Los microbuses o peseras 
cada día estan más de acuerdo 
con el paisaje anárquico 
de nuestra metrópoli capitalina



Las Peseras

_______________________________Rosa Carmen Ángeles.

Los microbuses o peseras cada día estan más de acuerdo con el paisaje anárquico de nuestra metrópoli capitalina. Viajar en ellas es toda una aventura. El solo hecho de trepar a un vehículo repleto de gente, que es conducido por un oligofrénico que mantiene al pasaje en zozobra, es digno de alabanza: algo así como si se estuviese expurgando un pecado.

Ahí va uno, con el tiempo justo para llegar a clase en la pesera repleta, con el pescuezo agachado, con calambres en la columna como si se estuviera pagando una manda, provocando lástima a los que alcanzaron asiento y no se dañan el cuello, esperando que el vehículo llegue pronto a la m s próxima estación del Metro y así poder ir más despejados, sin la gente que se le cae a uno encima, encontrar un lugar para sentarse y no llegar a nuestro destino decapitados causando hilaridad entre los alumnos más burlones de la clase.
-Señor, me está usted pisando.
-­Ah que vieja! Si no le parece váyase en taxi.

Son las quejas históricas de los usuarios de pesera que ya desde temprano viven confusos e iracundos en esta descomunal Ciudad de México, donde las reglas y las ceremonias son difíciles de guardarse. Y todavía después de que en el vehículo está por darse al diablo con tanto apachurrón, se escucha la voz cretina del gaznápiro chofer, quien con aire estúpido tiene la desvergüenza de gritar: "recorriéndose, que atrás hay lugares". La verdad es que con semejantes actitudes uno siente como que el hígado se agranda porque estas cosas no se deberían ver más que en el arca de Noé.

Honestamente, el transporte urbano perteneciente a particulares es totalmente desconsiderado, como una vez escribió el cuentista Antonio Villa en Como si yo no supiera: "si lo que quieren es ganar lana nomás. Se aprovechan de uno, no le importa, de todas maneras tenemos que andar en pesera, aunque no le pusieran techo...".

De buena gana uno esperaría el Ruta 100, pero desgraciadamente esto es imposible pues esta línea ya desapreció.

Si mal no recuerdo, el servicio de pesera comenzó con autos convencionales, de cuatro puertas, donde adelante iban el chofer y dos usuarios, en la parte posterior tres pasajeros que con el tiempo pasaron a ser, incómodamente, cuatro y cobraban un peso (de ahí el nombre de peseros). Posteriormente, la ambición aumentó y el servicio se comenzó a dar en combis para que incómodamente fuesen ocho personas: cuatro de las cuales serían arrastradas hacia atrás como en juego mecánico de feria trashumante. Y ahora esto, los incómodos microbuses donde a los viajeros que encuentran asiento no les caben las piernas y los demás tienen que viajar parados acomodando el cuello como las tortugas. De seguir las cosas como están, al rato tendrá que viajar uno que otro usuario en el techo, acostado como las lagartijas, y después no ser uno sino varios, cuidándose de no darse un mal golpe al pasar cerca de un puente.

El chofer de un medio de transporte colectivo en países civilizados es generalmente un personaje serio, tal vez de inteligencia moderada, pero responsable de la vida del pasajero a quien tiene que llevar sano y salvo a su destino. Por lo menos se cuidan de no chocar. En México, bajo raras excepciones, le sueltan un vehículo a un rinoceronte apodado El mil desgracias quien va escuchando a todo dar la Tropi Q en vez de escuchar los ruidos de la calle; la novia de éste, quien va sentada cerca del parabrisas con las piernas cubiertas por un suéter para no enseñarle los calzones al pasaje, es la encargada de cobrar y dar mal los cambios. En este universo de locura, si usted tiene la fortuna de poder bajar por delante y el conductor lo ve, tal vez llegue salvo a su domicilio; pero si el bárbaro no lo deja y baja por atrás ¡cuídese!, puede ser que lo arrastre como banderola por varias cuadras.

Ahora ya las peseras quieren realizar paradas con disco; este servicio de improvisada "buena fe" no tiene nada que ver con los intereses del pasaje. Además, ¿a quién le han pedido opinión para llevarla a cabo?

En fin, aunque se diga que el DDF va a enderezar los entuertos que ocasionan estas peseras, la verdad es que aún siguen dejando mucho que desear.

Con todos estos desmanes, aunque la pesera se vista de verde, queriendo pasar como muy ecológica, pesera se queda.

Rosa Carmen Ángeles

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