Columna

Respetemos al árbitro 

Los principales actores del  deporte de la canasta, son los jugadores, los entrenadores y los árbitros. Afortunadamente, jugadores ha habido y siempre habrá, entrenadores más de lo mismo, ¿y árbitros?

Si un jugador no viene al partido, el partido se podrá jugar, si el entrenador falta, también se podrá disputar jugar. Pero, ¿y si el que falta es el árbitro?. El juez que aplica la aplicación de reglamento del juego es imprescindible para el baloncesto y cualquier otro deporte. Sin él, no hay partido.

Ser árbitro no es fácil. ¿Cuánta gente hay dispuesta a madrugar un sábado por cuatro duros? Algunos. ¿Cuánta gente está dispuesta a madrugar un sábado por cuatro duros y helarse de frío? Menos todavía. Y, ¿cuánta gente está dispuesta a madrugar un sábado por cuatro duros, helarse de frío y tener que aguantar las impertinencias y el mal comportamiento de los entrenadores y los padres? Mucha menos todavía.

Hasta el día de hoy, los árbitros han contado con los dos primeros puntos. Es decir, saben de antemano que no se van a hacer millonarios arbitrando un partido de baloncesto y que en invierno lo van a pasar  muy mal como les toque arbitrar en una cancha descubierta. Pero, muchos de ellos ya están cansados del tercer punto, del comportamiento de los entrenadores y de los padres.

Más de un árbitro se ha dado de baja de la Federación Madrileña de Baloncesto en los últimos años debido a que ya no aguantan más. Insultos, amenazas y hasta incluso en algunos lados las agresiones han estado muy cerca de ocurrir.

Es evidente que el nivel medio del arbitraje deja mucho que desear. También es evidente que no todos los árbitros utilizan el mismo criterio (hoy te puede arbitrar un señor que no pite nada, y mañana uno que pite todo a chavales de 9 años). ¿De quién es culpa? En primer lugar, arbitrar un partido de baloncesto es algo difícil, pasan muchas cosas al mismo tiempo: pasos de salida, zonas, faltas, etc. Y en segundo lugar, es posible que la formación de la Federación deje bastante que desear. Pero ese ya es otro tema...

Lo más importante es que tanto los entrenadores como los padres seamos conscientes de que por mucho que gritemos e insultemos al árbitro, éste último no lo va a hacer mejor. Ni mucho menos. Incluso lo lógico es que lo hiciese peor a consecuencia de la presión. Con lo cuál, ¿de qué sirve meterse de mala manera con el árbitro e increparle? De nada. Ah, sí,  sirve para que un día nos quedemos sin ellos y por tanto sin el deporte más maravillo del mundo; el baloncesto. Reflexiones todos, por favor.

Nacho Ruiz-Jarabo