|
No te detengas en lo malo que has hecho;
camina en lo bueno que puedes hacer. No te culpes por lo que hiciste, más bien
decídete a cambiar. No te mires con tus ojos, contémplate con la
mirada de Dios. No pienses en lo largo que es el camino de
tu transformación,
sino en cada paso que puedes dar para ser lo que Dios quiere que seas.
No confíes en tus propias fuerzas; pon tu
vida en manos de Dios. No trates que otros cambien; sé
tú el responsable de tu propia vida y trata de cambiar tú. Deja que el amor te toque y no te defiendas
de él. Sólo contempla la meta y no veas que tan
difícil es alcanzarla. Vive cada día, aprovecha el pasado para bien y
deja que el futuro llegue a su tiempo. No sufras por lo que viene, recuerda que
"cada día tiene su propio afán" (Mt. 6,34) |
|
Solo el hombre de forma equivocada cambia la
vida por la muerte. ¿Sabes por qué? Porque el cuerpo es dualidad. Carne y Espíritu. El cuerpo desde
que nacemos comienza a morir. Sin
embargo por él nos preocupamos. Le proveemos alimento, sustento, vestido,
techumbre, le educamos, lo preparamos para la vida material que enfrentamos. Llegado el momento, muere y todo lo
material que se forjó, en este mundo queda.
Todo absolutamente todo. Del espíritu, que
hace que el cuerpo viva, nos olvidamos de él, no hacemos lo mismo que con el
cuerpo, no le damos el alimento de la oración diaria, no le damos los mismos
cuidados. No recibe la palabra de
Dios, no recibe de su luz, no está preparado para entregar buenas cuentas de
los actos y obras que realizamos,
desesperadamente nos trata de decir lo importante que es, pero no estamos
concientes de ello. Luego entonces,
¿cómo podemos entender lo que nos pasa? ¿cómo nos damos cuenta que estamos
equivocados, si vivimos en un mundo de engaño material?. Al finalizar la
encomienda, ¿qué cuentas vamos a entregar?. El espíritu tiene
vida eterna, la carne no. Preparémonos para
alimentar nuestro espíritu más que a nuestro cuerpo, por que aquel que lleva
de la encomienda del espíritu, que se encomienda al Altísimo, a Jesucristo, a
la Luz del Espíritu Santo y a la Virgen María, a nada habría de temer. Todo
cuanto se necesita, por añadidura habría de ser depositado. “El que tenga oídos que escuche” Mt.11,15 |
Hora Santa
Reparadora Preparación En adoración profunda
pongámonos en la presencia de Dios. Pidamos luz y fuego de amor al Espíritu
Santo para que consuma nuestro corazón y le purifique de todo pecado o afecto
desordenado, a la Santísima Virgen para que sea nuestra Madre y maestra,
enseñándonos a amar a su Jesús, con aquel purísimo amor suyo. Que la gracia divina venga a
nuestras pobres almas para poder glorificaros en esta hora santa que os
ofrecemos con intención de reparar, desagraviar y haceros compañía por los
abandonos, ultrajes e ingratitudes recibidas de todas las criaturas de la
tierra. Después de esta breve
preparación, vayamos en espíritu al huerto de Getsemaní, entremos en silencio almas reparadoras, sobrecogido
nuestro corazón por el temor y anhelo de reparación. Vayamos captando la voz angustiada y
doliente de Jesús que se debate en la más espantosa de las agonías. Soledad
inmensa, abandono hasta del Padre Celestial. Su humanidad abatida en el
suelo. ¿ será posible que un Dios
haya llegado hasta esto y, ello por todos los pecados de la humanidad, por
los nuestros en particular ?. Contemplemos como su dolor
llega a la máxima intensidad, mas que por la proximidad de su pasión, por
tantas ingratitudes y faltas de correspondencia. Piensa que su pasión será
infructuosa para muchas almas, agudo dolor le estremece. Sus dolores se
vuelven agonía torturante. Corre junto a sus discípulos predilectos y les
encuentra dormidos. ¡ Sus mejores,
sus mas íntimos amigos no pueden velar una hora con el Maestro ! Llama a su padre pidiéndole pase el cáliz y
solo encuentra soledad y abandono ¿ acaso también los cielos se cerraron ?
mas no. Un ángel baja a confortarle en su desfallecimiento. Copioso sudor de
sangre le envuelve en tanta abundancia, que se vierte sobre la tierra. ¡Padre
Mío! si es posible pase de mi este cáliz, pero que no se cumpla mi voluntad
sino la tuya. ¡ Que lección más sublime la
que Jesús nos enseña en Getsemaní para que hagamos nuestra oración de cada
día con este espíritu ! Pidamos en el
dolor y en el sufrimiento que aparte de nosotros el cáliz, pero a la vez
sepamos decir y aceptar con generosidad que se cumpla la voluntad Divina. Sigamos recogiendo en lo
intimo de nuestras almas las palabras de Jesús que agoniza en aquella
terrible noche. “ Escuchadme, almas
reparadoras, soy yo, vuestro Jesús , pero destrozado, agonizando en cruel
tormento, abandonado de todos, hambriento con hambre de la gloria de mi
Padre, sediento con sed de todas las
almas, destrozado en todo mi cuerpo por el más espantoso de todos los
suplicios ¿no os mueve a compasión el estado en que me hallo ? ¿ no queréis abrirme las puertas de
vuestro corazón, para que al menos en él encuentre reposo y consuelo ? ¡ Si pudierais comprender mi gran amor a todas las almas ! y como las busca mi misericordia, no
dudaríais ni un instante en dármelo todo, y no solo esto, sino que vuestro
vivir seria una fiel reproducción de mi vida, mis dolores serían los vuestros
sintiendo en la propia carne las ingratitudes y pecados que a mi se me hacen. Anhelo, necesito almas
reparadoras. A través de todos los siglos y en todos los rincones de la
tierra, son los pararrayos de la justicia divina. Las oraciones y lagrimas de estas almas son de un poder infinito
ante el Padre, pues van unidas a mis
intenciones. No temáis, para haceros a
semejanza mía habéis de abrazaros a la cruz del dolor, de la persecución, de
la calumnia, de la pobreza. Mi gracia no os faltara. Sin mi nada podéis hacer. Conmigo lo podéis todo, pero me gustan las
almas desprendidas. Instituí la eucaristía, sufrí la agonía de Getsemaní, la traición de Judas, la negación de Pedro, el inicuo proceso, verme pospuesto a Barrabas, la flagelación y coronación de
espinas, las burlas y escarnios, la calle de la amargura, el dolor de mi
Madre, ese corazón purísimo traspasado y amargado con todas las amarguras de
la tierra. La crucifixión, mi muerte
afrentosa y, por ultimo, la lanzada del soldado Longinos abriendo mi costado
para dejar paso a los torrentes de mis gracias, de mis misericordias, de mi
amor. El amor inmenso de un Dios decretó
mi encarnación y con pasmo de cielo y tierra quise bajar a ella, tome naturaleza humana en el seno purísimo
de una virgen, nací en pobre establo
viniendo a buscar a los hombres de buena voluntad que siempre me
encontrarían, revistiéndome de su carne, de su corazón, de sus
sentimientos. Estuve sujeto a frío,
privaciones, a trabajos. A pesar de
ser Dios obedecí a mis padres y les estuve sujeto hasta mi muerte. ¿Adivináis por que hice esto? Por amor,
por mi gran amor a las almas. Pude consumar la redención sin
verter ni una gota de mi sangre, tan
solo con mi poder bastaba para salvar a todas las almas. Pero necesitaba haceros comprender como
ama Dios a sus criaturas y hasta que punto me llevo este amor. Desde el momento en que fue
consumado el sacrificio del calvario quedo la humanidad redimida con mi
propia sangre, al pie de la cruz se
consumó y rubricó en mi Madre. Ella
me arranca todas las gracias y favores,
es la mediadora de todas las gracias, intercesora y todos los que en
sus necesidades recurran a ella con fe y confianza, alcanzaran cuanto pidan
por difícil e imposible que parezca. En las sombras de la noche se
suceden los mas horrendos crímenes,
pecados de apostasía, desenfreno de todas las pasiones, el poder de las tinieblas como
un día en Getsemaní, vuelve a la hora actual con mas intensidad y fuerza que
nunca. La gente quiere
divertirse, no escatima medio para
hacerlo, saltando por encima de las
leyes morales y divinas. Pobre humanidad corrompida y anegada por todos los pecados
capitales. ¿ Y qué puedo decir de tantos
sacrilegios, profanaciones y lo que es mas terrible, apostasías de los míos, de aquellos a quienes ungí con ordenes
sagradas a través de Pedro? ¿acaso
todo esto no es bastante para renovar de continuo la agonía de
Getsemaní, el pretorio, la flagelación o clavarme en la cruz
desgarrando mis miembros y abriendo
mis llagas de nuevo? Y a ese grito desgarrador mío
de: ¡ tengo una sed abrasadora de los míos! Puse mis ansias en estar con los hijos de los hombres y me
dejan solo, en el mas cruel de los abandonos, niegan mi presencia en el sagrario, pierden la fe porque han
dejado de orar, no hay tiempo para la oración, para hablar conmigo, para
escuchar mi voz ni recoger sus quejas.
Los hombres no se entienden entre si con tanto ruido como hacen, ruido
ensordecedor de canciones, músicas, salas de fiesta, técnica y ciencia
moderna, mucho programar, muchas ideologías falsas. ¡ Siempre la soberbia causa de todas las ruinas de la humanidad
en todos los tiempos ! Almas reparadoras, vuestra misión en la tierra es amar, amarme con todas vuestras fuerzas, sin descanso y amar a todos los hombres por mí, esa es vuestra misión, vuestro fin. Os contemplo aquí, muy cerca de mi corazón y del de mi Bendita
Madre, en el silencio de la noche. Unificados unos con otros para traerme el
consuelo de vuestro amor,
reparación, penitencia, generosidad para calmar la sed inmensa que me consume para ser conocido y
amado de todos. Si, tengo sed de amor de sacrificio, de amor oculto entre la humildad y el silencio de las pequeñas
cosas de cada día aceptadas con amor y espíritu de fe, de amor puro y limpio
que se da por entero, muriendo a los placeres de los sentidos para vivir del
espíritu. Así apagareis la sed de un
Dios que dejo los cielos para in en busca de los pecadores. El amor implica dolor y
sacrificio, no tengáis temor, mi gracia no os faltara, con ella lo
conseguiréis todo. Pedidme mucho, no
vaciléis en pedirme. Para las almas confiadas y generosas hay abundantes
gracias, mis manos siempre están
llenas de ellas para dejarlas caer.
Rogad mucho por los pecadores, por mis sacerdotes, por las almas
consagradas, por este caos y confusión, por esta ola de materialismo y
soberbia que lo invade todo. ¡Basta de pecados! La Justicia Divina está colmada, pero a pesar de todo mi amor sigue
llamando, invitándoles incensantemente,
ya con guerras sangrientas, con terremotos, hambre, epidemias...., mi
corazón arde en misericordia más que en justicia, pero, la iniquidad
de los hombres es tan grande que desprecian mi misericordia y se ríen de mi
cielo. ¡ Ay de ellos que no quieren
oír mi voz y cumplir mis mandamientos !
Quizás esta muy próximo el día terrible en que los hombres queden
paralizados de espanto. Orad, orad
y perseverad en ella, uniros a
mis intenciones y a las de los Santos y justos de la tierra, tomad las manos
de mi Madre para hacer ofrenda al Padre. Antes de separarnos, os ruego
hagáis un propósito. Cada jueves por la
noche buscad mi compañía en Getsemani.
Estad un rato desde el lugar que os encontréis en espíritu y oración. Por
ultimo, propagad esta devoción de la hora santa reparadora para que crezca y
se extienda cada vez mas. ” En un intimo coloquio con la
Madre de Dios y nuestra, terminemos
esta hora santa escondiendo en el santuario de nuestro corazón las quejas y
frases de Jesús hasta hacerlo sustancia propia. |
Esta página está siendo
trabajada para adicionar información valiosa.
En poco tiempo la tendrán a
su disposición.
Usted es el visitante
desde el 9 de noviembre de 2001
Cualquier sugerencia, escríbame
Webmaster rohesi@yahoo.com
2001