Viernes 29 de Octubre de 1999

"Pon asimismo tu delicia en Jehová y él te dará las peticiones de tu corazón". Salmo 37:4

El cifrar nuestro contentamiento en Dios tiene por efecto transformarnos y levantarnos por encima de los deseos carnales de nuestra naturaleza caída. La delicia de Jehová no sólo es dulce en sí misma, sino que endulza de tal modo nuestra alma que puede estar segura de que Dios puede cumplir todas sus aspiraciones. ¿No es, en verdad, una delicia saber que nuestros deseos pueden amoldarse a los deseos de Dios?

Nuestra manera insensata de proceder es desear primero y trabajar después para conseguir lo que deseamos. Tal conducta no se ajusta a la voluntad de Dios, que consiste en buscarle primeramente y en esperar después todas aquellas cosas que nos serán añadidas. Si nuestro corazón está lleno de Dios hasta rebozar de gozo, el Señor se cuidará de que nada nos falte. Enlugar de ir en busca de alegrías exteriores, quedémonos con Dios y tomemos las aguas de nuestra propia fuente. El puede hacer por nosotros mucho más de lo que pueden hacer nuestros amigos. Es mejor contentarse únicamente con Dios que entristecerse con el deseo de las bagatelas del mundo. Por algún tiempo podemos sufir contrariedades; pero si éstas sirven para acerarnos más al Señor, deberían ser tenidas en gran aprecio, porque al fin nos segurarán el cumplimiento de todos nuestros deseos.

 

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