Antología Poética: Selecciones de libros/
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La poesía pepiniana y el folclor: Enfoque Heideggeriano

Del Unionismo al Anexionismo

Tijuana: Dolor de Parto / Libro de poemas de Carlos López Dzur

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La pintura y las bellas artes en San Sebastián del Pepino

Heideggerianas / Libro Completo / Tercera Parte

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El Hombre Extendido

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San Sebastián del Pepino: Convocatoria al estudio de su historia

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Yo soy la muerte

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Fray Juan y el reloj

Yo soy la muerte

Yo soy la muerte

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Crítica sobre Carlos López Dzur

Obra y poesía de Carlos López Dzur: Una Introducción / Juan Romero

Sobre Yo soy la Muerte

Poema Algunas constantes de los libros poéticos

(Per) versiones desde el paraiso. Prólogo / Mario Cancel

Sótano 00931, la historia oficial / por Robert Jara

Crítica a López Dzur / Clotilde Dávila

De Tantralia

Del Shakta a su deidad

Logía: sacar al ente de lo oculto

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Homenaje a Hebe

Letralia

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Jacinta

Las esfinges

Lo idílico

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El vacío

La casa donde llegas

Cartas Pepino

Las zonas del carácter

Estéticas mostrencas y vitales

Pobladores de San Sebastián / por Dr. Eliut González Vélez

Lope de Aguirre y los paraísos soñados

Crítica sobre Lope de Aguirre / por Roxane Aristy

Un historiador con trascendencia

Heideggerianas / Libro Completo / Tercera Parte

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El Zorro y sus carlancas

San Sebastián del Pepino: Convocatoria al estudio de su historia

Monografía 1

San Sebastián del Pepino

San Sebastián del Pepino / 2

San Sebastián del Pepino / 6

San Sebastián del Pepino / 7

San Sebastián del Pepino / Ilustres 1

San Sebastián del Pepino / Ilustres 2

Escríbeme a:

Carlos López Dzur

Antología

Pintura de Claudia Bardesano

A Sara, la princesa

¡Te necesito, reina de mi sábado, rectificadora
de mi obra, Or iashar. Amasada fuíste
con el polvo más fino de mis huesos, yo, afortunado
porque dije... «Yo quiero, pulverízame» y, al querer,
te invoqué sin saberlo, supe que algo de tí necesito.
Algo de tí me completa y bendice.
¡Tú, guardiana de mi secreto!

Apoyada con pies rítmicos, ágiles y pequeños,
cuartos menguantes de luna, subíste a la Cima.
Antes que yo víste la nación en la tierra.
Serás padre de un pueblo, amado míio.
Nacíste para multiplicarme con tu dulce esencia.
Acercáste la vasija de tu vientre y anunciaste
las generaciones: el rambam del mundo venidero.

Entre polaridades de severidad y misericoria
avanzaste y, sobre todo, por la urgencia elemental
de sacar raja de la pasión, darte vuelo, añoranza de fe.
Clamaste por cambio, vencíste el miedo.
Permanecíste fiel. Aún sigues a mi lado...

2.

¿Y quién confiaba en tí, la aparentemente vulnerable,
si la Cima fue descrita como inhóspita, innacesible, fatigante
y su rumbo tortuoso? «No es el camino fácil»: fue escrito.
¿Quién confiaba en tí, si no yo, que no comulgo con ruedas de molino
y te he visto en la virtud de lo que eres, cómo te anticipas
y me enmiendas, me llevas a tu paz, Mujer Kosher,
Virtuosa de la Luz que vuelve, Corona mía,
navegante en aguas de alegría?

Tú alcanzaste la Cima. Bebíste de la Fuente.
Tú, con pie pequeño, más grande que el reino de este mundo
y los héroes que se miden por ventajas, siendo falsos.

¿Qué expansión de luz te mostró entre abrojales
que en la Cima está la Fuente, el Pozo del Viviente que nos ve?
Aún se preguntan las báquiras de Egipo, aquellas que mucho hablaron
sobre las aguas amargas para la boca del mundo
y del útero extendido de temores. Nada te detuvo.

Y dijeron los poderosos, como incrédulos
y berzotas de tu sacerdocio: Todo es conflicto
porque somos como el buey que pasta entre riscos
y mil montañas, sin encontrar una Fuente.
Ir y venir desgasta. Bueyes en la noria somos.

Alma grosera de buey adquiere el horizonte y en mil montañas
pasta como la bestia de lo múltiple, incluyendo la yunta
que se doblega y da en su día sus labores.

«Fruto de Egipto no quiero», dijíste al fin.
Desde esos días te bendigo.
¿A quién se dará una corona, sino a tí,
Mujer Kosher, Virtuosa de la Luz que vuelve
al que la luz donó y la puso en aguas de alegría?
Tú alcanzaste la Cima. Bebíste de la Fuente.
Tú, con pie pequeño, vencíste.
Zaín te dio la Espada como espíritu
y la encendíste como si fuera lumbre.

Por ornamento, la corona es tu virtud
y amplia percepción de autoridad manifestada
(misión obre el mundo por la expansión de luz
que por tu amor regresa. Or jozer.
Más tú, Mujer Virtuosa,
peregrina, corres y retornas,
vas a la Fuente y regresas
a la Cima. No temes ni al camello
ni al Angel de la Muerte.

*

La echada

Logía, sacar al ente de lo oculto

Mi ser-ahí casa tiene

Rompiéndonos el corazón en los peldaños

El preguntante

Intemerata

Arma del delito

La habitualidad agresora

En la cura de lo mío me suplantan

Las simplificaciones

Cuaternidad

Lenguaje y palabra La palabra más sutil

La pubertad de la palabra El zorro intuitivo

Clínica epidemia de ciegas medidas

Desvío

El extravío de un eterno memorioso

Transpropiación del Acontecer / Ereignis

Percepción óntica A Britney Spears

La echada y el primer amor

Lourdes

Schickung / Destinación

Verfallen / El Decaer

Los fanáticos

Convocatoria al Decir inicial

La caída

Angustia

La salteadora

La nada que me angustia

Soledad en el hallarse

Urgencia que acosa

El ultraje

Putarraquería del habla

Más allá del uso

Los valores engañosos El ultraje de lo bello o la hermana otredad

Nosotros, los impuros

El suplantador de tu bien y tu cura El zorro, filósofo de la sospecha

Zorrillos del ancestro

Comprender mis zorreras es mi necesidad

Tu lugar verdadero

Tén cuidado / Fürsorgen

Descobijado en la otredad pese al jolgorio

Un-zunhause / No-en-su-casa

Muérete, rival / Geschreibe

La selva oscura

No seas un pez en el fondo del pantano

Te hundíste en el Empíreo inmóvil

La danza de ser con otros

El impulso salvaje que traemos

Soy el zorro viejo y malo

Posesión de las zorra

Las vulpejas

Materialidad / Sachheit

Zu-sein / Habérselas

Vive el presente

Uno es un zorro viejo

Poemas zorrunos

¿Qué puede ese zorro?

El invocador

El invocador es tan sólo un adeudado

El alma abandonada

Láctame

No es el tiempo de sustratos neuronales

Pertinencia

El zorro y la hiena

El Inestante, el Alguacil

La existencia es libertad

La palabra mágica y poética

Las palabras

La palabra malvestida

Bailarín del ritmo

El gorgojo vibrátil

A los hijos de Amitai

Don Nadie no quiere morir

Homicidas y cómplices

El padrote

El culto al terror

Estoicismo verdadero

La libertad doliente

Ya no sé qué es amor

Los sofistas

Los peces y la novelería

Este amor fue higuera

Mi ser-ahí casa tiene

La pubertad de la palabra

La palabra malvestida

¿Qué es el ser?

Meditación del ser

Das Momentum

Como si el espacio se llenara de mentiras

Dichas predefinidas

Descobijado en la otredad pese al jolgorio

De algo a algo

La hija

De las tumbas de la inmensidad
y los destinos de órbitas ajenas,
de almiares transmundanos,
te cuidaré, porque ya te cosecho.
Aquí eres la hija del maizal y útiles a tu mano,
tuyos serán y míos.

Te dormirá tu madre, Mamá Quilla
metiéndote en una cestilla de tacuarembó
y te hará flotar como flor del mangle.
Y, con susurros, serás atraída
a las manos que más te quieren,
las suyas y las mías.
Te lavará la ropa,
¿sabe que también lava las mías?

¡Los hijos de la Tierra
tendrán que quererte!
Señalaré con maldición
al que te dañe, hija mía.
Los gigantes de gas
vendrán por tí como perros;
pero aquí perteneces,
al jaragual de la Luna,
a la dura roca de reposo,
a esta tierra que conoció el caos
y lo vence, con amor,
por causa de otras niñas
como una madre y tú.

Aquí has nacido.
La mujer es una charca,
inmanentemente mía,
comundana de mi hallarse.

Yo menearé las tabas a prisa.
Jamás haré que el miedo crezca.

¡Qué bien nacíste que ya no hay sombras
ni mirada horripilante!
¡Te ha llamado dulcemenente
la voz de mi tribu en el carbono!
Los hijos de la tierra te dirán
te quiero con la fuerza
con que hoy te lo digo.
Te coloco como un tachigual de algodón,
tan suave como tu cuerpo.
Tú adornarás a mi casa,
a mi pueblo y al mundo.

16-5-1981 / De EHE

Los enjuiciadores

A mi hija Gabrielita

Damnant quod non intelligent: De Intitutione Oratoria, lib, X
Condenan lo que no entienden: M. F. Quintiliano, loc. cit.

It‘s so uninteresting to live without love!: Toni Morrison

Los definidores legales de inocencia
la primera tarea que se abrogaron fue decir
«la inocencia es asunto del que sabe».

Un niño no comprende la empatía.
¿Qué discierne del control de su amor y su alegría?
El y el mundo son como dos enemigos.

El no siente al culpable. El no se conecta a los delitos.
El no sabe de karmas privados.
Del quehacer inmundo y colectivo.
Acaba de nacer para el dolor y no lo entiende.
No tiene deudas, pero en él el mundo se las cobraría.

Puede que tenga un alma, pero no conoció
el pasado y apenas se figura su presente.
Un niño es tonto y ciego.
A veces se comporta como un gato y es casi igual,
salvando la distancias, que un perro.

2.

El enjuiciador dice que el niño es una tábula rasa.
Un pichón en el nido. No sabe a quién agrada.
No discierne a quién comienza a amar.
No se puede proteger con sus sonrisas.
No puede esquivar a quien lo tienta. O lo agrede.
No se sabe comportar, si es tu olor, tu voz,
tu calidez lo que le encantan.
Fácilmente depredable es el niño.

El experto en niños, sabihondo en inocencias,
lo primero que comunica a los progenitores
es… «Esconde el niño»; o es mejor que lo tires
contra una peña y lo desnuques, antes que conozca
a los extraños. Posiblemente, los rechazará,
pero porque él no sabe de rencor, no es todavía astuto.

Y los enjuiciadores van a creerlo y los jurados,
por igual, dirán a coro: «Ha nacido sólo para el sabor
de la teta de su madre, no querrá que nadie
lo abrace, no se lanzará a otro beso que ofrezca
bienvenida»,
¡ay! que los niños son distanciadores.
Son tránsfugas, siempre huyen, no necesitan
a nadie. Con sus padres les sobra y les basta.

3.

Los expertos de la infancia alegan
que a la vista de una palabra pervertida se retiran.
Hasta el color de la piel al niño exilia del alcance.
La semilla de su recelo es el olor de quien se acerca.

Una mano tosca que le acaricie la tez,
unos dientes sucios, una boca desdentada,
son como el asco. Evítalos, criminal. Aléjate.
Prácticamente, a los niños se les educará
para que sean prohibidos y no los mire nadie.

Aunque creen que saben demasiado sobre el amor
del niño, los expertos aseguran que él ha nacido
para vivirse solo, obsequiado cuando es
biológicamente vulnerable, incapaz de ganarse
el bocado de alimento, o la cuna en que duerme.

«Van a crecer hermosos», predicen.
Entonces, autorizan a que se asigne un nombre,
«Mi hijo», «el que es Mío», «el que no pertenecerá
a Ninguno, ni a sí mismo, hasta que cumpla
su edad apropiada, 18»
y la Ley ofrezca para él
su derecho de irse, y hacerse un militar de la patria,
«todo lo que puedas ser, lo puedes en el ARMY».
Si es mujer, la princesita de la casa, a casarse,
a parir, a tener otros hijos, o su príncipe azul lleno de $$$.

4.

Los enjuiciadores, por de pronto, demandan:
Que patalée a gusto si el beso que lo ronda
proviene de un extraño; sí, niño, sé receloso,
sé ruidoso
en tu casa, ármate de capricho,
golpea a quien tenga tu edad, tú no te dejes

(vamos a reirte las gracias y aplaudir tus perretas).
Si alguien se te acerca, más fuerte, más viejo,
huye. Escóndete debajo de la cama.
No te preocupes innecesariamente.
No emprendas nada. Vive la infancia.
No busques otredad. Te faltan años.

Y otros expertos entre expertos, regresan
a la carga: «Los niños no son, realmente, curiosos».
Su atención es deficitaria. Les falta la malicia.
Pocos años se la quitan. Las canónicas costumbres
bastan y sobran. No han nacido para ser
perdidizos, heroicos, autogestionadores.

En los fuegos cercanos de su leche, vivan
Son como lombrices debajo del árbol de familia.
Son larvas encima de las hojas de rosales
con espinos que son los jefezuelos de la casa.

Nunca despiertan para ser otra cosa que la mariposa
atrapada en las ventanas. Los portales que de la calle
los protejen. Deben estar casi presos, vigilados.
Que sean, por de pronto, reos de quien le dijo:
«Mi hijo», «princesita de la casa», «pequeño,
todavía bueno para nada».

5.

Los niños son como los muertos
a los que sólo el alegato de quien se cree
su Señor, en el reino santo de la familia primaria,
les saca del sepulcro de sus vidas.

Los ángeles que vienen a procurar sus crisálidas
son mensajes oficiales de su mundo que se opone
al complot homicida de los pedófilos, demonios
de penumbras, avispones de ultraje, seductores
de la narcomanía, mujeres golpeadoras, educadoras
de mala leche y mala madre. ¡Cuídate, niño!

La maldad de mundo comienzas desde que germinas
como feto y tu madre visita algún hombre
que no fue tu padre y con él se da una revolcada
y una Coke, con su ron, ebrios de lujuria,
pero, maldiciendo tu nombre.

En la resuelta madrugada de tus juventudes,
tal vez tengas un niño; pero a todo aquel que venga
a verlo no susurres, ni ausencia de él ni en su presencia,
que un niño es como la paloma, manso,
no le llames gorrión por lo ruidoso,
no lo instruyas con nada que haya sido normativa
o institione oratoria dicha por los conocedores.

3-9-1988

Del libro Las zonas del carácter

Creación de la mujer

Yo, el creador,
descubridor del maiz,
fabricaré a la mujer.
La pondré en las milpas
como una mialma, alma mía.

¡Sí, ella será la flor más blanca
del nabaco, mi alegría!

No verá su rostro
la ceniza
¡puño del sol, jamás!
Será luna y arrebol
la mujer de mis manos.
De rato a rato, verdaderamente,
en sus muslos, el día de Inti
gozará sus mollejas
y será dulce, blanda, vibrante,
si es que el coito fue
alguna vez amargo y torpe.

¡Voy a crearla y no para que muera
como alimaña atrapada en el mocuño!
¡Quiero que nadie la ofenda!

Y quien se atreva a hacerlo
por cualquier objetivo de sustancia:
¡que rompa y pague porque será más
luminosa en la noche, mi creación!

13-5-1979

56. / Antes de que llegaras

Antes de que llegaras
yo era un loco de verano.
Un chiflado mataperro con mis días.
Vivía por estas playas
(que parecen tan simples:
sol y arena, agua y caminos)
y, de súbito, cayó del más alto nidajo
de la palma, el melón lactoso,
tu presencia
y me llevaste a la mejana de la fuente:
la sensación, Tu Carne.

Para los hechos singulares
(que yo dí por creídos, asentados
virtuosamente verdaderos)
buscaste las segundas intenciones,
la oscura gramaticalidad,
el sendero verificador de desviaciones.

Golpeaste el idealismo subjetivo
sin piedad, estremeciéndome
e hicíste del espíritu de Berkeley
una masa apestosa de mabinga
de la que siento lástima.
Despojaste al paisaje de sus bragas,
todo ultrajaste con asco y placer
y díste propiedades
a lo que vestido estuvo
de inmaterialismo; calidades sustanciales
a lo que había inmanifestado
y vírgen en mi mirada,
pero vedado a mi tacto.
Ha nacido esta lujuria gratamente,
pero me duele ir a imitarla
y ejercer songa.
Me ha tomado tiempo
tener tu sangre fría.

Bajo el sol de mi islilla
fui tonto y piadoso,
imperaba una inocencia
que no comprenderías;
pero sin esta experiencia a posteriori
de quererte, Melpómene,
todo sería tautológico y arcaico
bajo el sol y mis días.

Comevacas y Tiznaos en 1898

57.

Me habría quedado tieso,
pobre, varado sobre un punto
hediente de mabinga,
el orco de metano,
perdido en rasero vil
de inmundicia, yo segado,
pero el día que dije: Soy
estabas en el agua.
El agua que es movimiento,
cima y destino claro de mis días.

Yo no había aprendido a mirarte
a los ojos; aunque los míos
ya amaban a las aguas;
buscaron los manantiales, no a tí.
¡Todavía! pero también,
por ojos que son tuyos
lo mismo que los míos,
quise a los soles.
Yo vine de lo alto
aunque tú no lo entiendas.

¡Yo amé la luz para decir Existo,
pero jamás dije soy
hasta hallarte en el agua
y querer tu cuerpo como pez
servido a mi diario regocijo!

58.

Voy a ir donde jamás
me permití,
a olerte de este modo.
Con la curiosidad de una serpiente
morder en lo prohibido.
Me gustará
si hay escamas, mi tacto será
como otros ojos en lo desconocido.

Cuando digas seré
te habré tomado en cuenta.
Fundarás mi lenguaje.
Me darás otros símbolos.
Sabré más los colores, los sonidos.
Investigaremos tejidos de limo.
Sabré si eres de cristal
como las aguas,
si hay tótem que te prohíba
si te alcanzo,
si eres lo bello
(por mí, desconocido).
¡Te sabré tanto!
Me serás todo
porque tu belleza cimenta
mi ser en tí.

21-3-1980

Elegía a mi madre

A mamá Yuya (1925-1987)

... fue una mujer maravillosa.
Luz en la nebulosa de otras vidas
que llegaron a ella en llanto doloroso:
Víctor López Nieves

Mi madre fue mujer del hic et nunc,
hogareña, abeja de su panal no siempre dulce,
vertical, transparente, fiel,
a veces triste como la morriña,
a veces cantarina
-o nerviosa como el moriviví de los campos.
Ella protegió y crió a las erictonias,
a los hijos de nadie, a los faltos de abrigo.
Su mano, entonces, fue más pródiga y feliz,
magia provedora y cariño,
trigo de los cielos, pan de nobles.

Documentó estrellas,
caspucias minerales del llanto,
pero hartó a muchas lunas marchitas
en el cieno y el vaho.

Por eso, apasionada y justa,
nunca vivió satisfecha de sí misma
ni fue cómplice de refistoleros de capital
mal repartido, ladillas chupasangres.
Cultivó su propio jardín; encendió sus soles
maternal, pacífica y guerrera,
por no fue llorona de llevanzas,
sino fiera,
maldiciente y dulce, por los suyos.
¡Hábil en el huso, el telar y las agujas,
la cocina y las transformaciones!
Quiso lagos, manantiales, lluvias,
todo lo que es Dios sin reservas,
spinozianamente dicho,
epicúreamente calculado.

Amé su coraje purificador
contra el desamparo y las negaciones del frío
y contra los agrios mataperros del doliente.
¡Sólo así fue consuelo mío y ajeno!
más que discurso y ejercicios de amor puro.
Creció entre los avatares
de su propia cruz.
¡Y por eso la quise!

Y de los montes de hoy
hizo ciudades con olor a mañana.
Nació del cráneo roto del poder,
del cascarón del hampa,
hija de palas de glucosa
y dendritas vehementes de tritonio,
ultrajada de prudencia hasta las médulas,
con semillas de Zeus en Mirabales
y él se derramó, adormilado,
con sus sesos al aire,
para que no la matara
la logomanía más vil
ni la tocara el mamarracho cotidiano
en las calles del olvido y Don Nadie.
Y por eso la he querido.

Laurita quiso llamarla
... Palas, Atena, Tritogenia
cuando la vió salir por las heridas
como se dijo en las leyendas de Pelasgo;
pero fue en una isla del Caribe que nació,
después de todo,
envuelta en el casto monte que fue su frazada.

Allí inventó la brida y la carroza,
manejó un Renault que fue su blanco palomino,
y a sus flores cortaba con tijeras del solsticio
para que el invierno llegara con promesas,
con descanso,
con flores del Hebrón
vueltas hibisco
o sorgo de los montes de Israel
e hizo con la flauta
música de amor
por los que oyen.
Silbó por la espesura del temor y la muerte
y por senderos, donde araban al barbecho
y mugieron bueyes sin aliento, sin consuelo en el dolor,
caminó, caminó y caminó.

Dicen que cayó de las nubes como ángel
y que amaba a los huertos.
Debe ser verdad.
Cultivó muchas flores
y se enternecía con el rocío.
A nadie dijo: Deténte. No camines.
Ni moverse es bueno;

¡ya que fue jiribilla sin descanso!
Frágil y bella como una mariposa,
aunque supo su destino de gorgojo y polvo
en la tierra que la sepultara, ¡la quiero!

2.

Nunca falta un roto para un descosido;
así que se casó en feudo de sombra
donde la doxología da su migaja de récano
y los moros van y los moros vienen
y las moscas lamen y aprietan el cuello
con su vaticinio de tormento que aparentan
dar consuelo, aunque sean cuchilladas.
Sin embargo, ella formó sus utopías,
sus fántasticos nexos
con el fuego del porvenir.
Bendijo su propia desaparición
cuando pensó que hay un mas allá de vida,
gozo por entregarse a la Nada
que lo contiene todo
sin decirlo, sin jactarlo
y sin que nadie lo espere.

Ella estuvo desnuda en cada asombro
y el que más fiel, en su vigilia,
fue buscarla
como al barro de sus propios sueños
la vio bañarse a solas y secarse al sol.
Fue Tiresías, afortunado,
mi padre, el pobre ciego.
¿Quién habitaría en su mañana,
en sus espacios de cosecha y alabanza,
si con ojos de maruga la llamara?
-¡Nadie!

El que, como asno que mastica el malojillo,
se tragó las piedras y deshabitó los huesos
por impuras ecos de pureza y forma ingrata,
no pudo conocerla ni acariciar
la fibra castaña de su pelo
ni verse en su mirada como miel del cielo
ni contarse humano para su paraíso.

En medio del asma de su cuerpo,
ella hizo su horóscopo de gracia
y ninguno mayor que su afán de inspirar
una sonrisa, una esquina generosa en el infierno.
En la manigua urbana, tuvo
belleza de cartel, pero, sobre todo, doncellez
tibia para su marido, lealtad real,
renuncia, sacrificio...
Para navegantes con destino, velero y faro.
¡Siendo gacela de los montes, fue ninfa
y canto de arroyuelos y, en las citadelas
del tedio urbano...
obrera con ser iluminado!

Para amarla, con gratitud veraz,
bastó meramente
escudriñar sus manos,
a veces ya rugosas, o sucias,
mas siempre tiernas en medio de la lluvia
que nutre y los jardines que declaran lo bello
y los desvelos que organizan
el rascate y el consuelo,
como si fueran empeños de raíz en vez de dedos.
¡Qué bello verla y cómo amaba cuidar las flores!

Para alcanzar a comprenderla,
el que miró olambrillos y se hizo el majá muerto
llegó a su casa, Biblia en mano, a predicar
al Temible y sus demonios
y mentar a la Luna de Valencia
y al mundo malversante
del goyyim
y las paganas vanidades del incrédulo
y las colectas y el sábado de gloria
y las piadosas chanzas;
pero el que estuvo a matar con sus bolsillos
se llevó el contra-evangelio de otro modo:
¡como pan y como abrazo,
como diaria piedad, sin sermoneos,
como ropa, como vianda y hermandad
desde los huesos,
serena amistad sin aspavientos!
¡Y por eso la quise
y la he querido y la quiero!

3.

Ha muerto el asma laboriosa.
¡Ya lo dió todo tu hija, doña Laura!
Ha muerto el corazón blando
y la sangre rebelde y luchadora.
¡Ya lágrimas se cantan y se cuentan
entre muchos que la amaron!
Ha muerto con sus labios finos
y su nariz judaica.
Se despidió de las parcelas de la vida
y de su hogar en calma
y del barrio urbano del humilde.

¡Su voz tiene escondite en mis recuerdos!
Se ha ido delgada, menuda, frágil,
húmeda como el beso del rocío,
friolenta como rosa blanca que amanece.

Ha muerto, Julia sagrada,
Atena de los bondadosos y los tristes,
almohada y refugio de los que convalecen.
Murió la flor de hibisco, el recao,
la berenjena, el ajizal, la yerbabuena.
Ha muerto la rosa blanca, la martiana,
la voz serrana de Spinoza en el Séptimo Día,
el café de las tardes, la tertulia...
La que cosió camisas en la escasez,
la enfermera de permanente turno,
la esposa del maestro,
el timón del poeta.

¡Ya sólo dice adiós a los Ortizes!
Ha muerto y Raquel está triste y Rebeca
y todos llegan y se juntan y el esposo
está en el luto, desde el alma más mustia
de los desconsuelos y la tiniebla más negra
de sus ojos claros, llorosamente grises...
Su mano que cortó mis cabellos ha muerto.
Su rico guisar, su vigor de hormiga mágica,
su diligente trasiego, su desvelo, descansan.

Volvió al cieno:
ahora es agua y aliento,
mineral del camposanto y memoria.
¡Ya exprimió su aroma y su dulzura
para dejarse enteramente grata
como efluvio!

Ha muerto con el nombre de sus hijos
en la boca, con última ternura del marido,
con sencillez de helecho,
con sensible dignidad de bondadosa.
¡Y por eso la quise
y la he querido y la quiero!

12-12-1987

38.

Te fuiste otra vez.
¿Quién dará el áspid
y mecerá, como tú,
congrio del cono,
quién hará una pirámide
para este ser que se vistió de cayarí
y va en roja vergüenza
y en chifla por el monte
convertido en el chac mool
que mendiga y sucumbe.

Mira la bandeja vacía,
llena de tu ausencia.

Te fuiste otra vez
y el corazón es un vendaval
de chilmole y en vano
corto leña
y barro en los chacates
para hallar la luz y la espiga.

Mira cómo se queda la mujer.
Mira la rodilla golpeada del hombre.
Como Peniel, el ángel,
torcíste mi cadera.

Al que besó tu correa
de relámpago divino,
burlas de oquis.
Has puesto al rayo
en el bocado del lamento.
Te fuiste y fundaste
la angustia de uso diario.

Voy descoyuntado con mi mujer
a cuestas y ella canta
para el chacaneo
la miseria más oscura
porque si no estás en mí
yo tampoco estoy en ella.

4-11-1990

El proceso femenino

1. Niñez

Hay mujeres de rostros infantiles.
¡Que nunca envejecen!
Son como chavas, como niños sin sexo
-golfiñas ariscas, juguetonas, risueñas-
con huesos ágiles y originales ímpetus.

Y sus ojos, sus ojos
son faroles con llamas que en la mirada
se encienden vivamente
y con los gestos florecen.

En sus rostros,
incansablemente dulces y gentiles,
se ilumina la chispa del espejo interior,
el ángel femenino, la mujer encarnada.

Hay mujeres sin malicia,
sin sucio en las pupilas,
sin agresión que a sus labios tuerce
el asomo absurdo de cualquier palabra.

De la infancia son las caritas permanentes,
la doncellez que se asoma, tan callada,
para el gozo de una primavera que perdura
y así quedarse, a flote en ella, para siempre.

¡Qué semblantes sin años,
sin tristezas de arrugas, sin hurañez amarga!
Tersas, limpias, melódicas
en la piel del espíritu
como ninfas que cantan, musas
al pie del Helicón más cotidiano.

Y sus ojos, sus ojos
así miran, así conquistan aún más,
así se comunican, así descansan
cuando llega el día del dolor,
la noche con empeño de obstruir
al amor inmarcesible.

2. Adolescencia

Hay amores que avanzan con paso
de nubes claras o manantiales cristalinos.
Amores que no son exactamente cielos,
pero entregan el alba.
Que no son agua.
Ni exactamente nimbos, pero se elevan
como cirros a las esferas altas
y refrescan los hondos abismos de la carne.
Del hombre.

Son mujeres gentiles.
Eso tan sólo son:
la presencia de brisa que refresca
en figura de cuerpo femenino.

Se materializan.
Semillas son de estrellas en lo oscuro.
Se entregan
como consciencias en calma que descienden,
¡pero cuán altas habitan y cuán padrísimas
son las sombras de ellas para el calor del mundo!

Y sus ojos, sus ojos
son faroles y llamas en la negrez hostil
y vive el corazón varonil,
por su femínea luz, encendido.

3. Adultez

Hay mujeres que son versos vivientes:
el ritmo que camina, descalzo,
la música que se forja en las palabras,
la bandera de la sensibilidad que conspira
para volverse más amor y más ternura.
La mujer se vuelve hembra de tal modo,
moza con anhelo de mitosis
y se escinde en la maña señera
de la virtud que sueña y bendice.

La mujer, su soledad divide en dos
por ser, de su hombre, compañera...
y, entonces, anda con el talle vertical
del árbol, cósmico geotropismo,
y su vientre horizontal se acuesta
lleno de curvas, ninfítico de caderas,
húmedo en las raíces
y toda ella canta para el tálamo
con el furor de las savias
que chupa de la tierra
y, en dúo de complicidad regocijada
con el gameto, engendra al verso
y es madre de poesía ctónica,
subterránea,
y sigue en colectiva humanidad
con sus hermanas.

4. Madurez

Hay mujeres que son
evolución y síntesis
y, por tanto, futuro,
utopía cumplida y realizada.
Niñas son para el niño.
Tiernas son para el adolescente.
Adultas son para el varón que escucha.
Sabias son para el viejo que aprende.
Benditas son en la muerte que clama.

Y son madres todavía para el que,
a filode espada, muere,
o a para el que en pena yace
o, en enfermedad, padece...
y, para todos, puja la esperanza
en su parto final
que es piedad y consuelo.

Y sus ojos, sus ojos
todo lo lloran, cuando no lo comprenden,
y aún todo lo sanan
cuando es triste y agónico
y lo olvidan y perdonan
cuando es infame, envilecente.
Pero no aprende el hombre necio a redimirse
y no sabe llorar cuando ella llora y crece.

5. Desencarnamiento

Hay mujeres sencillas,
que son lo mejor del silencio.
Y las netamente virtuosas y diáfanas mueren
después que, con hechos inconfundibles,
todo han declarado y su ternura
ha reconfortado en vida a los ánimos vecinos
y con ilusión al sacrificio,
suyo o ajeno, descansan.
Son las que, al morir, se vuelven mariposas,
el talismán de alas, la abraxa mística.
que no es tal, en rigor,
como no es nube ni arroyuelo cristalino
ni paloma ni secreto indecible...

Es la mujer real,
costilla celular de mitocondria,
aposento idóneo, el sábado encarnado
de una canción que hoy es
el recuerdo que canta
y que, en la carne,
conmueve todavía...

Y sus ojos, sus ojos
son inolvidables, tan dulces
como el ayer más tierno,
tan cautivantes como el amor primaveral
que, en mayo, hace a la flor más flor
y más ave al pajarillo que se posa en la rama
y a la lluvia, llovizna
deseada para la tierra seca,
vendaval de luz, irisdicencia del ángel
que, en la zarza ardiente del monte humano,
al árbol de amor conecta a su alma.

6. Síntesis Cósmica

Hay mujeres que son la eternidad:
cosecha concreta de la heroica metáfora,
el orgullo del ser,
pulcros cuerpos que ocupan pulcras almas,
feminidad en la piel glorificada,
la alegría del infinito
en desnudeces suaves,
los ángeles eróticos sin alas.

Estas habitantes de la tierra,
nada esconden.
Son transparentes, siendo celulares.
Son luz, aunque vivan en lo oscuro.
Son la historia que se corrige sin recelos,
lo más inocuo del Caer,
lo menos turbio.

Y sus ojos, sus ojos
sonríen, desde sí, porque son inocentes
y nada -sino luz- guardan bajo sus párpados.
Y así miran, así conquistan aún más,
se comunican, así descansan
para entregar el séptimo día
en el Shekinah del sexo femenino.

(7.)

(La séptima sección de este poema es mi silencio.
Un homenaje que mi voz no expresará, no sabe cómo.
Sólo la mujer puede develar esta dicha).

Sept. 1995

(Publicado en "La Blinda Rosada", 9 de junio del 2000
y en "Tertulia de Mizar", Núm. 631, 28 de mayo del 2000)

99.

El alma hay que extraerla
de la mina, de algún hueco
isobólico y profundo.
Una niña solicita el corazón
y ser jalona y tener de las guedejas
al tigrillo que se esconde.
Es la coja de Yembé que pide polla,
la señal silvícola del mundo,
áspid que muerde desde el fondo.

Voy a exprimir sus pezones por dulzura.
Voy por meche barba,
por carreño en pozo,
por jalea de abejas machiegas
y jimbal, tan timbalero voy
que gozo como mialma.

48.

Dijíste la palabra Padre.
No sé con qué boca.
Es el alto túnel, tu boca,
tu lengua de fuego.

Padre que estás en lo alto
del Irminsul,
dueño eres de la esfera que rutila,
del puño que azota el espacio
y subvierte la chispa y la entrega,

prometeica, como gránulo de sol
a los hombres.

¿Quién puede mirar a tus labios
y a tus besos ígneos pegar los suyos
que sobreviva y lo cuente?
Sin decirte, dador de deseos,
¿quién habrá que diga, no te amo?
¿Quién, entre los hijos de la tribu,
alma de Teutatis, querrá
no verte, ni saludar tu sueño,
cuando hay noche y te duermes?
¿Y quién sino tú
ves primero que el hombre
la llegada de Ella,
la Carroza de la Primavera
y quién, sino tú, la fecundas
y traerás semillas al corazón
de Nerthus, nuestra Madre?

6-15-1990

A una madre joven (1)

Me acerqué como mendigo,
hambriento de tu forma de árbol.
Tus ramas se abrieron como muslos.
Te observé desde arriba
y me uní a la danza
de tu geotropismo.

Acortezado en la silueta de tus lindas caderas,
palpé el montículo vegetal de mi alimento.
Mordí en él.

¡Qué dicha haberlo hecho!
Formé un grumo más profundo que la sombra.
¡Una cicatriz que nos une por los nombres!
Tu agujero es descanso.
Me harté, gracias a tu camino simple, sexo.

Otros pasos no llevan a tí, sólo la carne.
Mi raíz que sea tu hermosura
y tu hija, mi fruto.

Mécete en las ramas de árboles conocidos.
No temas a los faunos.
porque no más diabólico que el mundo
es el verso que ellos silvan con sus labios.
Piénsame como el primero que hayas conocido.

Yo soy más real, no aquel que promete
simulacro y delito; el amor
sí tiene fundamentos y generosidad.

A una madre joven (2)

Visita tus troncos interiores, clávate
en ellos, porque allí me quedé,
por si me quieres, y me haré presente
cuando me necesites.
Acuérdate quién
ha vaciado más aguas en tus hojas
y ha bajado al manantial de las tuyas.
He querido ser agua junto a tí,
las aguas de Hipocrene,
la amiótica grosura
que te hizo ninfa, corazón adentro.

Aunque te sumerjan
dentro de imágenes vulgares
¡ guarda tu sol, recibe el que te he dado!
como he guardado tus lunas
y novilunios.
Aún en el sexo, te hallo
y eres fuego de sabiduría.
Mi quitapesares.

Que no, en vano, esté yo en tu noche.
Tú traerás la canción nueva a mi guitarra.
Eres mi pasión, moza de gozo.
Te he visto en mí, espejo
y tu imagen, que nombras tu demonio,
ha sido mi calma, el mejor ángel del aire,
la salamandra más eficaz para invocarte.

Es cierto, bohemia haldeas.
Y vienes y vas, como flama voluptuosa,
y la clientela, pendiente a tu paso,
celosa está porque serás mía
una y otra vez,
hasta que urdas tu plena autonomía,
y yo no quepa en ella: no sé...
Quizás querrás a otro,
pero: ¿quién comprenderá tu olor a ríos,
tu hornilla de mariscos a la plancha,
tu hirviente salsa,
tu cocina en friega,
tu oficio, Hebe en rutina de los días?

Yo, deva, en la delicia de las noches...
¡Recuerda, eres madre de voces mutuas!
¡Te preñaste con mis voces cimeras!

5/4/84

San Sebastián del Pepino: Convocatoria al estudio de su historia

50.

Alguno sabrá
de la serpiente blanca
que rompió la ponzoña
y su amargura oscura
y se enredó, peliaguda,
bajo el huipil del amor
en la mañana.

Es la que sigue siendo
la nodriza, risa viva,
la plegaria más feliz,
hijificadora.

Baubo se llama:
la que buenos higos hace cuando ama,
la que burla lo triste en el chamuyo,
la que en la casa de Celeo, deméter habla,
y pues, se cinga, se magrea,
se jode hasta la madrugada
una vez que abre el hornacho
de la noche y libera la serpiente,
más sabrosa, chistosamente jovial
y tan berraca.

Alguien sabrá de Baubo,
la que rompe la hostilidad
y canta, la guerra del placer
y la energía,
la que fecunda la tierra,
cochambrosa, y la lombriz
que crece en las braguetas.
Es la iniciadora de los sabios,
la que no pide como Hades
sacrificio, ni ofrenda
de jauto y tristes rostros,
la que bien comunica
a los más tristes del mundo
que hay aún sol en las bardas
y sirajo dulcificador
a flor de río
y pecesillos veloces e inquilinos
como un líquen interciliado
en lo profundo
del matorral uterino
de la amada.

Para ella, que nazcan
los niños riendo con la madre,
pujando como amor lo discontínuo
placentariamente joviales
en el sistema vivo, galopante,
solo a solo, nalgas arriba,
culo abajo, bien trenzados
como ondina que disfruta
el remolino
y el parto sea
la secuela inmediata
del orgasmo.

9-15-1990 / Del libro EHE

Obra poética

86.

Has nacido como gota de amor
en los pozos del lamento.
Un guisante, leptón,
frágil como luna y despreciado,
fue llevado por granizos inmensos
a los fríos polvorientos del espacio.
Hoy vino a la cuna de mis ojos.
Ha nacido como japio
que emite su canto y llora,
según avanza en el rincón más oscuro
de la tierra.

Es la niña del maíz blanco.
He extendido mis manos por ese animalito
que sobrevive sordamente
el llamado de gigantes del aire.
Ella se aferra al hongo de mis colmenillas.
Toma por cuna la charca de la copa
que bebemos, tu útero, amada mía.

¡Ha nacido la niña y se mete en el núcleo
como una nueva chispa del beso
que se niega a las ménades disolutas!

2-15-1980 / Del libro EHE

Invocación del amor

¡Vamos a hablar de amor de otra manera!
ambiciosamente feroces por bocado,
carnalmente comprometidos hasta la médula!
¡Vamos a ser tiernos, pero realistas!
desafiantes más que el cuchillo
y las conspiraciones,
más que el lugar común
y el sentimentalismo.

Sí, hablemos del amor,
del que tiene nacimiento y etapa y destino
y dolor y esperanza.
Amor que es realidad, objetiva presencia
de memoria y proyecto
y coherencia continuada.

Si bien el amor ha sido una palabra vaga
que busca lo anhelado,
todavía es concretamiento prestigioso
y se escurre del chantaje cotidiano
y estremece a la emoción humana.

Yo estoy hasta el hígado en pedazos
por atrapar, ajeno al amor nominalista,
(no su más allá de luces fatuas y empalago
y coqueta menudencia de rituales),
sino su aquí y ahora de estímulos,
su afirmativa certidumbre.

Renuncio a sus formas oscuras
de gesticulaciones
y extravíos, a sus cenizas apagadas,
a sus llantos soterrados
o públicos gemidos de luna timbalera,
a las ínfulas que urden lo mismo que el capricho
a las picardías frívolas, pasajeras, ilusorias
como poca monta y cuenta rendida de corazón,
entrega y sacrificio, al estéril embeleso
de portada y farandulería,
a la mística ovogénesis
o secuencia virtual de saltacama.

¡Me da vergüenza este mero hablar de amor!
Decir soy recto y monógamo
y sólo entre dientes, cálido, amoroso,
llevar flores en mano
y en cita de callejón de lobo,
mentir como un locuaz lleno de letras
y vibras de trasnochado lirismo, aprendido,
crédulo de frases gastadas, aún cuando oculto
que soy apasionado y mulo convencido
de que la carne es deliciosamente traicionera.

Tengo el gaznate seco,
sediento estoy por descubrir amanaceres,
y temo que vayan a echar a perder
la noche de mi éxtasis, el parto fértil,
hijo de tu epinefrina,
el ángel de mis péptidos,
el asombro de mis días.

Me dejaría morir en la palabra
diciendo amor, súbitamente, ufano de coraje
y de celo, con auténtica soledad
por falta de mi oyente y aquella igual,
que ya desertó del amor de pose, no verificado,
pero que, de repente, está atrapada salvajemente
de un no sé qué, medular e inmarcesible.

¡Ay, amor de penurias me fastidias
y, con el mismo temor del amor de temporada,
escozor de los séptimos años, me atacas y desvelas
y ella, que es mujer y hembra,
ya ni admite alarde,
y maldice al sicko, al amor de panderetas
y de hostias en su más allá de grumos
y tedio tendencioso,
petardos de hueca hombría!

¡Amor de rosas secas,
tiestos plomizos y cursilería,
amor de manos frías, de turba vengadora,
de palabras tímidas, de silencios cobardes,
no te consultaría ni pagado ni gratis,
ni en tabú ni en amuletos,
ni en fiambre de grata mano amiga
ni en monótono déficit de los desalientos!

¡Amor de monoaminos y glucocorticoides,
de carencias hormonales,
de pánico y de histeria,
me aburres, me hiedes, me lastimas!
... pero tú, amor discreto,
socialmente lleno de pupilas,
orejita que estudia a los fracasos,
tú que vas y vuelves en friega
negándote a morir a pesar de que el otro
se marcha y se endurece, siempre estás al tiro
y yo a veces solo, te veo y te amo
porque contigo se está siempre acompañado,
aunque no estés presente y se te siente
nutriciamente alerta, rica, cómplice,
sujeta a un mismo padecer que el mío,
invocable como el primer día que el amor
dice: Quiero, soy, me gustas...

¡Vamos a hablar de la realidad
(no de lo que has sido)
de lo que puedes ser, a pesar de todo,
lo que eres...
y la distancia afectiva que te burla
y el proceso necesario de ser,
contra la expectativa,
que tiene tu encuentro si la esencia permite
porque ya no hay sombra
ni discurso ni fondo por rebasar
ni sementalidad de simulacro!

Aquí, cuando te nombro, ya existes,
sin interpretatividades
y curas y solves
y eres verdad y honra
del ser mío, el ser-acompañante,
aunque siempre hay quien ama más
y alguno que ama menos.

13-4-1989
(Publicado en "Tertulia de Mizar",
Núm. 593, 20 de abril del 2000)

87.

¡Tómala en tus brazos, alma mía!
Es un collar que se derrama
como gránulos sobre tus senos.
Déjame lamer su cabecita
y palparla y quitar su escalofrío,
sus temblores.

Me habituaré a su aroma de alicanto.
La levantaré hasta mis ojos
y haré sitial en el iris
para que sea mi niña
de química alotrópica
y reina del diamante en el carbono.

9-15-1980

88.

Es inocente aún.
Me muerde la nariz
mientras me dice papá.
A cada instante descubro
sus tesoros, su raíz
y tengo edén perpetuo en estos años
cotidianos de mañas y proyectos,
los que ella me obliga a obedecer.
Su madre obsequia la palabra organizada;
yo no sé con qué dotarla.
Habrá de ser mimos lo que ofrezca,
mi cultura de perro
manso y dulce, feroz e impredecible.
¡Sólo que ella es mi cría,
mi legítimo fruto en el lamento,
mi reposo, mi sábado de gloria.
Espero que ella sea orfebre sin reloj,
apasionada, que explaye su placer
hasta lo excelso, que no clave
colmillos ni pregunte tantas cosas
atroces de su alma y las ajenas.

9-15-1980

89.

Me gustaría que viajara
satisfecha como yo
por las cuestas de los caseríos,
por las sombras de los patios
y los atardeceres,
que llevara en los besos la espiga
que florece y que no duele,
ni arde, ni marca.
Que sonría porque hay mares

ríos, manantiales, árboles
y algunos son humanos
y alguien canta en su savia
y funda fauna en el duro crecimiento
de ser en la sustancia y en alma,
Dasein y Sorge, fundamento.
Las mariposas viven brevemente
y dan tantos colores y formas y misterios;
me gustaría que pariera sensaciones
que hoy son desconocidas.

Indice / El Ladrón

90.

No te llamaré Tiniebla.
Nunca más. Serás luz.
En mi saliva nacerá tu nuevo nombre,
Dulzura.
Creeré en tus senos de almidón,
en tu suave tersura de lípido.

Hijita, blanco japio,
¿cómo se verá tu cabellera
abundante en el viento?
¿Se mecerán tus pechitos
cubiertos de jaquetón
en la brisa,
girarás como ondina
dentro del manantial,
coquetamente líquida,
seductoramente fluída?
¿Serás el pez sublime,
el más pequeño,
o el más inmenso y adorable?

100.

El alma hay que extraerla sin carencia.
Por eso voy por Coatlicue.
Quizás a la casa de Celeo.
¡Que salga ese kakón y la despierte!
y sobreviva esa ansiedad de mexitin
en las noches y Baubo por nodriza
y la perturbe
en la ausencia de istacoate
de la estera vacía
y que a flor de carne amanezca
la serpiente rolliza de alegría.
Que la niña sea una estrella:
y la bragueta sea la cuna
y ella vivaracha, lasciva, selerosa.

15-7-1980 / Del libro EHE

103.

¡Que me sepa a rosquillas
llevar dentro del quipe
el pez de rumantela y de futuro!
¡Que conozca la nava
entre montañas!
Mi querer querido, el beso de revuelo,
¡la gana del amor en la mañana!

y su llanura que es la piel
y de paso, yo, el creador del hombre,
te diga mi querer, te quiero,
y mi beso sin olvido, zorrocloca,
y que sea el amor que viva
en tu cuerpo, sustanciado.

29-6-1979 / De EHE

Voces textuales

Voy a mirarte dos veces


Por amor a mi canción
voy a mirarte dos veces, ninfa
de marejadas curvas y ondulantes pechos.
Una vez, en luz de ausencia.
Deja, pues, que la Luna Llena desborde
la memoria de tu tacto, tu dulzura vibrante.

Ojos y labios míos se están hambrientos
porque te añoran, Eurídice,
apasionada hondura de mi canto,
adorable danzante de mis olas.

Tu sensualidad oceánica se escurre.
Mi valor enflaquece si no estás presente.
Pero voy a mirar otra vez.

Humedécete una vez más sobre mi cuerpo,
viaja en mis riesgos, no en lóbregas selvas.
Te llamo desde un peldaño triste
de las ansias, te necesito desde un Yo
que olvidó despedirse, te reclamo
porque ya tu voz es cíclicamente mía
y conozco al cangrejo menos visible
de las tenues penumbras,
el que busca entrar a los túneles vulvares
(los tuyos que se escribieron como engramas
en concha dura de mi lira y se volvieron míos).

Déjame mirarte para que comiences
el regreso, que se inicie mi gozo.
En tus húmedas tinieblas, pesco
y qué fácilmente morderás mi carnada;
te llamo todavía con lengua de fuego
y nadie te acomoda
en la gloria mañanera
como yo.

1-6-94 / Del libro Tantralia

(Publicado en La Tertulia de Mizar, Número: 827
4 de Diciembre de 2000)

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