EL CULTIVO DEL CÁÑAMO
El cáñamo se ha cultivado en España desde tiempo
inmemorial. Griegos, romanos, germanos, celtas, árabes,... todos
ellos han dejado huellas de su paso por nuestra piel de toro. Todos ellos
han cultivado el cáñamo y apreciado sus cualidades, tanto
textiles como en sus vertientes lúdico-medicinales y alimentarias.
No obstante, la primera prueba de su existencia en la península
ibérica se remonta al siglo X, según demuestra la existencia
de pipas en yacimientos datados en esa época, en Zaragoza y Córdoba,
cuando aún no se conocía el tabaco en Europa
1 . Durante la España musulmana, todo indica que el
consumo de derivados del cáñamo era corriente entre la población,
y que luego fue anatemizado por la Santa Inquisición para mantener
el control mental de la Iglesia Católica Apostólica y Romana.
No obstante, el cáñamo siguió cultivándose
en España para usos industriales hasta mediados los años
60, cuando la propaganda americana consiguió que el cultivo
de esta planta iniciara su declive en nuestro país, hasta la actualidad,
en que casi no se cultiva. A pesar de que la Comunidad Europea concede
unas subvenciones de 774'74 ecus (unas 125.000 pesetas) por hectárea
2 , las dificultades para su transformación y comercialización
hacen que muy pocos de nuestros agricultores dediquen su esfuerzo a tan
saludable planta.
Como ejemplo, en Aragón, en 1996 sólo se cultivó
oficialmente una hectárea de cáñamo en el Servicio
de Investigación Agraria, dependiente de la Diputación General
de Aragón, "con fines experimentales", mientras que la producción
en el año 1787 fue de 164.967 arrobas (más de 2.000 toneladas)3.
Por otra parte, para poder cultivar cáñamo legalmente para
fines industriales, hay que abastecerse de determinadas semillas con un
porcentaje de THC en potencia inferior al 0'3%, según la normativa
619/71 aprobada por la Comunidad Europea el 22 de marzo de 19714,
coincidentemente con la firma del Convenio sobre Substancias Psicotrópicas
de Viena. Curiosamente, en esta época ya consideraban los mandamases
europeos la posibilidad de cultivar cáñamo con bajo contenido
en THC, mientras en 1989 el correspondiente funcionario del Departamento
de Agricultura de los Estados Unidos le negaba esa posibilidad a Jack Herer.
Así, en Europa se cultiva actualmente cáñamo para
usos industriales, aunque en cantidades notablemente inferiores a las del
pasado, en Holanda (1.100 ha.), Francia (5.000 ha.), Alemania (2.000 ha.),
España (otras tantas)..., aunque la mayor parte del cáñamo
textil se importa de Hungría (6.000 ha.), Rumanía(1.000 ha.),
Bulgaria, China, Nepal, India... 5
Eso en cuanto a cultivo para usos industriales. Para usos
lúdicos, se sigue cultivando a todo lo ancho y largo de nuestro
planeta. En nuestro país, tienen especial fama las producciones
afgana, libanesa y nepalí, en cuanto al hachís, mientras
que las marihuanas más conocidas son, clásicamente, la colombiana,
jamaicana, mejicana, holandesa, congoleña,... Pero la mayor parte
de lo que se consume en Europa es costo marroquí. Según Antonio
Escohotado,
"Esa clientela - no inferior a diez millones de fumadores asiduos, a los cuales cabe añadir el doble o el triple de fumadores irregulares - desborda con mucho los tradicionales cultivos marroquíes de Ketama, provocando una creciente adulteración que años atrás se verificaba con polvo de henna y hoy incluye los más diversos ingredientes (goma arábiga, leche condensada, clara de huevo y deyecciones animales). Formas astutas de prensado en caliente, con pequeñas cantidades de buen hachís - para perfumar la amalgama - logran que una droga tan impura sea fumada en toda Europa. La alta proporción de estiércol mezclado con paja muestra que buena parte de esa adulteración acontece ya en origen, al ser estiércol de burro concretamente, un animal que apenas existe hoy en las márgenes septentrionales del Mediterráneo." 6
Mientras que los primeras se envían al mercado holandés o centroeuropeo, en nuestro país el cero-cero ya no se encuentra, salvo excepciones. Por el producto que atraviesa el estrecho, pagamos los españoles alrededor de 300.000 millones de pesetas al año. Esta cantidad va en disminución, merced al trabajo de la Coordinadora Estatal de Organizaciones por la Normalización del Cannabis, en su promoción del cultivo para el autoconsumo, aprovechando las grietas que ofrece el sistema legal español. Esperemos que estas grietas se resuelvan positivamente para los consumidores de cannabis de nuestro país, tal como parece que está sucediendo, en beneficio de la libertad de conciencia. Aunque la reciente sentencia del Tribunal Supremo y la denegación de amparo por parte del Tribunal Constitucional en relación con la coplantación de la Asociación Ramón Santos de Estudios del Cannabis (ARSEC) nos hacen temer lo peor para próximos años.
1.1. Cultivo para usos lúdico-medicinales
Fundamental para que una planta desarrolle al máximo
su potencial psicoactivo es que esté suficientemente espaciada de
las demás, unos 30 cm. como mínimo. Así dispondrá
del volumen de tierra necesario para desarrollar sus raíces y absorber
los nutrientes imprescindibles, caso de ser cultivada en tierra firme,
y espacio aéreo para desarrollar sus hojas y, sobre todo, las flores.
Dado que éstas son las que contienen un mayor porcentaje de THC
en la planta, los cultivadores tienden a seleccionar especies de mayor
frondosidad en cogollos, aunque menor altura. En este sentido, ya tiene
renombre entre nuestros consumidores la skunk, híbrido de sativa
e índica, de alto porcentaje de THC y muy rica en flores. Otras
variedades que ya tienen renombre son la Northern Light, Silver Pearl,
Hindu Kush, Thai...
La mayoría de ellas son variedades especialmente desarrolladas
para el cultivo indoor, es decir, en interior. Desde nuestro país
y por correo, o bien directamente en Holanda, se puede conseguir un kit
para montarse uno su plantación en un armario. También se
puede hacer en plan bricolage. Basta con un tubo fluorescente(o varios)
móvil(es), de tal manera que podamos graduar su distancia de la(s)
planta(s), que habrá de ser de unos 25 cm. Mediante un temporizador
controlaremos el tiempo de iluminación, máxima al principio
y mínima al final.
El armario ha de estar ventilado. Puede ser necesario un extractor
de aire para renovar el mismo. Por medio de un barómetro podremos
controlar humedad y temperatura. Podemos plantar en tierra, o por medio
de sitemas hidropónicos. Podemos tener una sola cámara, o
dos (una de germinación-crecimiento, y otra de floración),
o tres (germinación, crecimiento y floración). Por medio
de estos dos últimos sistemas podremos obtener cosecha todos los
meses.
En cualquier caso, no hay normas demasiado fijas. La calidad
de la hierba dependerá del microclima que hayamos logrado crear,
de la calidad de la semilla y del cuidado que les hayamos dado a las plantas.
Si cultivamos en tierra, esta ha de ser rica en nitrógeno,
fósforo y potasio, y poco arcillosa. Si uno vive en medio de una
urbe y dispone de buena terraza, también puede conseguir magníficos
ejemplares. Eso sí, habrá de proveerse de "macetas" lo suficientemente
grandes. Las de cinco litros se quedan un poco pequeñas, si lo que
uno busca es un ejemplar de cierta envergadura. Conviene poner en el fondo
de la maceta un lecho de gravilla o piedrecitas surtidas, para filtrar
el agua. Por lo demás, una buena semilla, mucho cariño, agua
regularmente (más espaciadamente al principio; cada cuatro o cinco
días al final, incluso menos según clima), sembrar en la
luna creciente de marzo o abril, y a cuidar de la planta. Podarla debidamente
puede ser muy positivo para un mejor desarrollo de los cogollos. También
conviene arrancar los machos para que no polinicen a las hembras, con lo
cual éstas perderían potencia. Los distinguiremos por su
floración, anterior a la de las hembras, y por mostrar una mayor
distancia entre las ramificaciones y un color más oscuro en la fase
de crecimiento.
Para agosto-septiembre, empezarán a florecer nuestras
plantas, y, cuando observemos que los pistilos (unos pelitos blancos que
hay en las flores hembras) han virado a una coloridad marrón, será
época de cosechar.
No obstante, el conocimiento nos lo dará la experiencia.
Cada maestrillo tiene su librillo (aunque algunos escriben mejor que otros).
En este sentido, el manual para el autoconsumo recientemente editado por
ARSEC puede ser una buena guía.
1.2. Cultivo tradicional
Como hemos dicho, para cultivar cáñamo industrial
sin intención de desarrollar las sustancias activas de la planta,
los cannabinoides, la separación entre los diferentes ejemplares
habrá de ser mínima. De esta forma, se desarrollará
al máximo la fibra del cáñamo. Cuanto más fina
queramos que sea, más agrupadas habremos de sembrar las semillas.
Así, se siembran a voleo, tras preparar la tierra, para después
rastrillar, de manera que se creen los caballones necesarios para asegurar
un riego uniforme. Durante los primeros ocho o diez días, conviene
tener vigilancia en el terreno para que los pajaritos (y otros animales)
no devoren los preciados cañamones.
Al principio habrá que regar todas las semanas, si
no llueve, hasta que las plantas hayan crecido lo suficiente como para
que su sombra dificulte la evaporación del agua.
Tras unas catorce semanas de crecimiento, nos encontraremos
en septiembre con el cáñamo listo para cosechar. Lo
ideal sería recoger primero los machos, una vez que amarillean los
tallos y se marchitan sus flores, para luego recoger las hembras, una vez
madurados los cañamones. Aunque normalmente es demasiado complicado
cosechar por sexos, y se arrancan simultáneamente machos y hembras,
dada la proximidad de las plantas. Para ello se riega bien el día
anterior, para que las plantas puedan ser arrancadas de raíz sin
dificultad.
Una vez arrancadas, se suelta la tierra por medio de golpecitos
suaves para posteriormente atarlas en manojos y dejarlas a secar al sol,
cruzadas una sobre otras formando trenas y cuidando de que las semillas
no toquen el suelo. Estas trenas se van girando de manera que el secado
sea uniforme.
A continuación, se limpian golpeándolas sobre
una piedra situada encima de un lienzo. El desecho resultante se aventa
con las manos para separar la simiente de las hojas. En caso de que el
viento fuese insuficiente, se empleaba un ciezo o cedazo. Los cañamones
se guardan en el granero para la siguiente siembra, y los sobrantes se
dan como alimento para incrementar la producción de las gallinas
ponedoras.
Los manojos de fibra se sumergen durante 9 días en
una balsa de agua, poniéndoles unas piedras encima, para que paja
y madera se pudran dejando limpia la fibra. Manojo a manojo se extraen
y se dejan secar durante cuatro días.
A continuación se procede al cascado. La cascadera
o agramadera consta de una lengua y una canal, ambas usualmente de madera
de olmo, roble, carrasca o pino. Con la lengua se machaca la fibra sobre
la canal, empezando por la mitad en dirección a la raíz,
y luego hacia el ápice. Así se eliminaba la parte podrida
para dejar sólo la fibra. Caso de que se pretendiese obtener lencería
fina, se procedía a un nuevo cascado con la esforacha, dotada de
dos o tres lenguas y otras tantas canales. Esta operación,
en Aragón, se ejecutaba al aire libre los días cálidos
del invierno, para evitar las molestias pulmonares producidas por el polvillo
desprendido. Curiosamente, estas operaciones se llevaban a cubierto en
otros lugares, dando origen a una supuesta enfermedad del cáñamo,
conocida como cannabosis, que fue debidamente estudiada por equipos médicos
procedentes de los EE.UU. en nuestro país en los años 60
7,
con el fin de demostrar la nocividad del cáñamo para su sustitución
por fibras textiles sintéticas.
Para conseguir una fibra más fina, también se
procedía al espadado. Con la llamada espadilla, especie de bate
de madera, se golpeaba de nuevo la fibra sobre la llamada gramilla, o sobre
una simple silla.
Tras estas diferentes fases de limpieza de impurezas, la fibra
ya queda preparada para su confección, más o menos fina según
el tratamiento recibido. Se lia en cierros y posteriormente, para conseguir
una fibra lo más fina posible, se puede proceder al rastrillado,
pasando las hebras por un peine de tal manera que las fibras más
gruesas se quedan enganchadas en las púas y las finas se vuelven
a liar.
Las mujeres, al calor del hogar, formaban madejas de hilo
por medio de una rueca y un fuso. Posteriormente se blanquea la
fibra, filtrando agua hirviendo por ella y a través de un lienzo
con cenizas. Durante una semana se producen 14 coladuras cada día,
renovando la ceniza y lavando las fibras en el río a diario.
El agua procedente del filtrado se recalentaba continuamente
para operaciones sucesivas, acabando por formarse una lejía que
también era útil como champú.
La fibra ya quedaba lista para ser secada al sol de cara a
su posterior trenzado en los telares. 8
1Europa Sur, 1-9-97.
2 Reglamento 1585/96
de 30-7-96 del Consejo de la Comunidad Europea. Diario Oficial de las Comunidades
Europeas nº L206/18 de 16-8-96.
3 DIARTE LORENTE,
Pascual: "La comunidad de Daroca. plenitud y crisis (1500-1837)". Institución
Fernando el Católico, Zaragoza, 1993, pg. 140.
4 Diario Oficial de
las Comunidades Europeas nº L72/2 de 26 de marzo de 1971.
5 Información
extraída de "Hemp-cyberfarm", de Internet.
6 ESCOHOTADO, Antonio:
"La cuestión del cáñamo". Ed. Anagrama, 1997, Pgs.
13-14.
7 ALBERT LUCAS, Roque
Francisco: "La industria del cáñamo en Callosa del Segura
(Alicante)". Instituto de Cultura Juan Gil Albert. Monografías callosinas.Callosa
del Segura (Alicante), 1989. Pgs. 92-101.
8 Extraído
básicamente del vídeo "El Cáñamo", realizado
por Eugenio Monesma para la Diputación Provincial de Huesca en 1989.
S.E.C.A. (Sociedad de Estudios del Cáñamo de Aragón)
FABZ - S.Vicente de Paúl, 26-2º - 50.001-Zaragoza
Tfno. 687 804 185
seca@yocannabis.org
Nº registro D.G.A.: 01-Z0253-97