DE RATONES Y HOMBRES
Vamos a comprar un trozo de tierra -dijo George.
Metió la mano en un bolsillo lateral y sacó la Lugerde Carlson; quitó de un golpe el seguro, y luego mano y arma descansaron sobre la tierra detrás de la espalda de Lenni.Miró la nuca de Lenni, en el sitio donde se juntaban la columna vertebral y el cráneo. Una voz de hombre llamó desde lejos, río arriba, y otro hombre respondió.
-Sigue -rogó Lennie. George alzó la pistola y su mano tembló, y otra vez dejó caer la mano al suelo. -Sigue -insistió Lennie-. Dime cómo va a ser. Vamos a comprar un trozo de tierra.- Tendremos una vaca -continuó George-.Y tal vez podamos tener un cerdo y gallinas..., y tendremos un pedazo sembrado.., un poco de alfalfa...- Para los conejos -gritó Lennie.- Para los conejos -repitió George.- Y yo tengo que cuidar los conejos.- Y tú tienes que cuidar los conejos. Lennie rió de felicidad.- Y viviremos como príncipes.- Sí.
Lennie volvió la cabeza.- No, Lennie. Mira allá a lo lejos, al otro lado del río, para que puedas ver casi el terreno. Lennie lo obedeció. George bajó la mirada hacia la pistola. En ese momento se oyeron pisadas que aplastaban ramas en el matorral. George se volvió y miró en esa dirección. Vamos, George. ¿Cuándo lo vamos a comprar? - Pronto- Yo y tú. - Tú... y yo. Todos van a ser buenos contigo. No va a haber más líos. Nadie va a hacer daño a los demás ni a robarles .
- Creí que te habías enfadado conmigo, George. - No, Lennie. No estoy enfadado. Nunca me enfadé, y menos ahora. Quiero que sepas eso. Se acercaron las voces. George alzó la pistola y escuchó las voces.- Vamos ahora -pidió Lennie - Vayamos ahora a ese lugar. - Claro, ahora mismo. Lo tengo que hacer. Lo tenemosque hacer. Y George elevó la pistola y la afirmó, y puso la boca del cañón cerca de la nuca de Lennie. La mano tembló violentamente, pero se endureció la cara y la mano se calmó. Apretó el gatillo. El estampido del disparo rodó laderas arriba y regresó laderas abajo. Lennie se estremeció, y luego fue cayendo lentamente hacia adelante hasta la arena, y yació sin estremecerse.
--J. Steinbeck--

 

CARTELERA

* SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO