría y/o debía hacer, era enviar una nota personal
al Ministro de Planificación. Contaba para ello con la vieja, sólida y común
amistad de Jesús Ramón Carmona, quien era la persona encargada de llevar al
desayuno en la Casona, el documento elaborado. No tenía mayor convicción acerca
de la bondad de mis argumentos, pero yo también había llegado a un punto de no
retorno. Anoté sólo tres asuntos. En el primero expresaba que, técnicamente, no
estaba de acuerdo con el endeudamiento, ya que al gastar apresurada y
masivamente en tecnologías que no se dominaban (Know How), financieramente no
se iban a obtener los retornos promedios esperados que justificasen
económicamente la inversión. El segundo, se refería a que si el Congreso
llegase a aprobar ese endeudamiento, el hecho en sí mismo —en una época de
bonanza y petrodólares— podría tomarse como justificación para que se
desencadenase una acción de tipo militar. Tercero, que aún aprobándose y no
suceder nada, el proceso de discusión sería tan reñido y controversial que ello
significaría una división y/o desgaste tal para el partido de gobierno, que
fatalmente lo llevaría a perder las próximas elecciones presidenciales.
Afortunadamente, el propio Gonzalo Barrios hubo de considerar la cifra tan escandalosamente alta,
que sólo se comprometió a gestionar la cantidad de 30 mil millones de bolívares
(US$ 7 millardos).
Pasan algunas semanas; no se me solicita la renuncia y, por el contrario,
cuando se termina el V Plan, se nos invita a celebrar en el famoso restaurante
Henry IV de la Florida. Pensé que Carmona, un político mucho más curtido y
prudente que yo, posiblemente no había entregado mi nota, desde entonces me ha
quedado la duda. Cuando le pregunté, me dijo que el ministro había expresado
que manejaba un escenario distinto al mío. En los medios académicos se
comentaba, que un informe de una agencia estratégica internacional, basándose
en la volatilidad política del Medio Oriente, pronosticaba que el precio del
petróleo podría alcanzar hasta US$ 50 dólares el barril. En el año 1976, ni
resulto cómodo, ni me siento útil. Mediante un mensaje telefónico, el Director
General me solicita la renuncia al
cargo. Se me ofrece una asesoría técnica en el Programa de Becas Gran Mariscal
de Ayacucho, que ahora tenía carácter de Fundación Autónoma; debería revisar un
estudio prospectivo del Instituto Tecnológico de Massachussets sobre necesidades de Recursos Humanos,
contratado con el propósito de
cambiar las Áreas Prioritarias en la asignación de becas. Estuve allí hasta
septiembre de ese año, cuando decidí incorporarme más activamente a la vida
académica universitaria y profundizar en mi vocación científica.
La historia no había terminado. En 1977, estalló un escándalo en la Caja de
Ahorros de Cordiplan por el manejo irregular de sus fondos. Fui llamado a declarar
a la Policía Técnica Judicial, sobre algo en lo cual no tenía ni arte ni parte.
Resultó ser que en lugar de un escándalo, se trataba de dos. El segundo, más
complejo y delicado, se relacionaba con contratos de estudios que se habían
firmado como parte del apoyo técnico, supuestamente necesario, para la
elaboración del V Plan; asunto del cual tampoco estaba, ni siquiera enterado.
Se me presentó un listado de unos cincuenta estudios, con montos alrededor del
millón de bolívares (US$ 250.000) y se me preguntó si yo había otorgado algunos
de esos contratos. Obviamente ninguno. Al día siguiente, la información que me
traen los amigos que me van a visitar a la Policía Técnica Judicial luce un
tanto fantasmagórica, afirman que la denuncia la había hecho el propio Rómulo
Bentancourt, quien en ese momento mantenía un enfrentamiento con el Presidente
de la República y con el Ministro de Planificación, que por ello el asunto era
tan delicado que el Presidente sólo habría podido prometer que mi nombre no
aparecería en la prensa; “del ahogado el sombrero”. En la realidad, esa
historia era un secreto a voces, pero las personas que me conocían y yo mismo
me preguntaba ¿Cuál era el disfraz que en esa comparsa estaba yo representando?
Esa mañana se me había indicado, que en una hoja de papel en blanco, estampara
varias veces mi firma y en la tarde, sin ofrecerme ningún tipo de disculpa, se
me informa que la investigación seguiría abierta y que posiblemente en un
futuro tendría que volver a declarar. Años después, de manera indirecta y
circunstancial, me enteré que mi
firma había sido falsificada y que avalaba la calidad científica de algunos de
esos informes. Como en el cuento del chinito de Recadi, una secretaria de la
Sede Central en el Palacio Blanco, fue la única sancionada por los hechos
detectados.
Cada cierto
tiempo, reitero que todavía podemos reflexionar y buscar un concepto más humano
y armónico del desarrollo. Se pueden considerar las terceras vías (ver Web),
que no son otra cosa que pensar inteligentemente y por nuestra propia cuenta,
para no dejarse embaucar una vez más con los nuevos y maravillosos abalorios,
que de manera avasallante nos ofrecen actualmente las modernas tecnologías.
Ello no será posible, si no se cambia, se regula y se refuerza la educación primaria
básica. Si en las regiones no se fortalece la estructura mental de nuestra
juventud. Ellos y ellas, como representantes típicos y vulnerables de la
sociedad urbana y occidental, prefieren venir a soportar hambre, frío y
miseria, para a su vez tener la posibilidad —lograda y/o financiada de
cualquier manera—, de disfrutar en el Poliedro de una noche de exaltación y
gloria, escuchando un explosivo cocktail de decibeles, los mismos con los que
nos atormentan los Rip Rap Quing, cuando se mueven virtualmente por el
hombrillo de la Cota Mil.
(*): Publicado en el
Diario El Globo, 10 de abril 2001, pág. 22
Diseño, Mantenimiento y Edición: Milagros Márquez P.
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