Antología poética / de Carlos López Dzur

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Indice / Obra Literaria de Carlos López Dzur

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La formación de la etnia cultural pepiniana

Saludos a los pepinianos

Biografía / Carlos López Dzur

ZIP /BLOG / DZUR

Crítica sobre Carlos López Dzur

Obra y poesía de Carlos López Dzur: Una Introducción / Juan Romero

Sobre Yo soy la Muerte

Poema Algunas constantes de los libros poéticos

(Per) versiones desde el paraiso. Prólogo / Mario Cancel

Sótano 00931, la historia oficial / por Robert Jara

Crítica a López Dzur / Clotilde Dávila

De Tantralia

Del Shakta a su deidad

Logía: sacar al ente de lo oculto

Sequoyah 1

Sequoyah 2

Sequoyah 3

Sequoyah 4

Los delirios de Andrés Belén

Cucán Oronoz

La muerte de Nano Ortiz

Leoncio Bourdón Jiménez

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Crítica sobre Carlos López Dzur

Obra y poesía de Carlos López Dzur: Una Introducción / Juan Romero

Sobre Yo soy la Muerte

Poema Algunas constantes de los libros poéticos

(Per) versiones desde el paraiso. Prólogo / Mario Cancel

Sótano 00931, la historia oficial / por Robert Jara

Crítica a López Dzur / Clotilde Dávila

De Tantralia

Del Shakta a su deidad

Logía: sacar al ente de lo oculto

Los Tipos Folclóricos Pepinianos

Poetas y Literatos Destacados de San Sebastián del Pepino

La poesía pepiniana y el folclor: Enfoque Heideggeriano

Del Unionismo al Anexionismo

Tijuana: Dolor de Parto / Libro de poemas de Carlos López Dzur

La pintura y las bellas artes en San Sebastián del Pepino

Meditar el ser

Homenaje a Hebe

Letralia

Una fea como yo

Jacinta

Las esfinges

Lo idílico

Tus piernas

El vacío

La casa donde llegas

Cartas Pepino

Las zonas del carácter

Estéticas mostrencas y vitales

Pobladores de San Sebastián / por Dr. Eliut González Vélez

Lope de Aguirre y los paraísos soñados

Crítica sobre Lope de Aguirre / por Roxane Aristy

Un historiador con trascendencia

Heideggerianas / Libro Completo / Tercera Parte

Heideggerianas / Libro Completo / Cuarta Parte

Desocultamiento

Los parásitos

Carlos López Dzur y la Generación del '70

Interview

Convocatoria al Estudio de la Historia Pepiniana

La etnia cultural pepiniana

Indice de las Partidas Sediciosas

Indice / USA

Index / España

Cartas Recibidas

Carta a los pepinianos

Radiografía sicológica y existencial de la pepinianidad (I)

Radiografía sicológica y existencial de la pepinianidad (2)

Memorial Day

Mantillita / Tipos Populares

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Poetas / Escritores

Antología

Escritores y poetas de San Sebastián del Pepino

Lcda. Nilita Vientós Gastón

Lcdo. Ramón Luis Colón Pratts / Estilete

Joaquín Torres Feliciano

Ramón M. Estrada Linares / Caminos

La literatura en San Sebastián / Aportación de Ramón Luis Cardé Serrano

Pintores de San Sebastián del Pepino

Entrevista a Carlos López Dzur por Clotilde Dávila

Obra personal

Elegía a mi madre

Nihilismo nocturno

Las nalgas de Maruxa

El filósofo machista

Elegía a mi madre

El guabá

Crucito el Feo

Homenaje a Hebe

Consejos kantianos para el flaco

Tijuana

Heideggerianas (1)

Heideggerianas (2)

Heideggerianas (3)

Heideggerianas (4)

Mantillita

Tantralia (1)

El hombre extendido

Las goteras

Heidegger (6)

Un niño se devora

La dicha ardua

La selva oscura

Genoma inverso

Nabi Kalu

Es más fiel mi perro

Uno es un zorro viejo

Baila, hombre tristep> La palabra amorosa

Gaitiana

Axona

Prisa

Amor inmundus

La piedra de unción

Los peludos

Tedium vitae

Consejos para la traición perfecta

Hijificación de la nada

El solitario que inventaba el ser

Milicias cristianas

El hombre extendido

A Juan Mari Bras

El pez ígneo

Oralidad / 1-13

Oralidad 13 / 35

Oralidad 1-13

Continuación de «Oralidad de los demonios» / 36-49

Oralidad / 36-9

El obediente

Yván Silén

El hombre extendido, análisis en torno a López Dzur

Apartamentos prestados

Crucito el feo

Memoria del ultraje de Floris

Lot y el esquizoide

La violación de Eulalia

La bruja de la torre

La traición

Mi araña predilecta en el congal

La pianista negra

La marrana

Enlaces

Bitácora de la Utopía

Fisiología de la excitación

$365.00 a la mano / cuento

Evaristo y la Trevi

Heidegger (6)

Poemarios

Libro de la Guerra (2)

Libro de la Guerra (3)

Libro de la Guerra (4)

Libro de la Guerra (5)

El hombre extendido (1)

Nabi Kalu

Es más fiel mi perro

Uno es un zorro viejo

Baila, hombre tristep> La palabra amorosa

Gaitiana

Axona

Prisa

Amor inmundus

La piedra de unción

Los peludos

Tedium vitae

Consejos para la traición perfecta

Hijificación de la nada

El solitario que inventaba el ser

Otras críticas

Milicias cristianas

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Fisiología de la excitación

Mantillita

El reportero y la diva

Mi araña predilecta en el congal

El hombre que hablaba solo

El guabá

Crucito, el Feo

El filósofo machista

Memoria del ultraje de Floris

Lot y el esquizoide

Evaristo

Las goteras

Crucito el feo

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Críticas a López Dzur

La Casa / por Luis Cariño Preciado

Interview

El hombre extendido / por David Páez

El hombre extendido / Libro premiado en el Certamen Literario Chicano / Universidad de California, Irvine

El poeta vendido

Fisiología de la excitación

Putamen

Dopamina

Tallo embriónico

Vayamos al Cingulum

La noche de la maya

Homenaje a Hebe

Mutuamente competitivo

Corinna Harney / Ilustración

A Tonina

Conductas incontrolables

Ansiedad anticipatoria

Homenaje a Pan

Homenaje a Hebe

Oir

La sustancia

Nihilismo nocturno

El amor existe

Gaitiana

A Angel Ganivet

Detalles de amor y deseo

Desocultamiento

El trabajo El látigo del tiempo

Antología del Erotismo

Cuentos

] Mantillita

El reportero y la diva

Mi araña predilecta en el congal

El hombre que hablaba solo

El guabá

Crucito, el Feo

Las goteras

Consejos kantianos para el flaco

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El filósofo machista

Memoria del ultraje de Floris

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La pintura y las bellas artes en San Sebastián del Pepino

Heideggerianas / Libro Completo / Tercera Parte

Heideggerianas / Libro Completo / Cuarta Parte

El Hombre Extendido / Poemario premiado en el Certamen Literario Chicano de la Universidad de California, Irvine

El Hombre Extendido

Antología del Erotismo

Heideggerianas (1)

Tantralia: Libro erótico-filsófico

Tantralia: Libro erótico-filsófico

Tantralia: Libro erótico-filsófico

De la Antología

Erotismo

A Gloria Trevi

A Leti Robles

Corinna

La gente que me gusta

El preguntante

Desove ontológico

La sustancia

Detalles de amor y deseo

Desocultamiento

Eurídice

Marco Antonio y Cleopatra

Homenaje a las tortas

La gente que me gusta

La noche de la maya

Homenaje a Hebe

La sustancia

Detalles de amor y deseo

Desocultamiento

Marco Antonio y Cleopatra

Homenaje a las tortas

La noche de la maya

Homenaje a Hebe

Marco Antonio y Cleopatra

Sobre Jaime Sabines

Los parásitos

La sustancia

RELIM

De Las esfinges

Angustia

Homenaje a Pan

Privacidad (1)

Privacidad (2)

Texto 111 /sobre el oír

A unos ojos (112 al 115)

A las madres (Texto 116
de El Hombre Extendido

Fluidez del canto...

Los filósofos del agua

Todos los poetas son judíos

Tu nombre es olvido

Entregas ausencia

Nihilismo nocturno

Ritmo

La playa

La playa es mi resurrección

Como sátiro entre limos

Y no se cansó jamás

Lo irremisible

Esta gloria cavernaria

Enlaces

Indice / El Ladrón

Prólogo / El Ladrón

Obra poética

Tantralia (1)

Tantralia (2)

Tantralia (3)

San Sebastián del Pepino: Convocatoria al estudio de su historia

Monografía 1

La Ruina de los Prat

San Sebastián del Pepino

San Sebastián del Pepino / 2

San Sebastián del Pepino / 6

San Sebastián del Pepino / 7

San Sebastián del Pepino / 8

San Sebastián del Pepino / 9

San Sebastián del Pepino / 11

San Sebastián del Pepino / 12

San Sebastián del Pepino / Ilustres 1

San Sebastián del Pepino / Ilustres 2

Literatos y poetas de San Sebastián

El poeta vendido

El hombre extendido / Comentario

El verso

Tantralia (1) / Libro erótico

Tantralia (2) / Libro erótico

Heideggerianas / Libro filosófico / 1

Heideggerianas / Libro filosófico / 2

Heideggerianas / Libro filosófico / 3

Heideggerianas / 4

Herido de Luna

Tus piernas

El amor existe

Escríbeme a:

Carlos López Dzur

Antología

Cuadro de la pintora Alicia Maury (puertorriqueña)

Cuando se es niño...

Se necesita nutrición cuando se es niño.
Redención con raíces: amor, cuidado.
Después de viejo, se pudre el alimento,
se yace en los vaivenes del olvido: el desencanto.
Uno halló su camino y, mal que bien,
aprende algunas cosas. Se camina.

Uno se cuida solo, experimenta.
Quien no chupó a tiempo leche santa
verá su amor transido, fruncido el ceño,
y al proyecto del ser, malencarado,
puerco destino, como azar tardío.
Pero la cuita, ajena o propia, por tarde,
se deyecta y el cuidado debido nunca sobra.

Alimento de amor, leche de madre,
dádnos, aunque en palabras sea,
los besos de trincha, el consejo sin muerte.
¡Amanos de nuevo!

Hay quien crece desnutrido en los reclamos,
no te saben querer, ni tú has podido
en la etapa más inerme de los días.
¡No te culpo, te queremos, te añoramos
porque eres como una luna en la noche
y siempre luna y siempre cielo, madre,
y enterrar los huesos en tu nombre es nacer
y estar triste y amando, consuelo!

Puede que sea tarde
(¡unos días más que ayer, menos que mañana!)
más guárdate siempre generosa, fiel,
y que no digamos, no sirves de nada
cuando estemos tristes, solos, marcados,
aborrecidos, y no te conozcamos tan bien
como al recuerdo.

Saca ese pezón más rico
que los siglos, y ama, a contragusto
de la vejez prevaricante y la adultez y la angustia...
¡Aún somos niños!

Del amor adolescente

Hebe

Sabía muy poco del placer, como tú
y, aún así, dije: ¡Eres perfecta!

Era yo, entonces, un niño de 14 años
y me gocé, ¡ay con tu presencia!
pues tu ser de estrellas o de pies ligeros
fue atisbo ilusionante.
Con albores de tu sexualidad,
gesticulé inocentemente, nos cautivados
y me fugué por un instante
a no sé qué rumbo, a qué lugar cotidiano,
común, esfera primordial
que nos dio sombra
y solaz y arrobamiento.

Por primera vez abrí mi ser
a coincidencia mágica, corpórea, en tu ahí
que comenzó a ser mío.

Yo supongo que miraba igual tú;
pero tus ojos tan brillosos curiosearon
un instante por los míos, tu mano suave
(habría de ser tan dulce) me tocó y elevaste
tu suspiro a certidumbre
¡y qué bien me tocaste
que te amé, por ser redonda como una naranja
y blanda como una uva!
y quise entrar a tus labios, absurdo cielo
y me alegré de ser carne
y no ser aire y ala y misterio y ángel
porque todo eso me invadió seguramente
por miedo de besarte y más ganas tuve que miedo.

Me agasajaste.
Tenías la edad del rosal, ¡qué me importa!
Lozana, tersa piel, alitas de golondrina,
ágiles huesos, cantarina voz,
y te ví las rodillas, la dicha de los muslos,
y calzabas tennis shoes, como yo,
calcetines de fino algodón rosa y orlado encaje,
suelto short-pant de color ocre.
¡Y pensé que me trenzaba con tu cálida carne!

Examiné tus pantorrillas, suaves muslos
y el restañido de tus bragas amarillas
y quererte, en tan íntimos detalles,
me dio más pensamiento que los libros
y más dispersión que el universo que se expande.

Te dije: ¡Eres perfecta!,
camino del talón, en giros de estampia
y, convertida en adiós, tomaste un llavero
que cayó, o dejaste caer, para mirarme
y hallaste mi mano.
¡La mía que todo lo habría dado
para acariciarte y cerrar el círculo
y contenerte
y comenzar a amarte!

2.

¡Me gustaste tanto, chiquita, que volví
por el ciclón y las sendas de tus pasos,
por el talón que giraste, por tus muslos
que inventaron geografías y árboles y tallos,
por tu braga, por tu espalda
que me llenó la mirada de ramajes.
Y por tu blusa top; que reveló el universo
más desnudo que el alma temblorosa!

¡Cómo serás, niñaja, fantasmilla de luz,
que tomaste tu llavero, animalito sutil, atrabancada,
y echaste tus pasos más fugaces a los rumbos
y primero que yo, te despedíste, esquiva,
con senda altanería de ser impredecible,
perfecta, indescriptiblemente cotidiana/
Eres entonces: ¡perfecta, veloz, inefable!

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Tus dedos

Al soltar mis dedos
al abismo me echaste, al asombro:
¡Me dejaste plantado en el encanto,
te ausentabas, ay, soledad del deseo!
¡Y derrotas victoriosamente
con el contorno espinal y tu escapada
y tu adiós, que es tímido tanteo
en el fondo, cimero, salvaje, primitivo.
Me ofrendaste la silueta y el placer,
contigo iba llegando oscuramente luminoso.
¡Era tu sol orbitante, era tu noche sin cita!

¡Ay, si hubiera durado más, sí,
más, mis dedos albergados en tus palmas,
tus dedos que desgajan racimos de secretos
y acarician el miserio y la alegría,
el entendimiento en la carne,
revelando la idea de lo divino
a los cielos terrenales!
¡Mis dedos entre tus dedos, catharsis,
proeza, sortilegio!
Yo te he querido así,
vencería mi premura, yendo a tí,
habría visto más de tus senos incipientes,
tan guardados,
más de tu castaño pelo,
bailarín en tus hombros,
más sustancia en el ocaso,
más promesa en el amanecer!

Me agasajaste, en fin,
y fue cuando dije adiós
a tu curva redondez, a tu braga
y rabadilla, a tu prisa, a tu inocencia;
señal del ahí que crezco
para algún ser compensante,
uno dulce y arisco como tú.
Mi amada está presente en la mirada de los dos
y atada a los dedos suyos que se van.

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Crecimiento

Se dolía lo que fue, ese en sí
tan objetivo que nadie mira,
que se crece entre el tedio y el caos.

Dijeron: Es un cacharro sucio,
vaso en deshonra, caracol
que olvidó el tiempo y se vistió de broza
y anillos a flor de su penumbra.

Se dolía cada esfuerzo
con que su interno potencial jalaba al alba
si la distancia guiñaba los ojos
y el corazón naufragaba hasta el fondo.

Era apenas... todavía... un sueño
y estaba de rodillas, quizás en devenir,
pirueta óntica... sin cosmos.
A veces quiso ser un pedruzco.

Y verse en las manos de los niños
y hacer suyos los ojos azorados, curiosos,
sin prejuicios, aunque la punta del pie
de los solemnes sabihondos,
los que nadie son con todos dijeran:
Es puñado de sedimento, amorfo,
al hallar en su camino su presencia.

Como pata chueca de cienpiés
que sube a su madero fue juzgado.
Como gusano a la zaga que jamás estará
suficientemente en alto.

Es una lengua sin habla,
el falso meteorito que en sílice no fragua,
espantajo de todo y de nada.
Espejismo de una llama
que nadie sabe lo que quema.

Un imposible que está aquí,
sin ahora, sin mañana, eso es.
Y el poema se dolía, se dolía
porque era en sí, lleno de afán,
y. en cada caso, él como tal,
que iba creciendo.

Ya comenzaba a decir,
despierta, Soledad,
estoy contigo.

Marzo, 1998

Búsqueda

Tuve que buscarme en el silencio
poco a poco, triste, solo,
lastimosamente tímido, ignorado.

¡Así me hirió la vida, en la forma del tambor
que no vibra, en la anonimia de lo incomunicado!
Y tenía mucho amor y una escalera de dudas
y muchas preguntas y mucho miedo.
Y aún así, mi madre me quería
y aludía a mi dolor, al ser circunstancialmente
vulnerable, solitario, y yo me preguntaba
sin emitir palabras: ¿quién me salvará
de los ojos de los días, quién llenará
mis ojos de cotidiana dicha?

Jacinta

Aquí puedes llegar, Jacinta,
el traspatio te espera.
El sendero sonríe.
Mi puerta se conmueve.
Mi escoba con ternura
a tu paso echa flores.
El sofá tira besos.
La cama conspira
y te recibe.

Abre mi nevera que la cocina te aguarda.
Llenemos una copa con escarcha del freezer.
¿Recuerdas? ¿cuando niñajos?
no teníamos cervezas
(por tanto, juguemos como antes a raspar el hielo
y cubrir de tamarindo el agua congelada).
Ahora es diferente, Jacinta.
Nos sobran las mieles para el beso robado
y el raspado en el alma con botellas de vino.

Llenamos las botijas del deseo
con la piel más cómplice que en vela...
Nos comunicamos tan gratamente como costillas
golpeadas por Dios hecho ternura y por el Diablo
traviezo, ardidos en pecado por comernos a besos.
Por eso, visitante deliciosa,
acércate con tus clavos y martilla mi cruz:
mi boca ha de sangrar como Cristo que aprendió
a hacer parábolas con la mujer en ajetreo,
o sus intrigas y su dulce presencia
en hacendosa friega, por amor.

Seca la vajilla de tensión que te emociona.
Una toalla de mis ojos en la cocina se tiende
y te va alcanzar, no lo dudes, Jacinta.
Sudaremos por amor y nos secaremos
después de mirar, a párpados desnudos,
la humedad con que el placer devuelve
al fuego originario, su magma más caliente
y sus piedras irrefrenadamente lanzadas.

Entra a mi baño.
El espejo se aburre de verme
con mi barba a solas y tu carita
más suave que los pétalos será la novedad,
la nueva fiesta, la grata imagen
que se guarde, sin réplica imperiosa de rutina.

Empapa mi rostro con el jugo de cebollas
de tu tacto, ház mil tasajos con tus artes galaicas
de cocina; pero, el puerco no lo como, ya lo sabes,
yo prefiero al cordero, tan judaico,
y a tí, borrica femínea,
sobre el lecho sin contemplaciones.
El piso más limpio, el alimento más sabroso,
son tus labios.

Tu escobillón, que desempolva todo,
nunca más detergente que cuando me ensaliva
limpiadoramente la piel, tu boca ardiente;
el paño de tus muslos refriega a las paredes
(me reluce in profundis, por misa de tu higiene).
El tiempo de tu piel, agua caliente.

Regresa, Jacinta.
Esta es la casa que te pertenece.
Son tus objetos.
Tu presencia dió virtud
a cada puerta, a cada patio, a cada escondrijo.
Y la madera cruje, el hormigón se arma.
El mobilario te aclama y el amor, por ser tanto,
se escapa por ventanas, se refugia en las flores,
se trasiega entre bardillas, atajos y callejas,
y se regresa una y otra vez, creyendo
que hemos terminado, pero estamos en amor aún.
Y así será, siempre que me invadas
y me entregues tus diligentes cuidados
de jovenzuela enamorada, mujer,
amiga, amante.

Estos objetos ya son gritos de tu piel.
Nada me llama a la mesa, sin tí.
Toda olla tiene alguno de tus nombres.
Cada sartén me calienta al evocarte.
Cada cortina es un vestido que voy echar abajo
para entrar al misterio más bello y puro...
Por eso, tu cuerpo es más sabroso que la sal.
Más inmenso e incontable que las arenas
(deseado como playas del Caribe que es mío;
afortunado como ha sido arribar
a tierras de Orense, tu tierra
donde han formado su casa Los Piñuelas...)

Todo lo que has tocado
ha cobrado el encanto de tu mágica tibieza
y el peso existenciario de tu vida
se refugia, como gesto, que te copia
y crea curvaturas en mi espacio.

2.

Me gustas y mi casa te llama,
con el mismo pretexto, le gustas.
A primera vista, se tentaron mi corazón y el tuyo
y nos entró por los ojos el afán de ser ventanas
en la casa de nuestros propios cuerpos
y arroparnos bajo la imisma colcha
para explorar un mismo anhelo.

Jacinta, tu boca es agua de pozo.
Mi pozo te llama con nostalgia de tus manantiales.
De tus pechos, pende la tersura que yo anhelo,
frutas que tú provees, fascinaciones
que se materializan porque mi devoción te cita
y mi casa es el santuario que comparto contigo.

Toda tú me gustas. ¡Toda!
Eres la verdadera casa de mi casa.
El descanso verdadero de mi cama.
El verdadero ver de mis ojos
cuando estás en los pasillos.
La verdadera luz que se enciende
cuando busco, en vano, la sabiduría
desde esta urgencia de solidez que nos da el cuerpo.

Lo que sostiene el abrazo del cielo con la tierra
sí algo, divino es como mujer,
bello es como muslos suaves,
ojos grandes,
pelo largo, pechos de mujer,
boca de mujer,
iluminado es como el alcoiris que traes
formado de gestos, asombros, detalles,
risa, ingenio, ternura de mujer...

¿Cómo fue posible que fabricaras mi casa verdadera
con la energía tan pura y elemental
que se expresa en el ser?
Bajo mi techo, cada cosa habla de tí, Jacinta
y tan sólo por causa de tu feminidad...

Cuando eras tan pequeña

Cuando eras tan pequeña,
la mañana me quitaba la luz y te escondía.
Ni pensaba en buscarte.
Tu cuerpo seguía tierno.
Eras tan vírgen, tan prohibida
y, en cuatro patas,
provocabas mi cuerpo.

Al mediodía, el sol canicular
con igual deseo quemaba;
pero en la cama se servía
un almuerzo de inocentes abrazos
y, con las bocas, lamíamos el bocado.

Después, firmes tus pies, caminabas.
Te fugabas al mi inmenso gozo.
Ahora, ¿en qué bordón te apoyas?
Es de tarde, esfinge mórbida y ansiada.
¿Se detendrá tu boca ante otra que llama?
¿Se marchitarán ambas
como hojas torcidas por falta de alimento?
¿Es la noche una forma más prohibida
de alejarte y ausentarte en cuclillas?

Ver más poemas

Un niño se devora

Un niño se devora corazón adentro.
Dejaste su garganta seca y sedienta su boca.
Y tu sombra, tu ilusión, están vivas todavía
para que lo tortures con memorias
de combates inútiles y guerrillas prohibidas.
Han sido tan necesarios tus besos
que escribí la historia de tus labios
en Micenas, Siria y Egipto...
Cada león que revela tu cuerpo
tiene mi olor, aunque tu rostro
ya no lo reconstruya y yo siga creyendo
que las bocas se olvidan y se callan y se mueren.

20.

Con oráculos, destajas mis placeres
y me derrotas en las tumbas orientales,
sólo porque yo sigo creyendo
en tu primera victoria sobre mi cuerpo.

ENLACES

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Teth, mi serpiente / 1

El hombre enamorado de la vida escribe "Yo soy la muerte" / por Abelardo García Vera

Yo soy la muerte: Poemario

CARLOS LÓPEZ DZUR • ESTETA CARIBEÑO-CALIFORNIANO

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