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Enrique Cebollero y sus aventuras

Por Horacio Hernández Campán

Remontando mi mente a los años de 1937 al1938, cuando yo y mi familia vivíamos en aquel Guayabal del entonces, había un hombre llamado Enrique Cebollero. Su esposa se llamaba Juana Rivera, una mujer alta y robusta ya entrada en sus cuerenta años; madre de cinco hijos. Entre ellos estaba Javier, quien era el mayor. Les seguían: Altajerjes, Carmen, Jesús Enrique y Marta.

También incluyo en la historia a Javier, quien será otra víctima de los antecendentes de su padre en la historia que relataré.

Enrique Cebollero era un hombre como de cuarenta años de edad. Era más bien bajito, como de cinco pies y ocho pulgadas –recordándolo bien. Pesaría como 160 libras. Ojos castaños y piel clara, pelo castaño. Siempre lucía un bigote y vestía impacablemente.

No recuerdo trabajaRa en ninguna profesión –pero siempre estaba presente en el casino de segunda pues le gustaba jugar cartas y esa era su inclinación .

Era a la misma vez un Casanova de primera pues en cada esquina tenía una mujer o novia en espera .También recuerdo era el gran abusador de mujeres pues, siendo vecino podía oir los argumentos y las peleas que tenía con su esposa Juana. Además era de malos cascos, un temperamento muy violento y por esa razón muchas personas del barrio y del pueblo le tenían recelos y miedo de ofenderle pues era un hombre muy decidido.

En su vida matrimonial, en cierta ocasión, hubo un percance o suceso memorable. Enrique tenía una corteja por la calle que conduce a Guajataca –más allá de lo que era el matadero de reses.

Estaba el hombre bien enamorado de esta corteja con la cual se desaparecia por dos o tres noches y cuando regresa a su hogar tremenda pelea se formaba con su esposa, que tambien poseía un explosivo genio. Alli habían trompadas y a veces hasta sangre. Dona Juana era una mujer bien fuerte y decidida.

Esta situación corria a lo largo y eso era una contínua guerra en ese hogar. Tanto fue la situación que el pobre Enrique no encontraba que hacer , pues a pesar de todo era buen padre y no queria ausentarse de su familia . El no encomtraba solución pues , queria vivir con las dos mujeres al mismo tiempo pero , tambien queria poner fin a esta situacion , y como tenia una mente violenta , un dia desidio comprar dos armas de fuego , caliber 28 –0—32 –y luego se fue a visitar a su corteja , al llegar a su casa entro , la saludo y le dijo , quiero que sepas que Juana esta desidida a matarte y quiero que te puedas defender , aqui te traje un revolver para que te defiendas . El mismo dia volvio a su hogar , se enfrento a Juana y le dijo – toma este revolver y ten mucho cuidado que fulana tiene un arma de fuego y dice que te va a buscar y te matara . Imaginate que emborujo se formo . Juana tambien era una mujer de mal genio y no le tenia temor a nadie . Pues bien , al otro dia Juana salio a buscar a su contrincante pues sabia mas o menos donde vivia , la otra mujer se dio cuenta Juana estaba en el vecindario y recordando lo que Enrique le habia dicho , pues tambien busco su revolver y se puso en espera. Por fin Juana se enfrentó a la otra mujer que ya estaba preparada para el encuentro. Aquello fue como una película de vaqueros. Las dos mujeres se entraron a tiros, pero como no tenían experiencias de tiro, no murió nadie. Tras el incidente sólo la corteja salió con una pequeña herida en un brazo.

Recuerdo que la trajeron al hospital del pueblo en una hamaca y Juana la pobre se tuvo que consolar porque no pudo dar fin a la situación. El problema continuó por un gran tiempo . No hubo juicio alguno y las cosas siguieron su rumbo. [Este caso fue verdad y aunque el autor , tenía algunos doce años de edad siempre recuerdo estos sucesos de la gente de mi pueblo].

Años más tarde la vida a este personaje seguía complicándose. Ya estaba mayor de edad cuando vuelve Enrique a complicar su vida. Esta vez con otro hombre al cual quería eliminar por una pequeño discusión, a quien la otra persona no puso particular importancia.

En San Sebastián, esta persona se llamaba Miguel Amador, joven de algunos 25 años de edad, alto, blanco, con pelo bien claro, casi rubio. Medía como cinco pies, con diez pulgadas y pesaba aproximadamente unas 170 libras. Parecía un Americano con ojos azules.

Miguel Amador no era ningún golpeador. Al contrario, era bien amigable y bien educado. A esta persona más tarde yo la llegué a conocer bien a fondo. Su única debilidad era que como buen tipo que era, las mujeres se le rendían de rodillas, máxime cuando con su hablar convencía a cualquier mujer o muchacha joven que se le cruzara. Era bien enamorado y mujeriego –y no perdonaba.

Tambien se buscaba la vida manejando carro publico dando viages a los diferentes pueblos limitrofes a San Sebastián . Recuerdo que cuando Miguel Amador pasaba por frente de alguna casa donde habitaban muchacha jóvenes de quince años, los padres cerraban las puertas del hogar por el miedo que el fuera a visitar. Tenían miedo de perder a sus hijas. Aparte de esos pequeños detalles, Miguel Amador no era un hombre violento, no era abusador y era un buen trabajador buscándose la vida honradamente.

Ya que les he descrito más o menos a estos dos personajes, sólo para que tengan una idea de como eran estos dos individuos pues el destino los enfrentaria a una lucha de vida o de muerte.

Como antes dije en la historia, de alguna forma u otra, estos dos individuos rivalizaron. Por un pequeño argumento, no sé por qué razón y que Miguel Amador lo había hechado al olvido, aún molestaba a Enrique.

Miguel, siendo chofer de carro público –en su recogido de pasajeros, iba rumbo a Lares , llevaba cinco pasajeros a los cuales los dejaba, uno a uno, a sus destinos. Entre los cinco pasajeros se encontraba Enrique Cebollero.

Miguel no le puso ningún interés. Sólo era otro pasajero. De hecho fue Enrique el último pasajero en bajarse del carro. El llevaba un machete como de treinta pulgadas de largo. Nada inusual. Era costumbre en aquella época que la gente de campo llevara sus machetes y no habían leyes que lo impidieran .

En los próximos minutos, se llevaría una sorpresa. Miguel no sospechó que aquel asesino tenía en mente cortarle el pescuezo. Antes de bajar del asiento trasero, el pasajero, dijo a Miguel:

«Salte del carro que te voy a matar».

Era un camino muy solitario y no habian testigos presentes. Enrique lo había planeado todo . Al encontrarase Miguel con tal sorpresa y con su vida en un hilo, inmediatamente se abalanzó contra él. Forcejeó con Enrique a fin de defenderse del atacante. Imagine el lector como concentraría su fe y sus fuerzas para poder defender su vida . Claro está que siendo un hombre mucho más joven que Enrique pudo controlar los golpes del machete que nunca lo llegaron a tocar.

Su valentía y su juventud pudieron más que las fuerzas del asesino y tuvo la suerte de poder arrebatarle el machete de sus manos. Acto seguido (y ya con el machete en sus manos) no lo pensó dos veces. Lo dejó tendido en el suelo. [Esto me recuerda el poema «El Brindis Del Bohemio»] Enrique falleció inmediatamente.

Miguel volvió al pueblo e informó a la policía los sucesos. Se condujo una investigación en el sitio donde ocurrió el altercado. Levantaron el cuerpo y tras las investigaciones, se absolvió a Miguel de toda culpa ya que fue en defense propia.

Estos fueron casos de mi pueblo cuando yo me criaba.

Del libro «Recordado a la gente de mi pueblo»

en preparación por Horacio Hernández

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