El paso de grado es un momento privilegiado de la enseñanza. Permite conocerse mejor y apreciar el camino recorrido, viendo lo que aún queda por hacer. Permite confrontar lo que pensamos de nosotros con lo que los demás nos dicen. La noción de la realización personal en cada etapa es fundamental, por lo que la importancia del grado es totalmente relativa. No se puede juzgar igual a un deportista joven que a un principiante anquilosado de 50 años, el esfuerzo hecho por este último para mantenerse derecho, caer y comenzar a desplazarse es tan importante como el realizado por el joven para aprender  una quincena de técnicas. No conviene que nadie se sienta frustrado, pues cada alumno tiene su propio plan de trabajo, aunque cuanto más alto sea el grado más convergente debe ser la norma. 

Si fuéramos rigurosos, en la mayor parte de los casos no debería realizarse ningún paso de grados durante el primer año de práctica y durante el segundo podría hacerse un paso de 6º Kyu. De esta forma el candidato aprendería los valores de la paciencia y de la autodisciplina que deberá ejercitar en el futuro. Lamentablemente nuestros alumnos (y la sociedad actual en general) no están preparados para aceptar un programa así, por lo que el espaciado gradual de los cintos (de menor a mayor tiempo cuánto más alto sea el nivel) se revela como más efectivo pedagógicamente, para tender hacia un nivel homogéneo en el primer kyu.

El paso de grados no es en ningún caso un derecho, sino que está a la discreción del profesor, único autorizado para juzgar su conveniencia. El tiempo requerido, así como el conocimiento técnico son requisitos mínimos, pero no suficientes para que el candidato pueda autopresentarse. Cada uno podrá avanzar mas o menos en la adquisición del nivel requerido, efecto debido a la diversidad de practicantes, lo que dota al sistema de grados de una gran plasticidad.

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