Martes 19 de Octubre de 1999
"El que siembra para el Espíritu, del
Espíritu segará vida eterna." Galatas 6:8
Alguien pensará que sembrar es una ocupación vana porque
depositamos buen trigo en la tierra y ya no lo vemos más.
Sembrar para el Espíritu puede también parecer una quimera, un
sueño, porque nos negamos a nosotros mismos y en apariencia nada
recibimos. Mas si sembramos para el Espíritu procurando vivir
para Dios, obedeciendo su voluntad y esforzándonos en fomentar
su gloria, nuestra siembra no será infecunda. La vida será
nuestra recompensa: la vida eterna. Ahora bien, esta vida la
poseemos tan pronto como comenzamos a conocer a Dios, entramos en
comunión con El, y nos gozamos con El. Esta vida sigue su curso
como un río que va ensanchándose y profundizando hasta llevarnos
al océano de la felicidad infinita donde la vida de Dios nos
pertenece para siempre.
No sembremos hoy para nuestra carne porque la siega será
corrupción, ya que la carne siempre tiende a eso; antes por el
contrario, venciéndonos a nosotros mismos ocn la santidad,
vivamos para fines más elevados, pmás puros y espirituales,
buscando la gloria de nuestro Dios por la obediencia a su
Espíritu de gracia.
¡Qué siega tan admirable será la siega de la vida eterna!
¡Qué gavillas de bendición eterna recogeremos! ¡Qué día de
fiesta el día de tan hermosa siega! ¡Señor, concédenos por
amor de tu Hijo que seamos del número de estos afortunados
segadores!