Fotos De Familia
_______________________________Rosa Carmen Ángeles.
El tiempo pasa y lo único que queda son los recuerdos y las fotografías. Fotos que alguna vez sirvieron de motivos decorativos en las paredes de algunas casas de gente de mi familia. ¿De cuál hablar primero? Tal vez de la foto de bodas de mis abuelos: en color sepia, donde puede verse al padre de mi madre, con tamaños bigotones peinados de chinito pa’rriba, luciendo su traje, con su corbata y con su reloj pendiendo de una leontina, mientras que mi abuela aparece con su cara de novia espantada. Mi mamá cuenta que esta foto estuvo colgada por mucho tiempo en el lugar más destacado de la sala de la casa de mis abuelos maternos y que vino a ser sustituida por la moderna foto de familia en gran angular. “A ver niñas, enseñen los dientes de mazorca y vean el pajarito,” les decía, tratando de disimular, mi abuela a sus, entonces pequeñas hijas; abuela mía, la cual aparece en la foto familiar toda angustiada tratando de no testerear al furiosísimo de su esposo quien aparece rodeado de su mujer, sus diez hijos y su actitud de “nada más yo sé donde está el tesoro de Cuauthémoc”.
Que extraña foto la de mi tía Chepina, quien para retratarse se peinó de chinos y mandó confeccionar un vestido igualito al de Judy Garland en El mago de OZ, foto que no sé por qué está aquí, ya que tiene una dedicatoria para su maestro de mecanografía, con el que después se escapó, tuvo hijos y fundó las Academias Martínez, donde hasta se daban clases de danza.
Esta mujer que se encuentra en la Basílica de Guadalupe montada en un caballito, teniendo como fondo escénico a la Virgen aparecida, es la buena de Ninfa, quien ayudó con el quehacer de la casa y aguantó adversidades y desgracias familiares; personas tan buenas no se encuentran fácilmente en este mundo.
Esta es la foto de mi tío Ramón cuando era pequeño y estaba sentado en una bacinica. Pobre, estoy segura de que ganas no le faltaron de hacer que esta foto desapareciera, pero a todo el mundo le gustaba tanto que aunque lograba destruirla, siempre había copias disponibles.
Este niño difunto que está vestido de angelito, listo para irse al cielo, era el hermano mayor de mi abuela; tiene las palmas de las manos juntas, en actitud de plegaria y, entre ellas, un ramito de flores para ofrecérselas a Dios, amén de un recadito que escribió su madre: “Señor, te lo llevas sin pecado”.
¿Quién será esta vedete que aparece bailando rodeada de una especie como de aureola de plumas de avestruz? ¿Será la mujer que le andaba bajando el marido a mi madrina Chata? ¡Quién sabe!
Esta mujer con piel color de cera arreglada con el cabello largo y suelto a los lados sobre el lecho donde descansó por última vez, fue la mamá de mi abuela. Mi madre cuenta que cuando ella y sus hermanos eran todavía chamacos, andaban por ahí espantándose: “Mamaaaaá, mira Ramón, me está enseñando la foto de mi abuelita”.
¿Y ese hombre que está abrazando a mi tía Leonor el día en que cumplió sus quince años? ¿Habrá sido Pedro Armendariz?, ¿o su novio Jeremías? Se parecen.
Esta de la cinturilla que casi la estrangula es mi tía Aurelia, la que en esta foto está enseñando las piernas es mi madrina Chata, fotos de bodas, de cumpleaños, la de mi prima Martha, siempre con su cara de burla, la de mi prima Luly, peinada con caireles y jalándole la cola a un gato. Y estas en donde pongo cara de aterrorizada son las fotos del día en que me casé con el gallego, “Dios mío, qué cara, que nadie las vea, mira nomás cómo salí”.