...



Dos Tatemados Y La Virgen

_______________________________Rosa Carmen Ángeles.

En este país donde todo se acaba y se olvida, lo único que queda vigente es el fervor que los mexicanos sentimos por la Virgen de Guadalupe. Recuérdese que el gran Morelos pidió que se celebrara todos los 12 de diciembre y que Ignacio Ramírez, El Nigromante, a muy ateo pero muy guadalupano al mismo tiempo. Si se inaugura un mercado o se bendice un zaguán, nunca falta un pequeño altarcito donde se venere a la Virgen de México. Las personas de espíritu piadoso, para que la Virgen escuche el dolor de sus corazones, atormentan sus cuerpos, hacen mandas o llevan milagritos a la Basílica de La Villa, mientras que la Virgen los mira como diciendo "estoy cerca de ti, no te abandonar‚ la soportaremos juntos."

Yo, por mi parte, me he enterado, de los milagros de Guadalupe. Por ejemplo, un 12 de diciembre que era cumpleaños de -mi amiga Lupita Aguilar Nopal (que en sus ratos de ocio era una serpiente) su afectuosa familia decidió festejarla organizando una parrillada de mariscos. En aquella casa algunas mujeres picaban ajo, uno de los tíos llevó un gran anafre para freír huachinango, otros preparaban ensaladas y todos nos encontrábamos (ah, porque también estaba yo) en franco compañerismo para lograr disfrutar una gran comilona.

Llegó el momento esperado y los invitados nos acercamos a la mesa. Yo andaba buscando un limón para ponerle a unos camarones que un tío de Lupita me había preparado, cuando en el cielo apareció un nubarrón negro amenazador y todos empezamos a trasladar, hasta un lugar techado, sillas mesas y comida. Yo me metí a la casa y me senté para comerme mis camarones. Estaba muy a gusto hasta que vi que una llamarada se levantaba cerca de la puerta. "¿Qué será?", me preguntaba, cuando escuché un grito: "¡Auxilio, ayúdenme, me quemo!" Afuera se encontraba, envuelto en llamas, el tío de mi amiga, el mismo que momentos antes me había servido los camarones. Aunque no vi el momento en que el señor empezó a incendiarse, sí vi cuando ya estaba bien quemado.

Alguien me contó que por andar a la corre y corre el servicial personaje se había tropezado y le había caído encima el aceite que estaba en el anafre, mismo que sirvió para que se prendieran las llamas, lo cual fue suficiente para que el hombre ardiera todo. Ricardo, uno de los tantos primos de Lupita, tratando de auxiliar al tío en apuros, fue de los que resultó con más quemaduras. Y es que Ricardo, al ver al hombre envuelto en llamas, quiso meterse a apagar el fuego y se le comenzaron a prender las pantuflas. Acabó con quemaduras en las piernas. Después, recuerdo que alcancé a ver cómo la tía Fabiola le echaba la cubeta de los hielos al tío que se quemaba y cómo uno de los invitados le vació encima Ricardo la tierra de una maceta: todo con tal de salvar la situación. Como el aceite estaba regado por todas partes, los que querían apagar el fuego se andaban resbalando, y muchos ya traían los pelos chamuscados.

La abuela de Lupita lloraba mucho, decía que era para poderse desahogar, y le pedía a gritos a la Virgen de Guadalupe que a sus familiares no les fueran a quedar cicatrizadas las caras. Por más que trataban de tranquilizarla ella seguía gritando. Lupita, quien entonces estudiaba veterinaria, sugirió que a los quemados se les untara clara de huevo en las partes afectadas para que no les ardiera mucho. La tía Yolanda dijo que huevo no, que mejor jitomate, y uno de los invitados que mejor lodo y, para no fallar, se les untó todo aquello. Hasta que el primo Manuel, al que esa familia califica de vago sin oficio -y quien momentos antes de la desgracia se estaba preparando unos ostiones-, tuvo la idea de sugerir que lo más conveniente era llevar a los quemados a un hospital. Nada original, pero sí perentorio. El caso es que aquel día, como teníamos el espíritu muy abatido, ya nadie comió mariscos.

Pero en esa ocasión el milagro de la Virgen se dejó ver rápidamente, porque a las pocas horas recibimos la llamada de que uno de los quemados ya iba de regreso a su casa, aunque el otro se tenía que quedar internado: sus quemaduras eran muy graves y, además, como resultado de tanto huevo, lodo y jitomate, las heridas ya se estaban infectando. Bueno, eso según los médicos, que no han de querer admitir las fórmulas caseras. Transcurrieron días o quizás meses, pero finalmente el tío de Lupita, ayudado por Nuestra Señora de Guadalupe, según el general sentir, ahora se encuentra muy bien. Claro, le quedó una mancha espantosa en los brazos, pero no tuvieron que amputarle nada.

Rosa Carmen Ángeles

Separator Bar





Regresar al IndiceSiguiente

Separator Bar