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En La Madrugada

_______________________________Rosa Carmen Ángeles.

El crimen lo cometió Rufino Chavolla hombre de rostro redondo y de oficio tablajero, quien ante la policía declaró, con el semblante terrible y sombrío, que por puros celos le sacó las tripas al hombre que estaba con su amante Martha Elena.

El asesinato tuvo lugar el 20 de septiembre del año '85, (el mismo día en que ocurrió el segundo terremoto en la Ciudad de México), alrededor de las 4 de la madrugada en una calle solitaria de Ixtlán del Río, Nayarit.

El homicida les detalló después a sus compañeros de cárcel que el oficio de tablajero lo había adquirido a fuerzas de vivir entre pollos, vacas y borregos, de donde sucedió que un día su padre -quien con frecuencia veía la forma en que Rufino ahorcaba a las gallinas- decidió aprovechar sus habilidades naturales y lo puso a trabajar de matancero.

El tablajero contó también que, aunque era casado, aborrecía a su mujer porque ésta lo impacientaba siempre con tanta exigencia acerca del gasto y las obligaciones; por lo mismo fue que decidió andar de romántico con Martha Elena Castilla, una muchacha de 19 años hambrienta de amor y de parrandas, con la que llegó a vivir ocho meses en amasiato.

Argumentó también que la costumbre de la vida en común fue la que no le permitió abandonar del todo a su verdadera esposa, y que, por la misma razón, los fines de semana se ausentaba de los brazos de Martha Elena para visitar a su consorte, quien vive en la isla de Mexcaltitán, mientras que de lunes a viernes se la pasaba trabajando en Ixtlán del Río en la carnicería de su compadre Agrigento Salazar, lugar donde conoció a su amante, un día en que ella iba con una amiga (a comprar carne), coqueteando y echando apuestas para ver quién se ligaba primero al carnicero. Pero que, finalmente, con el paso del tiempo, ambos habían quedado profundamente enamorados uno del otro.

Chupando un cigarro, mientras sus compañeros esperaban ansiosamente sus palabras, el tablajero había contado que Martha Elena sabía que él era un hombre casado y que, aún así, a causa del evidente don de gentes que él tiene para granjearse el afecto de las mujeres, no le costó ningún trabajo convencerla de que se fuera a vivir con él.

Contó también que, aunque ya con esa iban cuatro las veces que Martha Elena lo engañaba en una casa abandonada que se localiza frente a la carnicería en donde él trabajaba y en donde también ocurrieron los lamentables sucesos, fue en esta ocasión cuando él ya no soporté más los cuernos y acuchilleó a su rival en turno.

El tablajero dijo que el homicidio lo cometió porque ya estaba harto de tanta burla, recordando que casualmente y, aunque con cierta incredulidad, había sorprendido a su amasia en una fiesta muy animada, en donde se sirvió pozole y mucha cerveza, bailando muy apretadita con el ahora occiso, a quien él no conocía y lo más seguro es que Martha Elena tampoco.

"Cuando la vi abrazada de aquel fulano sentí que en vez de sangre me corría agua podrida por las venas", dicen que gruño entre dientes todavía lleno de rabia; "y a pesar de que le hice con los ojos señas furtivas para que se sentara, Martha Elena se hacía como que no entendía y no paraba de bailar. Afortunadamente estaba en casa ajena, si no, hubiese sido peor."

Luego había escenificado una fuerte discusión con su amada y con su prima Ana Patricia Aceves Castilla, y esta última le había dicho: "Déjala que siga bailando con el señor, déjala que haga su vida. Tú estás casado".

Según el carnicero, Martha Elena, a la hora de bailar, estaba muy de abrazo fuerte con su acompañante, en tanto le decía: "Me encanta la gente que sepa bailar y sepa cosas... gente así como tú", cuando sintió un jalón de greñas muy violento, con el cual poco le faltó para besar el suelo. Y que al sentirse víctima de tan toscas maneras, la muchacha, quien parecía ofendidísima, gritó enfurecida: "¡Maldito matavacas! ¡Suéltame ya del cabello!", y como pudo alargó la mano y le metió un arañazo. "Además de que se portó altiva y grosera", contó el agresor, "todavía me lanzó amenazas: "No seas tosco ni me hagas perder el juicio. Deja que acabe esta pieza con el señor, o lárgate a la casa para que allá arreglemos cuentas. Si no, aquí se acabó todo."

"Sentí un latigazo de decepción", añadió el tablajero, y asimismo dijo que estuvo a punto de volver a desgreñar a Martha Elena, "pero para evitar catástrofes, mejor me serené‚ y me fui a la casa."

Tras el incidente, el tablajero, angustiado y pesaroso, como un sonámbulo abordó un taxi y llegó al cuarto que tenía con su amante, donde, dormitando, sollozando y haciendo muchas tonterías, esperó varias horas.

Siempre a la expectativa y desde la ventana de la vivienda Rufino pudo percatarse que Anselmo Chacón Nevares estaba muy risueño acariciando la mano de Martha Elena, mientras la invitaba a entrar a la casa. Y que la muchacha hizo un ademán de aceptación y se metió con él al predio abandonado. Con esto, además de celoso el homicida se sintió terriblemente insultado.

"Aunque quise serenarme y controlar la respiración, no sabía quién era yo", comentó el matancero. Y agregó: "No podía permitir que Martha Elena me siguiera poniendo los cuernos, así que tomé un cuchillo y, saltando una mata de flores, me dirigí a la casa abandonada en donde toqué‚ la puerta. Y lo que más rabia me dio fue que del interior salió el amante fumando y en calzoncillos.

"Aunque al principio lo único que pretendía era meterle a mi rival un miedo saludable para que dejara en paz a Martha Elena, ambos acabamos por hacernos de palabras. Y cuando me dijo: 'Te conozco bien, Chavolla, a ti y a tu mujer la Paquita, que tiene un lunar muy sabroso abajo del ombligo', fue cuando, con los ojos llameantes, le metí dos navajazos en la barriga."

Contó que Martha Elena, al escuchar el altercado, sintió que no podía permitir que se batieran a duelo por su amor y que había salido envuelta en una cobija de lana. Entonces, llena de coraje, le había gritado al tablajero: "¡Solamente eres bueno con la navaja, porque como hombre no la haces!" Y ahí había sido donde Rufino Chavolla, muy ofendido, se le había ido a las cachetadas, y también en ese momento fue donde le encajó un navajazo en una pierna. Martha Elena ahora renguea.

Rosa Carmen Ángeles

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