EDUCAR AL ENTORNO
Sergi Pàmies
EL PAIS (12-11-98)

En pleno mal rollo azulgrana, lo mejor que se le ocurre decir a Núñez es que hay que educar al entorno para asimilar los resultados de la competición. Por lo visto, que el mosqueo general ponga en peligro la paz del centenario es algo que preocupa a los generales. como tantas veces durante su reinado, Núñez se esconde primero para luego acallar en plan agresivo las voces discrepantes (definición ed entorno: todo aquél que no opina como Núñez). ¿Educar al entorno? Vale. Digo yo que para que el entorno se eduque deberà existir algún educador, esa figura que pule y da esplendor al salvaje que algunos llevamos dentro. Y, suponiendo que sea necesario tal proceso, ¿quién lo llevará a cabo? ¿La misma directiva que, sin darse cuenta de sus posibilidades, insulta a los socios opositores? ¿La organización que consigue que uno de los miles de agentes de seguridad del Camp Nou impida la entrada al vestuario de una figura del fútbol como Lothar Matthäus? ¿Los que marean la perdiz sobre la cifras del fichaje de Anderson? ¿Quién impartirá las clases para que aprendamos a comportarnos como buenos barcelonistas? ¿Sobrequés? ¿Gaspart? ¿Domingo García?

La actual situación del Barça requiere unidad y serenidad. Pero eso no significa que haya que tragar con todo. El proyecto Van Gaal / Núñez se ha puesto en evidencia y convendría superar este bache no para continuar igual, sino para mejorar. Que ya se esté especulando sobre cuánto costaría despedir a Van Gaal demuestra hasta que punto el nerviosismo es contagioso. Algunos incluso están dispuestos a pagar los 2.000 millones de pesetas (saldría barato: 20.000 pesetas por socio) para perder de vista a un entrenador que recoge lo que ha sembrado. Porque si alguien ha pecado de mala educación durante este largo (¡y carísimo!) periodo de adaptación al Barça ha sido Van Gaal. Unas veces por desinformación, otras por mal asesoramiento, pero casi siempre por considerar su opinión indiscutible, sus diagnósticos infalibles y sus métodos perfectos. De haber conseguido lo que prometió al llegar, de haber logrado contagiar su entusiasmo a los jugadores, nadie le criticaría y se correría un tupido velo sobre su carácter. Lo que resulta inadmisible es que, tras pedirnos que tengamos paciencia con el equipo, que aprendamos a olvidar a jugadores y entrenadores queridos (Rexach, Ferrer, De la Peña, Amor), que pensemos a largo plazo, que nos resignemos a no jugar en Europa, ahora se nos diga que no estamos educados para la competición. Si existe una afición educada en este sentido es la del Barça. Los que quizá no estén preparados para perder son los que despreciando otros valores del fútbol (creatividad, cantera, humildad, sentido común), se han obsesionado por una grandilocuencia faraónica que, en nombre del triunfo a toda costa, pone en peligro la identidad de un club en horas bajas. No por culpa de sus resignados socios y entusiastas aficionados, sino de los que, poseedores de su Única Verdad, son incapaces de corregir unos errores que incluso un maleducado podría detectar.

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